Sueños en blanco y negro


SUEÑOS EN BLANCO Y NEGRO

Nos conocimos un día cualquiera de un año con poco que nombrar como importante.

Yo estaba atrapada en una vida corriente sin grandes horizontes, y tú aparcado en las gastadas páginas de un libro de letra pequeña y tapas blandas. Ni por edad, ni por época hubiéramos podido ser amigos. Pero ocurrió que el momento fue el propicio y tu historia, al final, también la mía.

Te recuerdo sentado al amanecer frente a la sabana inmensa de Sudáfrica. El olor de las flores de jacaranda perfumaba la brisa y al fondo caminaban las jirafas, con sus cuellos ondulantes como palmeras contra un cielo intensamente azul.

Eras un niño menudo y rubio sentado junto a la hierba quebradiza, amarillenta por la larga sequía. Dabas la espalda a la tierra roja colonizada y a la granja paterna en decadencia.

Delante de ti se divisaba una llanura infinita salpicada de acacias y mopanes.

El corazón descansaba sus sueños en tierra de nadie, mientras crecías entre dos mundos, el de la madre inglesa blanca y el de la nodriza negra zulú, unidas sus diferencias en un común empeño: el deseo de ser sin prejuicios, sin diferencias, sin sentimientos de abandono.

A medida que voy sumando páginas, acompaño tu pena cuando pierdes aquello que más amas y aún eres muy niño. Piensas que te duele el cuerpo de tristeza y los pájaros de la soledad ponen huevos de piedra en tu corazón.

Yo te comprendo. La soledad se enquista y pesa tanto, que uno lleva piedras en el alma y siente miedo, y el miedo se convierte en el timón que dirige tu vida.

Si, somos débiles, no somos centenarios baobabs desafiando el tiempo de la Historia, no estamos preparados para un mundo injusto.

Pero África es la tierra del canto ancestral y de la magia. Y tú y yo necesitamos que así sea.

El viejo hechicero viene con su música de cascabeles de serpiente y traza tres círculos de polvo blanco a nuestros pies. Nos recuerda que somos guerreros poderosos y cuando nuestra mente se enfrente a sus demonios, en su corto viaje para encontrar valor, nuestros nombres verdaderos nos serán devueltos.

Ponemos equilibrio en nuestros pasos, primero la cabeza, después el corazón, porque puede que el cuerpo sea pequeño pero la inteligencia es fuerte, y tiene la sabiduría de generaciones.

Las manos tocan al piano un himno que habla de resistencia y de unidad en una prisión donde todo es adverso. Los puños defienden en un cuadrilátero, con golpes contundentes, las palabras que el ansia de libertad no puede decir.

¡Hace tiempo que todas las que oímos suenan feas!, apartheid, paria, sucio negro… y van acompañadas de violencia, escupidas con asco y con desprecio.

En una inmensa marmita burbujean los caldos de cualquier ideología, el odio de bóers contra ingleses, de todos contra negros, del nazismo, de la segregación y la exaltación de la raza blanca, de una segunda guerra mundial que se evapora al sol, todo aderezado con una buena dosis de ignorancia.

La venganza es un plato que se sirve frío, y que se lava con la sangre de los inocentes.

A estas alturas ya eres un joven blanco cuya alma es de raza negra. Tienes mi respeto y el respeto de la gente de color, pero aún no eres consciente de tu poder.

Los negros ya te apodan el hechicero, que para ellos simboliza el que pone calma en todo conflicto, el forjador de la paz ,el que pone final a las largas sequías. Tu presencia es el motor que acelera la construcción de un nuevo país. Un héroe sin soberbia y sin medallas.

Los negros saben que la causa de la sequía y la miseria es la desavenencia entre los hombres.

Te piden esperanza. No te preguntan si es falsa o verdadera, porque cualquiera que ésta sea es mejor que no tener ninguna.

Te piden que les enseñes a leer, porque saben que la palabra es poderosa. Y les enseñas el idioma del hombre blanco, el que dicta las leyes de opresión.

Por primera vez las palabras verdaderas son hermosas y hablan de derechos inalienables, de igualdad, de que todo ser humano nace libre sin distinción por raza, sexo, religión ,o color de piel.

Por el camino pierdes batallas y ganas guerras. Eres el hechicero. Tu sangre es roja y se derrama como los atardeceres sobre la pradera y tus pies pisan firmes, como los del gran elefante macho en la sabana.

Ya nada te detiene. No peleas por el país de otros, peleas por el tuyo y por el continente de las grandes cataratas y las diez tribus.

Cuando tus pasos siguen nuevos rumbos recuerdas las palabras de los que al partir te dejaron pájaros de soledad en el corazón.

Si escuchas el viento escucharás las voces de tu vida”.

Todas ellas hablan del poder de uno. Cuándo la canción es única, los sueños en blanco y negro se cantan con una misma voz.

Tu eres el hechicero. Extiendes las manos y la naturaleza te colma de poder.

Extiendes las manos y las voces se unen en un himno de esperanza. Las voces son colores y encadenan palabras y las palabras hablan de un futuro sin miedo.

Suspiras mirando como en la lejanía la naturaleza sigue sus ciclos silenciosos, intentando pasar inadvertida. Fascinado contemplas el ballet acrobático de un grupo de impalas empeñados en huir a la carrera.

Las majestuosas águilas marciales llevan en sus alas el eco de tu nombre y lo dejan caer en los rápidos del río Orange, camino del océano y de ahí al mundo. Que todos sepan que África, por fin, está despierta.

Hay mucho por hacer, no te detengas. Esta tarea da para más que una única vida.

Los héroes viajan por sendas escondidas, con las botas gastadas, ligeros de equipaje, solo en compañía de valientes.

En la última página me siento inmensa en mi insignificancia. A ti la grandeza se te queda pequeña.

Antes de cerrar el libro aún te pregunto:

_¿Cómo pensar que eres poca cosa? .Mira lo que es capaz de hacer la fuerza de uno.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS