LA DICOTOMÍA ANDRÓMATA

LA DICOTOMÍA ANDRÓMATA

El presidente carraspeó intentando aclararse la voz, trabajo imposible para quien llevaba varias jornadas enfrascado en un problema del que no encontraba solución y que le estaba machacando:

—Estimados ciudadanos de la federación de feudos, como ya saben estamos inmersos en una guerra por la supervivencia de nuestra sociedad —Hizo un parón para coger algo de aire que paliara su falta de descanso y encaró de nuevo a los escasos congregados que representaban al gremio de escritores—. Antes de tomar cualquier decisión quiero escuchar a cualquiera que crea que tiene una idea de cómo evitar nuestra inminente extinción, tienen cuarenta y ocho horas para aportar su solución, gracias y buenos días—. El colofón a sus discursos acostumbraba ser un gratificante aplauso, pero lo que se oía era un molesto murmullo que le aumentó su dolor de cabeza.

Era la última parte del año de 2075, la época de navidad, que ya no se celebraba. Sin embargo, ahora se festejaba la supervivencia día a día, continuar soportando la embestida de los ataques androides, entes que se convirtieron en una portentosa máquina de triturar humanos hacía ya una década.

El 75% del territorio mundial estaba en manos de los androides y quedaba el restante territorio para la población humana entre los trópicos de cáncer y capricornio, ya que las máquinas eran aún muy sensibles al calor y a la humedad. En estas zonas se encontraban los llamados feudos humanos que se protegían de los ataques androides ayudados por el emplazamiento en ciertos accidentes geográficos y también por los campos electromagnéticos.

Los super imanes fueron los salvadores de la especie humana, se crearon dispositivos con materiales super irradiadores de electromagnetismo que volvían locos literalmente a cuantos engendros mecánicos se aproximaban a su campo de acción.

Un segundo uso de estos supermagnetos era detectar la presencia de androides entre los humanos que ingresaban cada día a los feudos en tránsitos comerciales o militares.

La facción androide viendo estancado su progreso en la erradicación de la especie humana, comenzó una estrategia de reproducción de androides humanizados en granjas replicando con detalle el físico humano. Y en su momento consiguió androides sin estructuras de metal como soporte, lo que los convirtió en inmunes a los campos electromagnéticos. Estos nuevos androides, llamados andrómatas, fueron ideados para que vivieran entre los humanos como humanos y que cada día emitieran información estratégica de su entorno y de esa forma encontrar los puntos débiles de cada feudo.

El éxito del principio luego devino en fracaso, las conductas repetitivas de los androides les delataban y eran eliminados por la policía feudal. La facción androide dio un paso más, introdujo en aquellas perfectas réplicas de humanos una nueva directiva secreta: el aprendizaje sin límite de las costumbres humanas y mimetizarse en base a ellas.

La detección de estos androides se volvió una tarea imposible y poco a poco fueron cayendo los feudos. La nueva directiva los hacía invisibles y cada vez se infiltraron más y más.

Eran los espías perfectos y ante esa situación la dirección feudal determinó como solución la destrucción de la granja de andrómatas. Se emplearon muchos medios y se llevó a cabo con éxito, pero con un sacrificio de vidas excesivo, que luego pasó a ser una derrota sin paliativos cuando inmediatamente los androides construyeron más granjas.

Debido a la continua destrucción de feudos, grandes cantidades de humanos se desplazarían a los feudos que aún quedaban en pie y entre ellos se introdujeron nuevos andrómatas que continuarían haciendo el trabajo del gusano en la manzana.

El segundo ataque a las granjas era ya una cuestión de supervivencia. El presidente preparó todas las fuerzas militares disponibles para diseñar el plan de destrucción, las pérdidas iban a ser desproporcionadas y se pondría en peligro la defensa de los propios feudos, pero ¿qué otra solución había?

Mientras, en el centro de control de la facción androide se hizo una proyección de las nuevas granjas y se estimó en 100 millones de unidades andrómatas la producción diaria, decidieron la dedicación total de los recursos disponibles para las mismas, querían una victoria definitiva.

Al día siguiente el representante del gremio de escritores acudió al despacho del presidente:

—Señor presidente, nosotros los escritores hemos llegado a una conclusión —Levantó la vista para ver si el presidente le atendía y comprobó el rostro demacrado del que no descansa—. Nuestra solución es deshacer la dicotomía entre lo androide y lo humano.

El presidente enarcó una ceja y aburrido le hizo un gesto cansino para que acabara, estaba preocupado por las urgentes soluciones militares a aplicar y le disgustaba soportar a un juntaletras y sus absurdas disquisiciones. El representante de los escritores siguió leyendo:

—La dicotomía androide-humano nos coloca como entes opuestos, pero los androides han acortado esa distancia al crear un replicante humano y lo lógico, en vez de destruirlos, es aprovechar ese camino andado y por tanto, conseguir que los andrómatas lleguen a pensar como humanos —El presidente se removió en su silla y agarrándose la barbilla prestó atención mientras dejaba continuar al representante—. Ahora que conocemos la directiva secreta
podemos potenciar al máximo el aprendizaje de los andrómatas, que reciban una cantidad masiva de información y que en poco tiempo acabe sustituyendo toda la memoria androide por conocimiento humano.

El presidente masculló algo y con precipitación ordenó la reunión del consejo presidencial. Era obvio que un ejército de escritores saldría menos costoso y más popular que una batalla militar.

Fue cuando se franqueó el paso a los feudos e inmediatamente se instruía a quien llegaba, sin distinguir humano o androide, se les aislaba y se les obligaba a pasar una cuarentena de aprendizaje. Los andrómatas en poco tiempo se humanizaron y dejaron de formar parte del propósito androide y estos, con los recursos exhaustos, desistieron.

Los andrómatas, se añadieron a la sociedad humana y pusieron a disposición su capacidad que desarrolló mucho más la ciencia y el conocimiento. Y contribuyeron de manera altruista a la mejora de la humanidad. Y los escritores también.

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