Más que amor, es conexión…

Más que amor, es conexión…

ESTEFANYA PARRA

10/04/2022

No hay fecha límite, nadie sabe el color, mucho menos las travesuras que harán. Nadie sabe el tiempo en el que llegarán a generar una revolución en nuestra vida, pero cuando llegan simplemente es darle alivio al corazón.

Las caminatas tienen otro sentido. Madrugar a trotar se vuelve una actividad en dónde los pies tocan en suelo y los pensamientos llegan al cielo. La primera cuadra es tranquila, pero en cuanto ven llegar a ellos una mariposa o alguno de su clase, uno se vuelve lejano porque ellos emprenden su carrera personal. Por más que uno tenga buen físico, ellos parecen un autobús con el tiempo exacto para marcar tarjeta.

Uno corre y corre detrás de ellos, pero sabiendo que a la mañana siguiente el dolor de piernas será intenso y que ellos vuelven al dejar de ser perseguidos, solo se respira y se tiene la plena creencia de que volverán.

Sin embargo, eso no pasa siempre. Y esperar que regresen se vuelve eterno, se empieza a vivir en un recuerdo constante de lo vivido y la frustración de no haber hecho más cuando estuvieron junto a nosotros.

Los abrazos llenos de lodo cuando se escapan de casa y se revuelcan en el charco del vecindario, se vuelven a ser extraños. La sonrisa al ver modelos de su vestimenta se recuerda con nostalgia, y el plato de su comida se convierten en el recipiente para almacenar la lluvia de invierno. Regresar a casa no es lo mismo, pues ya no está quien con desespero y cariño esperaba nuestra llegada. Aun cuando eso significó comprar audífonos nuevos porque los últimos se rompieron en un abrazo fuerte y unas cuantas mordidas de su parte.

Todo se vuelve sin sentido. Los demás creen que hemos perdido a un familiar, pero no. Se perdió lo que nosotros consideramos el retoño de amor y dedicación hecho mejor amigo. 

Tal vez la denominación sea exagerada al decir que son nuestros hijos/as, pero el cuidado y el cariño que se les brinda es inmenso. Casi igual al de una madre para con sus hijos. Pues ellos escribieron junto a nosotros una historia desde cero en nuestra vida. 

Algunos fueron el consuelo de una perdida familiar, otros el regalo de una pareja o de cumpleaños, muchos los adquiridos en una tienda y muy pocos fueron adoptados. Cada uno con diferente trama, pero ninguno llegó tarde a nuestra vida porque al final se volvieron los generadores de felicidad en la vida.

Esa anestesia para el dolor, y la mejor forma de anestesiar las vivencias de un mal día. Los confidentes de aquello que no nos atrevemos a decir, y quienes nos miraron llorar una noche cuando el mundo se derrumbaba al perder a un padre o madre. Y aunque no tienen la capacidad para hablar con nosotros, el solo acto de mirarnos con compasión y agachar la cabeza al acercarse a nuestras rodillas que sobresalen porque estamos sentados y hacernos sentir su nariz húmeda es todo lo que necesitamos para recuperar un corazón bajo cero.

Y con el paso del tiempo, estos seres mágicos se ganan nuestro cariño. Generan emociones incalculables en nosotros hasta el punto de querer tener estertores de amor. 

Eso y mucho más es lo que genera una mascota en nuestra vida, porque son ellos quienes muchas veces estarán junto a nosotros cuando tengamos muchos años encima. 

Ellos a quienes la palabra fidelidad les hace honor por su existencia… 

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