Mi infancia, así como la de mi hermano, no había sido fácil en ningún sentido salvo por el hecho de que nos teníamos el uno al otro, a menudo nos preguntábamos por qué nuestra madre decidió tenernos y creo que ni siquiera ella supo nunca la respuesta. Nos criamos prácticamente solos pues ella siempre evito de varias maneras tener que cuidarnos u ocuparse de nosotros y nuestro padre, pilar fundamental de la familia que todo lo podía, había fallecido hacía ya varios años. Es así que hacia malabares y maquiavélicos entramados solo para evitar nuestra presencia, y en ciertas ocasiones estas depravadas estrategias para evitarnos se le iban de las manos a nuestra ausente madre. Y, este término “irse de las manos” es una manera de decirlo apropiadamente, pues no hay manera de expresar estos hechos sin recurrir a insultar y maldecir el nombre de mi progenitora a quien siempre vi como mayor culpable de todos estos hechos.
Mi madre siempre estuvo involucrada de distintas maneras en el ocultismo, satanismo, nihilistas radicales y anarquistas. No porque ella creyera en ninguna de estas cosas, sino porque esto era una respuesta rápida a su vacío propósito de vida, que buscaba siempre hacer lo “incorrecto” en su desesperado intento por llamar la atención y sentirse parte de algo. Además, como es de esperarse en este tipo de ambientes se terminaba recurriendo a las drogas y los placeres carnales.
En uno de estos ambientes fue donde mi madre conoció a un hombre de gran poder dentro de su culto, este hombre decía apellidarse Green, cosa que mi hermano y yo llegamos a la conclusión de que era una mentira para aparentar una ascendencia que no era la suya. Era un hombre negro y calvo de unos 50 años que vestía ropas raídas y tenía una barba de un color blanco apagado tirando a ceniza, pero con su descripción no me entretendré. Basta decir que llevaba a cabo un campamento en el cual decía aprenderían todos a ser parte de su religión, Ni yo ni mi hermano estábamos interesados en tales sandeces y ese hombre decrepito nos causaba gran desconfianza. Pero como el lector supondrá, mi madre vio aquí una gran oportunidad para deshacerse de nosotros fácilmente por una semana sin reparar en el mas mínimo detalle de a dónde nos estaba enviando. Y nosotros desde nuestra posición de menores, intimidados por el posible castigo físico de nuestra madre (últimamente se había vuelto peligrosamente brusco) accedimos de muy mala gana, después de todo estábamos ganando tiempo lejos de aquella vieja arpía.
El móvil hacia el campamento era un microbús destartalado y maloliente, en el iban varios niños de 14 años aproximadamente todos con miradas perdidas y que no hablaban ni realizaban acción alguna, además por supuesto, de mi hermano y yo. Llegamos por un camino de tierra de unos 15 kilómetros hasta un campo desolado con altos árboles que lo rodeaban y resguardaban de viento. Dentro de la arbórea circunferencia se encontraban 3 cabañas, dos pequeñas que asumí seria donde dormiríamos y una más grande donde se realizarían comidas y eventos. El escenario puede parecer común, pero resultaba terriblemente lúgubre incluso en el color de la vegetación, que era de un verde apagado y triste.
Días transcurrieron de trabajos de campo como poner alambrados, cortar leña, alimentar animales, cazar otros, tejer y remendar ropajes y sabanas, todo bajo la atenta tutela del señor Green y sus iguales quienes también daban interminables misas en las que ni yo ni mi hermano entendimos nada nunca ni tampoco nos esforzamos en hacerlo. El ambiente de estos encuentros religiosos siempre se tornaba pesado, el ambiente era lúgubre y angustioso en niveles que me es difícil expresar. El edificio en cuestión era una cabaña oblonga con largos bancos coronada por un atril desde el cual se daba la misa, una distribución típica del mobiliario para este tipo de actividades. en la pared de atrás del atril reinaba un estandarte de fondo blanco con un circulo negro con un circulo concéntrico dentro del mismo. Esta imagen llana podría no sorprender en primera instancia, pero su vista infundía profundo malestar tanto en mi persona como en mi hermano según me dijo.
Tal ambiente no era evidentemente evocador al espíritu comúnmente esperado de una secta ni mucho menos. Pero, después de varios días ahí el miedo crecía en ambos a pasos agigantados. De la indiferencia pasamos al respeto por sus actividades, y ese respeto no tardo en tornarse en miedo y profunda desconfianza a pesar de nuestro escepticismo.
En este punto del relato, me veo obligado a describir cierta conducta de mi hermano que a ambos nos causaba gran jubilo, pero a él siempre lo desembocaba inevitablemente en conflictos. Pues en situaciones donde yo u otra persona tendría miedo o simplemente obedecería a las demandas de un superior a su persona en cualquier forma, mi hermano encontraba inevitablemente una elegante, pero graciosa manera de no dejarse dominar. Para aclarar mi punto, en situaciones en las que estamos bajo el yugo o en inferioridad, el simplemente lleva la contra con sus mejores burlas u ocurrencias. Causando así, evidentemente, la cólera de nuestra perversa madre y en este caso la del jefe del “campamento” que, entre nosotros, ya denominábamos “secta” por lo que yo también me referiré a ella de ese modo en adelante, debido a lo descarado de la situación.
Dicho esto, no es de extrañar entonces que mi hermano estuviera en la constante mira y en conflicto con los líderes quienes lo detestaban visiblemente. Como era de esperarse, estos ancianos no me intimidaban ni a mí, ni mucho menos a mi hermano que se mofaba hasta al hartazgo de todo cuanto tenía lugar en ese paramo olvidado por Dios (quien comprobamos luego de esto, efectivamente no existe). Sin embargo, no fue un hecho llevado a cabo por mi hermano el cual dio fin a su serie de travesuras; Este estado de despreocupación que tenía lugar en nuestras jóvenes y ligeras mentes, llegó a un abrupto fin debido a la más pérfida de las situaciones cuantas presenciamos en ese lugar.
Durante una de las misas, la última del campamento según se rumoreaba -y así fue efectivamente- Tuvo lugar este profundo viraje el cual mencioné. La oblonga cabaña que funcionaba de templo para la oscura organización parecía hoy más consumida de lo normal. no solo en aspecto daba la sensación de estar siendo devorada lentamente, si no que el ambiente resultaba pesado y cargado en cada punto y tabla de la cabaña como en cada piedra maldita de la antigua casa Usher. luego de unos minutos de este encuentro, me fue difícil atribuirlo a mi sugestión y creativa mente. La misa se dio normalmente, pero los predicadores se mostraban ahora más efusivos y fervientes en sus sempiternos discursos que en los anteriores días. A cada momento el plomizo aire se tornaba más y más denso hasta hacerse insoportable; sentía como las ojeras aparecían súbitamente en mis rasgos y mi semblante se empapaba de frío sudor. Desesperado por una confirmación mayor a mis oscuras sospechas, miré a mi hermano. Y, que potente terror se apoderó de mi al ver su delirante rostro esculpido por el terror, sus ojos bien abiertos, hundidos y apagados. Más adelante supe, que en ese momento se selló su aciago destino.
No tuve mayor lapso de tiempo para reaccionar por qué el predicador lanzo al aire una especialmente fuerte sentencia que, debido a la situación no supe descifrar que quería decir si no solo impactarme por su ímpetu. Luego de esta declaración, el aire se congeló y se sintió como si el concepto del vacío se hiciese presente en la concurrida sala, todo era sepulcral quietud. Salvo por el flameante estandarte del fondo del edificio, que, a pesar de tener quietud física, se sentía como la única cosa real de todo ese lúgubre ambiente. Como si toda la densa realidad se hubiera personificado en los círculos negros que se presentaban en el profético tapiz. entonces, una sombra negra surgió de allí; Era una espesa masa de oscuridad que se revolvía en su propio ser como si intentara no disiparse. El diabólico ser salió de su sueño, y se aproximó lentamente hacia mi hermano. Cuando al fin, llegó a su destino lo miró fijamente con ojos inexistentes durante eternos segundos, solo para después señalarlo con su negra y putrefacta mano. Mi hermano permaneció estupefacto como antes, pero no parecía comprender nada de lo que estaba sucediendo. si no que, daba la impresión de que su alma había abandonado su cascaron.
Antes de que pudiera hacer o decir algo, la sombra se desvaneció abruptamente y se sintió como si un gran ventanal hubiese sido abierto. El aire corrió de nuevo y dio la impresión de que la sala se iluminaba. Entonces, como si nada de lo que acabo de relatar hubiese tenido lugar realmente, el predicador dio fin a la misa tranquilamente y todos abandonaron sus asientos hacia la salida, obviando todo el macabro hecho que había tenido lugar. pero, había varias miradas que estaban fijas en mi hermano, quien había abandonado la estupefacción y el terror para remplazarlas con un gran peso de melancolía y visible cansancio. Intente hablar con el sobre lo ocurrido, pero hacia caso omiso de lo que decía y adjudicaba todo a mí siempre viva imaginación. Realmente él no recordaba nada de lo ocurrido, y eso me dejaba más atónito. Sin embargo, su decadencia física y mental no hizo sino empeorar en las menos de 12 horas que permanecimos en el campamento desde esa última misa.
Al otro día por la mañana, finalmente era hora de abandonar ese macabro lugar. confiaba en que volver a nuestro pueblo mejoraría la salud de mi hermano, aunque este escenario tampoco era el idóneo para dos jóvenes como nosotros. La salida y el viaje sucedieron sin mayor inconveniente, en la primera parada bajaron todos los pasajeros menos yo y mi hermano pues nos habíamos subido en la antigua terminal de trenes a las afueras del pueblo. Esto sin embargo me extrañó, porque el resto de los pasajeros habían abordado el vehículo en ese mismo lugar hace una semana, pero no le di mayor importancia al asunto. No mucho después, llegamos a la antigua terminal donde bajamos y esperamos a nuestra madre por media hora, ya que la impuntualidad era uno de sus ya mencionados defectos. Cuando llegó ella, el mandamás del campamento nos invitó a entrar y mi madre confundida pero llevada por la esperanza de una recompensa por nuestro préstamo entro flaqueada por mi hermano y por mí a tener una charla con este hombre.
El edificio era un tinglado antiguo y alto ya que era una estación de tren antigua y muy espaciosa, de ladrillos rojos que perdieron color y baldosas grises por las que se filtraban plantas y maleza. mi madre entablo una conversación con este hombre, en la que este le propuso retener a mi hermano unas horas más para “terminar su aprendizaje”; mientras en su mano derecha tenía unos billetes, que parecía dispuesto a entregar y que mi madre acepto gustosa. pues eran dos pájaros de un tiro, deshacerse unas horas más del hijo menor y más problemático y cobrar una generosa suma que serviría más tarde para desperdiciar en drogas, nunca en comida. Solo entonces se me ocurrió dirigir la mirada hacia mi hermano a quien, por supuesto, no habían consultado. ¿Cómo explicarle lector o lectora, el pavor que inundo mi mente y me paralizo en ese momento? Sin darme cuenta yo mi hermano se había alejado unos 3 metros de nosotros y ahora nos miraba fijo, más precisamente a mí. Su expresión nunca la había visto en ninguna persona, ya sea en ficción o realidad; no había facciones que se alejaran tanto de lo humano ni que transmitieran tan profunda desesperación. sus ojos ensombrecidos, pero bien abiertos y sus labios apretados habrían hecho desesperar a cualquiera. Aunque no había nadie más en ese viejo edificio a simple vista, yo hubiese jurado que mil demonios se cernían sobre mi querido hermano y lo amenazaban silenciosamente mientras tomaban su vida sin reparo alguno.
Antes de que pudiera razonar toda esta situación mi madre junto a este hombre me tomaron por la fuerza y llevaron afuera alejándome por última vez y para siempre de mi hermano. Me encerraron en el auto, mi madre arranco y nos fuimos a pesar de mi forcejeo insistente. Sentí que una gran puerta ornamentada y onírica se cerraba a mis espaldas. Me encontraba en la parte de atrás del auto que estaba forrada desde afuera con algún material que no permitía la vista hacia afuera. En ese momento, caí en cuenta de que todo esto había sido fríamente premeditado y mi rabia contra mi indeseada progenitora aumento como nunca lo había hecho. Luego de 5 minutos de lo que pareció una presurosa marcha, me cansé de proferir insultos y protestas a mi madre y decidí que cualquier cosa era mejor que obedecerla. Encolerizado como nunca, arranque el tablón de madera que impedía el paso de los asientos de atrás hacia las butacas de piloto y copiloto del auto, entonces agarre y zarandee a mi madre por su cabeza hasta que conseguí que el auto se desviara abruptamente. Afortunadamente, a ambos lados de la ruta se extendía un campo desierto al que una zanja separaba de la dicha ruta. Al chocar el fondo de la zanja bruscamente, mi madre se golpeó y quedo aparentemente inconsciente y yo logre salir del auto y seguir la ruta a pie.
Luego de largos kilómetros de tierra completamente desconocida para mí, encontré una cabina con la cual logré llamar a la usualmente inoperante policía de ese lugar. el cuerpo policial luego de media hora en la que me mantuve muy alerta de que no apareciera mi madre, llegó en mi búsqueda y me llevo a la comisaria para interrogarme. De mi hermano nada se supo hasta un par de días después, no había rastro de los organizadores del campamento y mi madre había fallecido en el accidente que provoqué (cosa que me alegró, aunque no sé si debería haber sido así).
El cuerpo sin vida de mi hermano apareció una semana después a unos kilómetros de la antigua terminal, estaba dentro de un gran tanque de agua lleno que usualmente se usa para casas. Y solo logramos reconocerlo luego de ciertas pruebas y gracias a mi identificación visual ya que la corrupción y la exposición constante al agua lo habían destrozado. Solo entonces, no tuve remordimiento alguno por lo que le había hecho a mi madre, cremaron su cuerpo y tiré sus cenizas a una cloaca antes de irme de ese pueblo para siempre.
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