¿Alguna (o muchas veces) sentiste que intentás algo y fracasás? Bastante frecuente, ¿verdad?
Hoy quiero hablar del fracaso. Del FRACASO, así, con mayúsculas.
Escuché por ahí que el ser humano es un trabajo en progreso. En constante evolución. Lo cual no contiene ninguna valoración específica. No estoy hablando de evolución como esa palabra que suele aludir a la transición hacia una mejor forma del Ser, elevada o algo así. “Iluminada”. No. Sólo en constante cambio, la valoración la dejo por cuenta de cada uno, si eso es de su interés.
El punto es que, aunque no lo notemos, aunque parece que estamos estancados a veces, el movimiento es inevitable, es la vida misma. Movimiento infinito. Puede parecer imposible cuando sentimos llevar un elefante sobre los hombros durante nuestro diario transcurrir, pero la realidad es que siempre estamos avanzando, el punto es hacia dónde.
Esto significa que nos transformamos, nos guste o no. El mero hecho de saber que nuestra biología lo hace y que nuestro cuerpo no es el mismo al cabo de unos 7 años, gracias a que cada una de sus células fue renovada por una nueva, con átomos de este inmenso universo, que vaya a saber de dónde salieron, ya debería decirnos algo importante. Nuestra entera percepción de la vida podría cambiar considerando tan sólo ese pequeño gran detalle.
Cuando menos te lo imaginás, todo está cambiado, incluyéndote. Es más, puede que no sea de interés cambiar, pero sí es inevitable. Pues, si somos un proceso, claramente es infinito hasta el día de nuestra muerte y más allá, para quien lo crea así. Y en todo proceso, hay fracasos, reajustes y demás.
La palabra fracaso ha sido siempre asociada a la falta de validación de una persona, a ser insuficiente. Fracasar es la manera de castigarnos en esta sociedad. Fracasar es no cumplir con las expectativas impuestas por un sistema que hemos creado (no me creo inocente ni víctima de ello). Pero esto hace referencia a ciertos parámetros, que nada tienen que ver con la verdad que vive dentro de cada ser. De hecho, es más probable que quien fracase crezca y se convierta en una mejor versión de sí mismo, que quien siempre encuentra “éxito” en lo que hace. ¿Se habrá preguntado alguna vez si lo que logró era lo que “quería” o lo que “debía”? ¿Sabrá si estaba siguiendo su propio rumbo o el que se pretendía de él/ella?
Mi invitación hoy es a habilitar el fracaso, a permitirlo como una expresión de no haber alcanzado lo que creía que debía alcanzar, no como un error.
Como ya he mencionado en otras publicaciones de este espacio, abogo por al cambio permanente, por intentar, probar. Tenemos la posibilidad de desarmar los conceptos en este instante, eligiendo los parámetros de nuevo. Permitiendo la sorpresa de no llegar a dónde creíamos. Quizás nos espera algo mucho más delicioso e inimaginable. ¿Por qué limitarnos?
Estoy invitando a la única revolución posible, la interna. De dónde todos los cambios surgen. Invito al ejercicio cotidiano de hacernos preguntas. ¿Soy quién me gusta ser? ¿Qué es el éxito en mi vida? ¿En qué creo que fracasé?
La propuesta es a preguntarse. Las respuestas se mueven, que no nos anclen, por favor. Que abran las puertas a lo inimaginable.
P/D: Las preguntas aclaran. Nuestro fracaso precisa…Claridad…
OPINIONES Y COMENTARIOS