Se me está deshaciendo la maldita vida, por dentro estoy muriéndome y tú no puedes darte cuenta.
Mis oídos me asesinan cada mañana y yo me esfuerzo tratando de no encorvar como siempre mi espalda y enrollarme entre las cobijas, solo para levantarme y esperar un mensaje, esperar la carta, al menos de defunción. Me asesina como siempre el jodido dolor, y me levanto llorando cada mañana, cada madrugada, y tú no te das cuenta, solo digo: bien.
Se me está deshaciendo la maldita vida, se me deshacía, nunca se me deshizo, siempre tuve todo en control. Que rareza.
Las personas dan esperanzas vacías mi estimado, no se puede evitarlo, somos la decepción andante, pero pretendo pensar que las personas también podemos cambiar, al menos intentarlo.
Comienzo mis noches escribiendo con las cuencas de los ojos ennegrecidas, de tanto tallarme los ojos, de tanto maquillarme (sí, claro), de tanto llorar. Hay palabras que puedo cambiar siempre que yo quiera, puedo decirte que sí pero dentro me estoy ahogando con la palabra no entre la lengua, porque sin césped en el camino yo soy, porque al mismo tiempo soy la frondosa arboleda que no te dejará escapar. Puedo ser como la flecha en el aire, Jonatan en escritos antiguos lanzó su flecha lejos, una tras otra, para salvar a David, una señal que entrañablemente entendían, las indirectas son directas aún contando alguna bazofia, aún describiendo a detalle una historia que se creó en el cerebro mi amor, eso es lo que no entiendes. No estoy siendo directa porque no quiero, tampoco indirecta porque lo desee.
Levanto la vista hacia el cielo, recostada me encuentro en el coche, que por increíble que parezca, lleva días ya sin inhalar, llevo días ya sin poder dejar de sentir, llevo días, llevo dentro de mí alguna esperanza ¿De qué hablo yo? del amor. Carezco, careces, todo el mundo sufre y se desvive, invirtiendo su tiempo en lo que bien le parece. «En el amor y en la guerra todo se arriesga» BENDITO quién se arriesga sabiendo que perderá, pero esperando lo inesperado se le premia con un galardón gigante, tú. Quien arriesga gana valentía, gana dolor, gana una herida que jamás sanará, tomará palabras en las saetas más agudas que éste atare a su pecho, ganará el desprecio de un ser que alguna vez amó, ganará una tristeza, perderá un amor.
A quién carajos le importa cómo besas cariño, solamente tú pides el menú antes de desear. Yo no deseo, yo no pienso, ni siquiera miro, cómo pretendes que de mí salgan como huracanados vientos las palabras «te quiero», si yo lo que quiero es vivir en paz, vivir como nunca he vivido, no sola. Si no contigo. Probablemente exploten dentro de mis pómulos la dentadura tan absurda con la que fui bendecida al decirte lo que dentro de mí anhelo decirte, probablemente eso nunca suceda, probablemente ya lo deduces, probablemente ya pienses ¿Qué centellas pretende describir si solo escribe sin tener fin?
Nah, yo no pondría sobre ti una carga que abrume tu alma, sellado estará esta carta, en privado daré el suspiro y mi adiós. Te quiero como se anhela despertar caliente en la noche fría.
Te quiero como esperan los niños la navidad. Te quiero, te quiero.
Te quiero como espera el amor la soledad, porque la tragedia es lo que conozco yo, las letras y el terror.
Te quiero como para pretender esperar algo mejor.
Te quiero como la flor marchita anhela un rayo de sol.
Te quiero como se quiere la vida, aferrándose a no morir, buscando un motivo para sentir.
A quién carajo le importa cómo beses muchacho. Embriágate de amores en mis labios, brinca de derecha a izquierda, y deja que tus manos sean llenos del caudal de los mares intensos y lluviosos, que removiendo toda sequía de la lengua reverdecerán siempre cual lirio entre el fango, llamando la atención en cada tonalidad colorida, y balancéate entre mis piernas… Perdón, embriágate de amores pero mejor en mi boca, y te voy a mecer mientras te tomo entre mis brazos, con el fuerte ardor de un palpitar apunto de marcharse, como la protección de no hablar, como el ingrato sentir de un sordo al oír… Perdón, embriágate de amores mejor en cada parte de mi cuerpo, mientras yo me alejo, tómame de donde veas tú mejor, verás que sí, que sí te quiero.
Van a crujirte los hombros y doblarán cual arco del triunfo tus omóplatos, y al respirar te van a carcomer las ganas de morirte, y desearás no haberme querido, pero morirás sintiéndote feliz. En medio de la inevitable guerra que se crea, en la voraz mente que te consuela, ¿quieres algo? Pídelo, las letras mías están sobre las tuyas, ¿O las tuyas sobre las mías? No cargues con el peso innecesario de esta piedra en el zapato, no tiene sentido seguir queriendo si es a un tallo sin pétalos como yo.
Confundiré ahora lo que tengas dentro de tus ojos.
Me desvivo por ti cada noche amado mío,
te entregaré cada suspiro que yo lance al despertarme
sonreiré como me lo haz pedido porque te quiero,
porque te quiero como mi ferviente pensamiento en el mar.
Me desvivo por ti en cada letra que yo aquí plasmo,
quemando cada lógica del pasado
queriéndote cerca tenerte
para besarte y juntos dormir.
Sé el sueño que cada noche me atormenta,
haciéndome caer en sueños deseables
durmiendo como siempre, sin ti,
pero duermo sin ti porque quieres, no estás aquí.
¿Seguro de lo que dices mi vida?
¿Seguro que soy tú sueño?
Porque tu eres la melodía que resuena en mi corazón,
que late fuertemente entre mis costillas,
eres la energía de mis costados para cantar.
La dulce melodía que estará siempre en mis dedos,
la vibración de mis cuerdas hasta para hablar
el deseo interno,
eres el querer.
Siempre estás en mi corazón, aunque no parezca así
el arrullo de tu voz, eres el aire que toca mi nariz.
¿Alguna vez dije que se me deshacía la vida? No lo tomes en cuenta, digamos que era grafito de otro papel.
-Kristel.
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