Nadie me ayuda

Nadie me ayuda

Paola Cano

07/02/2022

Huesos crujiendo, un cuerpo inmóvil, heridas por todas partes, la piel sangrando y la cabeza golpeada.

Un cuerpo masculino yace en el suelo de una modesta casita en el campo, ese cuerpo es el mío.

Antes de la tragedia, estaba montando bicicleta, solo por diversión, aunque creo que también es un buen ejercicio para fortalecer las piernas. Recuerdo cada vez que terminaba un paseo en bici, las piernas me dolían del cansancio y solía quejarme de ello; ahora mismo, desearía tener las piernas cansadas por mi bicicleta, en lugar de sentir el dolor intenso de unas fracturas.

Pasé por la casa de la señora Dolores, amiga de mi madre, me llamó amablemente para pedirme ayuda con sus bolsas de mercado, eran bastantes y fui a ayudarla con gusto, mientras contestaba todas las preguntas que suele hacer una mujer de su edad a un chico de mi edad: “¿Cómo va la escuela?”, “¿Cómo están tus padres?”, “¿Ya tienes una novia?”.

Amablemente y con paciencia las contesté todas para luego irme y continuar con mi paseo en bici.

Vi un hombre borracho que trató de tocarme buscando dinero, pero salí de casa sin mi billetera. Sentí mucho miedo.

El hombre olía muy mal, no solo tenía aliento a licor, parecía que no se hubiera bañado en unos días.

Aquel tipo me golpeó en la cara y en tono amenazante, me pedía que le llevara otra botella de trago, pero no tenía dinero ni edad para comprar licor.

Luego recordé a aquel sujeto; ese tipo había llegado a mi pueblo hace algunas semanas para mudarse y mi padre amablemente le ayudo a cargar sus muebles y mi madre me obligó a ayudarle a acomodar algunas cosas dentro de su casa. Desde que lo conocí me dio mala espina, conmigo no se comportó muy bien y me dijo cosas que me hicieron sentir incómodo.

Debo admitir que su aspecto había cambiado tanto que no lo reconocí cuando lo vi ebrio.

El viejo me estaba atacando, pero estaba tan borracho que no tenía un equilibrio estable; afortunadamente logré tomar una botella vacía y la quebré en su cabeza, logrando librarme de él.

Me monté en mi bici y moví los pedales tan rápido como pude y llegué a un lugar apartado, estaba cerca del lago en el bosque.

En el lago estaba una de mis compañeras de clase, estaba tomando un chapuzón.

Ella me vio y me invitó a pasar el rato con ella y yo accedí, así que jugamos un rato en el lago.

Debido a que no tenía una toalla, ella me ofreció a ir a su casa para secarme, yo le dije que sí, aunque ya se me hacía tarde para llegar a mi hogar.

Me di cuenta que mi compañera vivía algo retirado, por lo que logré comprender la razón por la cual solía quedarse dormida en las mañanas en la escuela, pues se levantaba muy temprano para llegar a tiempo y además tenemos muchas tareas y proyectos escolares en esta época del año.

Me sequé y tomé chocolate caliente que ella me dio para luego disponerme a llegar a mi casa, pero no pude volver con mi familia.

Ella me amenazó con hacerle daño a mis padres si no cooperaba, me vendó los ojos con una camiseta vieja que me permitía distinguir un poco, amarró mis manos con alambre de púas, golpeó mis piernas con tablas que tenían clavos incrustados, fracturó mis rodillas con un martillo y golpeó mi cabeza contra el comedor.

Desperté totalmente herido y completamente inmóvil, mientras ella me miraba de una forma escalofriante, mientras daba un discurso justificando sus actos.

Dijo que lo hacía por placer, no era nada personal, solo fui un chico infortunado que fue presa fácil para ella

Yo suelo ayudar a muchas personas, cuando puedo hacerlo. Ayudé a la señora Dolores, ayudé al tipo ebrio a acomodar su casa cuando recién llegó, a mis compañeros de clase los ayudo con sus tareas y por supuesto, a mis padres, pero a mí nadie me ayudo a sobrevivir.

Mis amigos decían que la chica tenía un trastorno o enfermedad mental y nunca fue tratada por ello, era un rumor que nunca creí, ahora me doy cuenta que tenían razón.

Etiquetas: drama suspenso

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