Toda mi vida estuve rodeado de personas, los fines de semana visitaba a mi familia, y por las noches me encontraba con amigos; durante el día trabajaba en una oficina junto a mucha gente, era amigo de todos.
Mantengo contacto con cada persona que ha llegado a mi vida, todos mis amigos de infancia, adolescencia e incluso adultez, incluso mis parejas del pasado, jamás se alejaron de mí.
A mis noventa años, me miraba al espejo y no podía reconocer quien realmente soy, no me mal interpreten, podía ver mi cabello blanco que caía en mis hombros, mis ojos hundidos y mis dientes opacos, al menos en mi mirada veía algo de esperanza…
Finalmente a mis noventa y cinco años, me atreví a viajar solo por primera vez, a un bosque lejano de la ciudad,y pude sentir por primera vez compañía, sentí calidez y felicidad, una compañía noble y muchas veces silenciosa, que desde que nací ha estado conmigo…
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