Se remueve la tierra con gran estruendo, tiembla hasta el más mínimo hueco de los jardines, donde anidas las especies más curiosas, que corren como río acaudalado en turbión.
Y camina entre el suelo cinco vientos, que se sienten como rocas, tan firmes pero tan volátiles, uno de ellos me cierra la boca, baja con lentitud por cada monte, jugando y causando nervios a cada tallo del césped.
Otro de ellos revolotea ágilmente entre las arenas que apenas el sol llega a tocar, pero este no ha visto el campo, quien sabe si con alguna madriguera se fuese a encontrar.
Ya el tercero le acompaña con mayor destreza y se adentra en las aguas del caudal, al alba quisiera, al amanecer escuchar el nítido gemido de una voz que ya se goza, que descansará en solaz.
El cuarto espera afuera, jugando por los alrededores, dando vueltas por el suelo, observando si un tesoro ha de llegar. Entre la flora tan espesa se esconde, se arrodilla y se quiere recostar, llega el quinto y ofrece sus piernas para que el sueño pueda conciliar.
Y la tierra se estremece, a lo lejos el viento yace en la profundidad de sus pozos y la tierra parece decir entre murmullos que la visita quiere quedarse, la tierra asciende hacia los cielos y su centro recibe cinco flores, el sollozo hacia las nubes llega, y el suspiro en los labios queda.
Se remueve la tierra en su presencia, déjame dar un último suspiro, y lléname de tus frondosas selvas, juega en su interior, que tal vez el tesoro yace entre los brazos de el sueño, de un abrazo arropador que me cobija, que me calienta los pies.
Perdona, el jardín padecía sequía, cinco vientos y tu cuerpo, tus abrazos y tus besos, retorna un no sé qué en sus interior.
-Kristel.
OPINIONES Y COMENTARIOS