«EL MATAPATOS» Breve relato entre el terror y el humor negro

«EL MATAPATOS» Breve relato entre el terror y el humor negro

         
 Aquella mañana amaneció espléndida. Uno de esos días radiantes de sol, sin apretar demasiado el calor, que incluso invita a ponerse una chaqueta o un jersey cuando el gran astro se pone, a última hora de la tarde. No lo dudé. Me había levantado temprano, y tras desayunar, decidí volver a remontar esa hermosa loma que se elevaba a pocos kilómetros de mi casa, y que servía de esparcimiento y recreo a todos los que vivíamos por los alrededores.

Se trataba de una pequeña colina, a modo de parque, de no más de trescientos metros de altitud, inundada de árboles y vegetación, y con unas espléndidas vistas al mar desde su cima. Patos y pavos, entre otra gran variedad de aves y animales, compartían con los humanos los senderos que ascendían suavemente hasta su cumbre.

Subí pausadamente, con lentitud. Disfrutando de cada paso, de cada árbol o pájaro que aparecía en cualquiera de los dos lados del camino. De pronto, surgió ante mí de manera imprevista aquel horrendo espectáculo. Al principio no pude darle crédito. Debía encontrarme ante una macabra broma, ante un muñeco en forma de pato, que con la cabeza seccionada sobre un gran charco rojo, aparentemente de sangre, se interponía en la vereda. Pero no podía ser verdad. ¿Quién podía haberse atrevido a semejante aberración? Sin embargo, no tardé en cerciorarme de que no se trataba de ninguna broma. La visión era auténtica. No fui capaz más que de desviar la mirada hacia el lado opuesto y acelerar la marcha para alejarme de allí lo antes posible, sin poder quitarme la escena de la cabeza. Apenas tuve tiempo de explayarme en suposiciones. Unos pasos más adelante el cuadro se repitió, esta vez por partida doble. Otros dos animales yacían junto a la pista en circunstancias similares. No me lo podía creer. ¿Quién habría sido el desalmado?, ¿y por qué?, aunque el porqué, sin duda, obedecería a alguno de esos raros desórdenes psicológicos que en ocasiones afectan a ciertas personas, y que en nuestra ignorancia o ingenuidad, difícilmente llegamos a imaginar, y mucho menos a comprender.

Poco después, el tétrico descubrimiento de un hermoso pavo real entre verde y azul, decapitado con idéntico salvajismo, me hizo reaccionar con cierta vehemencia:

─¡Quién habrá sido el hijoputa! ─me salió del alma en voz alta.

En ese momento, de entre unos matorrales que se hallaban a mi derecha apareció de forma violenta un tipo que se encontraba justamente allí haciendo sus necesidades menores, y del que yo no me había percatado. Era un hombre de mediana edad, de complexión fuerte y mirada desafiante.

─¡Te voy a matar, cabrón! ─amenazó, acercándose hacia mí.

─Disculpe si se ha sentido aludido ─respondí. No me refería a usted, sino al malnacido que ha hecho esto con los animales. Porque hay que ser asqueroso, hijoputa y criminal para actuar así.

─¡Te voy a matar, cabrón! ─repitió encolerizado, mientras aceleraba el paso en dirección a donde yo me encontraba.

En ese preciso instante me hice absolutamente consciente de todo cuanto estaba aconteciendo, y mirando fijamente a sus desorbitados ojos, afirmé con voz temblorosa:

─¡Joder, si es usted el matapatos…!

─¡Soy tu puta madre, cabrón! ¡Ven aquí, que te voy a matar!

                                                                    

      Entra en mi Web:  https://angelmenduinapoesia.webnode.es/

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS