Afloran y caen, los libros se purgan en el olvido y sus autores mueren cual mártires ahogados en su propia tinta. Las columnas que sostienen nuestra entereza se desploman con cada verdad. Teatro de nuestras vidas y en ella los cobardes se cruzan de brazos y esperan a que bajen las cortinas. Son nuestros restos, los granos del tiempo que caen y se amontonan en las palabras, en lo que somos, en lo que tratamos de hacer. Frágil, todo va y viene en un sin sentido que marca los latidos, el poco tiempo que nos queda arruga nuestras manos, y así, en cenizas se escriben nuestras memorias. Nada se detiene pero tampoco avanza, es la vida, tan absurdo como fácil, tragamos la sal que nos deja el recordar para luego degustar el agua que nos brinda la euforia. A ciegas, hablamos sin pensar y respiramos sin vivir. Somos la parva de marionetas que todo dios quisiera crear.

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