Siempre quizo una familia, una que no lo abandonará en las frias calles de esa anorme ciudad, ni que lo tratara mal por comer lo que comia, que no se asustara por verlo lleno de esa sustancia que luego traia encima, quería ser amado, quería un hogar, pero donde conseguirla si él no podia hablar.

Pero una mañana todo cambio, una suave caricia en su cabeza sintió, no despertó, la desesperanza en su ser habitaba, ya no le importaba nada.

-papá, por favor, salvalo-la voz de una niña oia, la tristeza en sus palabras dolia.

Unas manos mas grandes por su cuerpo pasaron, eran toscas, pero cálidas, el frío de a poco a poco se iba, no cabia de gozo, quien sea que lo hubiera salvado, no importaba, solo queria estar a su lado.

Los dias pasaban, la familia como uno de los suyos lo trataban, a todo lo que le dijeran con gusto obedecía, sonrisas, mimos, premios, cama, agua, comida con eso era feliz, asique decidió mostrarse al fin.

La presa que habia cazado cayó en el suelo sin mucha gracia, miro expectante la reacción de su familia, habian sido buenos en acogerlo, no queria ser discriminado, muchos menos rechazado, por lo que cuando el primer abrazo llego, eso si no se lo espero.

Maullo con desconcierto, no entendía que pasaba, la pequeña niña eufórica estaba, importandole muy poco terminar manchada con aquella sustancia del color de las manzanas.

Una caricia paso por su cabeza, reconocía esas manos donde sea que fuera, el padre mimos le daba, la madre alegría desbordada.

Quien no lo estaría, el pequeño gato que habian recogido hace semanas, cazaba con la misma ferocidad de la familia, no importaba la sangre, no importaban las viceras, solo importaba que su pequeño felino con el nuevo nombre de Índigo era también un caníbal.

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