Empiezas a vivir…

Empiezas a vivir…

ESTEFANYA PARRA

10/02/2022

¿Qué duele más?, martillazos en un dedo por distracción o aceptar que se cumple el tiempo calendario en la vida de alguna persona. 

El uno es un dolor físico y el otro aunque no deja ningún moretón en la piel, deja un color gris en los pensamientos y las historias de amor por vivir más adelante se desgranan como la caracha de una herida. Nos gana la necesidad de querer ser la otra persona y buscar algún motivo más para seguir juntos.

Y la historia de desamor no está completa hasta que todo a nuestro alrededor está en congruencia. La dudas nos hacen presos de lo que quedó pendiente, las canciones para llorar por un rato se estrenan y algún amigo empieza una relación con quién siempre quiso. Es patético no alegrarse por la felicidad de un amigo, te lo dices así que dejas de lado tu sufrimiento y deseas lo mejor a la nueva pareja.

Empiezan los días cruciales en los que tu celular podría llorar por las músicas que reproduce. Pasa un mes y otro más. Pones el mundo al revés y aún en un día lluvioso el sol inesperado hace su aparición.

Un tiempo confuso hace que nos plantearamos la idea de aceptar la amistad de quién rompió nuestro corazón. No aceptamos aquella despedida. Las palabras «te extraño» quieren salir como aire de los pulmones. Buscamos la solución inmediata a nuestro dolor. Todo por no dejar lo que se había vuelto fantasía.

Luego llega el gran día en que se acepta que se puede construir el mundo en dónde estar solos es mejor. Entonces, con oro cubrimos nuestras heridas del corazón y lo reconstruimos como un objeto valioso a ser exhibido en un museo.

Se empieza a rehacer la vida, hay nuevos lugares por conocer, personas que descubrir y experiencias esperando por ti. Y aún cuando no está en tus planes ahí está nuevamente el recuerdo de ese antiguo amor para decirte «hola». Llega ese vacío en el recorrido. 

Y sabiendo que nada volvería a ser igual, respondes a ese «hola», ya no te interesa olvidar a nadie. Llega el final del proceso.  La seguridad de decir, te recuerdo, pero hoy te dejo ir para seguir viviendo toma más sentido. Abriste los ojos, te enfocas en nuevas actividades. Poco a poco superas esa historia que tuvo un final. Todo se queda en recuerdos y empiezas a vivir.

Vuelven a brillar esos ojos color miel. Sabes a quien quieres tener contigo, atrapas con tu sonrisa por el simple hecho de no defender una felicidad inagotable, sino construir instantes de alegrías.

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