Me despertó el timbre a las cinco de la mañana. Quien carajo te toca el timbre un martes a las cinco de la mañana, un forro que se equivocó, porque yo no estaba esperando a nadie. Y esperarte hasta las cinco de la mañana no va a pasar, así que para mi no era. No salí de la cama a contestar, que bronca. Ya me despertó.
Faltan una hora y cincuenta minutos para que suene el despertador. No puedo creer que no me voy a volver a dormir. Porque ahora es eso, no me voy a volver a dormir.
Tampoco me voy a levantar porque es muy temprano, así que me voy a quedar en la cama ronroneando. ¿Me levanto o no me levanto?
No, no me quiero levantar, es muy temprano.
Bueno, está bien. Me levanto y me tomo unos mates. Me levanto, voy a poner la pava, mientras se calienta el agua me lavo los dientes. Cuando termino de lavarme los dientes, el agua ya está caliente.
Me preparo los mates, improviso una mesa en el sillón y me pongo a leer. Me tomo dos mates y me quedo dormida.
Me despierto toda desesperada y babeada, faltan diez minutos para que suene la alarma, menos mal. Desde que suena la alarma hasta que salgo de mi casa falta una hora, así que sigo leyendo y mateando.
Suena el timbre. Otra vez. Quién será el pelotudo que juega al ring raje a esta hora. Me levanto. ¿Quién es?, pregunto ya enojada. Hola Lau, soy yo. Se me paró el corazón. ¿Yo quién? Respiré profundo porque ya conocía la respuesta pero no lo quería admitir. Soy yo, Fer! ¿podemos hablar?. Ahí bajo.
¿Es en serio que me venís a tocar el timbre? Pffffffff, bueno. Él ya me había visto recién levantada pero es que estaba despeinada, babeada, con el libro pegado en la cara, el pelo incontrolado porque me había ido a dormir después de bañarme, con cara de no me jodas y las neuronas se peleaban en mi cabeza para tratar de hilar dos ideas coherentes y encima la neurona que me daba la orden de caminar se estaba desperezando y la de sonreír a la mañana se despierta tipo doce, porque se queda trasnochando.
Con ese escenario mental, me puse un vestido arriba de la ropa de dormir, me até el pelo y me puse las ojotas. No tengo espejo en la puerta así que salí a la que te criaste.
Bajé en ascensor para no hacer ruido con las ojotas por las escaleras. Cuando me miré en el espejo del ascensor me asusté de mi misma. Que dura es la realidad a la mañana. Les que han dormido conmigo se ríen de mi cara de recién levantada pero es que doy miedo.
Llegué abajo con esa cara y esos pelos, él ya sabía a lo que se enfrentaba, lo había vivido antes. Giré la llave y lo dejé entrar sin hablarle. Intercambiamos un hola y le digo: «son las siete de la mañana y en un rato me voy a trabajar, ¿qué pasó?»
Se notaba que estaba nervioso, no sabía como hablarme. Mis neuronas ya estaban un poco más despiertas, un poco por el frío, un poco por los nervios y otro poco porque el mate había hecho efecto.
Se puso a jugar con los dedos, como hacía siempre que me quería decir algo y no sabía como. Yo ya estaba un poco impaciente pero no lo quería apurar porque yo sé que la mañana no es mi mejor momento y necesito armarme del doble de paciencia para no sacar lo peor de mí.
Suspiró fuerte y levantó el mentón como juntando fuerza y entre abrió los labios como para empezar a hablar y sonó el timbre de nuevo.
Y me despertó y a los dos segundos sonó la alarma de nuevo, me tenía que ir a trabajar. Ay nooo!!! y ahora, ¿cuándo más voy a volver a soñar con vos?
¿Qué me querías decir?
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