Sentada en la esquina de mi habitación sentí retumbar una voz en mi interior, que gritaba desesperadamente mi nombre, de pronto el silencio se apodero de mi mente, pero las manecillas del reloj no dejaban de sonar.
Las paredes blancas de mi habitación empezaron a tornarse oscuras, quizás era mi locura que discurría por mis venas, pero aparecieron miles de manos tratando de apoderarse del resplandor de la luna, me aferré a la tenue luz, donde creí estar protegida, sentí que el fin había llegado.
La oscuridad empezó a crear escenas perversas de mi inconsciente, entre sombras cercanas y lejanas a la realidad se oían lamentos, llantos, gritos, percibí miradas penetrantes que me arrebataron la poca cordura que tenía, realmente estaban ahí, sentía sus pasos que acechaban, esperando que desaparezca el ultimo brillo de la luna.
El miedo invadió mi cuerpo, apretaba mis manos con fuerza, trate de moverme, pero era imposible, estaba aturdida por las perversas obras de mi mente, a pocos centímetros de mi sentí el aliento gélido de aquella niña que estaba en mis más lejanos recuerdos de mi infancia, era yo fundida en el vacío de mi interior, quería gritar, pero la voz se congelo en mi garganta, solo discurrían por mis mejillas lágrimas de impotencia, soledad, desesperación y miedo a morir abrazada a la penumbra de mis alucinaciones.
Ofuscada empecé a mirar la oscuridad que se apoderaba hasta el último resquicio de mi habitación, creí que aquella niña se apiadaría de mí, pero sus risas eran mas intensas y sombrías, poco a poco fue desapareciendo el ultimo relucir de la luna, y fue allí que mis gritos salieron desesperados aferrándose a la luna, pero fue imposible ella se fue indiferente, sin tener piedad. Mi alma fue arrebata, permanecí inmóvil mirando como me alejaba de la cordura y desaparecí sin ningún recuerdo.
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