No tejen, pero desatan nudos..

No tejen, pero desatan nudos..

ESTEFANYA PARRA

15/11/2021

Y por alguna extraña razón, un día inesperado alguien necesitaba ser escuchado. Por la mañana como si el destino se encargará de dar una pista, este se encargó de colocar ante tus ojos una línea de texto que decía «siempre hay alguien que te necesita, y tú también necesitas» …

Si todo se tratará de una necesidad, de seguro recorriendo el largo camino de la vida te encargarías de adquirir aquello que te hace falta. Sin embargo, hay algo que no se puede comprar, ¿a qué me refiero?, ¡exacto! No puedes ir al mercado y comprar una persona con la que seas capaz de desahogarte y te escuche sin juzgar, no darte la razón, pero manifestar aquellas palabras que le dan alivio a tu mente y corazón. No, no es tan fácil, muchas veces y en ocasiones un completo extraño puede ser esa persona vitamina que te escucha solo por ser «tú» y cuando parecía que tu mundo se derrumbaba te estrechó en brazos y mencionó «todo estará bien».

Varias situaciones no se resuelven en un abrir y cerrar de ojos, sin embargo, escuchar «todo estará bien», es simplemente la frase más poderosa que los oídos pueden escuchar y la razón acepta para hallar la forma más viable de encontrar una solución a lo sucedido.

No con todas las personas que te hallas en el camino eres capaz de abrirte y contar tu vida, aquella experiencia traumatizante, la muerte de un familiar que significó un antes y un después, y mucho menos aquel acontecimiento que hace brotar un sin fin de lágrimas un día a las 3:00 de la mañana. Te sientes impotente como si unas cadenas invisibles cerraran por completo en una jaula la posibilidad de ir y pedir perdón o perdonar, salir sin esperar la fecha perfecta para decirle a quien amas lo que sientes y más que nada tener esa plática tan incómoda que saca por completo de tu vida a quien tiene unas acciones que no están acorde a tu proceder, pues disfruta de mentir, golpear o recalcarte las situaciones que no puedes enfrentar y muestra una superioridad frente a ti, que puede terminar solo cuando tú decidas decir «suficiente, ¡ya no más!».

Los días en el calendario tienen un nombre, pero cada una de las acciones y resultados que se dan hasta el final de los mismos condicionan muchas veces nuestra actitud frente a lo sucedido. 

Y circulando de forma ligera por la calle, bastó tener un denominado «mal día» para recordar aquello que hiciste mal, los errores que terminaron en una relación frustrada, la carga laboral que ha perturbado la condición física de tu pierna y el estrés que como un villano llegaba vestido de forma elegante para causarte todo tipo de malestar al pelear con tus pensamientos positivos. Tanto así que la cabeza parecía tener los minutos contados antes de explotar como un globo al ser tocado por la punta de una aguja. Aun de esta manera, lo soportaste durante la tarde.

Esperando tener un consuelo con tu amiga, confiaste en ella tus problemas. Al parecer hay personas que dan un mal uso a la denominación de «amiga», pues les gusta que tú creas en ellas, pero dudan cuando se trata de creer en ti. Algo raro, no obstante si te detienes a pensar aquella inseguridad se había generado porque estaba de por medio una relación amorosa que con la experiencia y maneras de actuar de la nueva pareja de tu amiga, tú te habías sincerado para dejar al descubierto a este individuo. No fue suficiente los años de amistad con quien suponías era tu amiga, porque al final entre su actual conquista y tú, el peso más.

Ahora estabas envuelta en situaciones sin sentido en tu entorno laboral. Tanto tiempo siendo una chica de personalidad bien definida que ahora por tratar de encajar con aquella amistad estabas siendo objeto de burla y comentarios poco acertados. Era hora de usar tú haz bajo la manga, era hora de decir un poderoso «no» y sobre todo darle paso a la oportunidad de aprender aquella lección que la vida en cuanto a amistades te volvía a poner en frente esperando que esta vez apruebes el examen que tenías pendiente.

Escuchabas con frecuencia el «eres buena persona», ahora mismo todo te estaba pasando factura. Los recuerdos llegaban y el frío de aquella noche los acompañaba. Por más que habías tratado no podías evitar dejar de ser buena persona, pero eran suficientes los acontecimientos de aquella semana para evaluar tu proceder. Era hora de reponerse.

Estabas triste, con el ánimo por los suelos. En esas cosas del amor aún te faltaba algún ingrediente o definitivamente había que cambiar de receta. Las amistades no estaban siendo la excepción, también lograron darte dolor, extrañabas quien eras. Esa persona llena de ilusión, aquella que se reponía con una buena canción, la que disfrutaba de salir a correr o caminar, quien preparaba deliciosos pasteles los domingos con los más pequeños de la casa, pasear en bicicleta con tu sobrina y algo más, alegrarles a quienes te tenían en su vida con esa sonrisa que se dibuja de oreja a oreja y está acompañada de ese hoyuelo en la mejilla derecha.

Antes de retomar aquello que te hacía bien había que desatar algunos nudos, como si estuvieras tejiendo un tapete y por alguna razón el hilo generaba un caos en el revés de su costura. No podías hacerlo sola, necesitabas de esa persona que te prestaría su tiempo para escucharte.

Entonces sentada en el sillón, le pediste a quien tenías cerca un rato para conversar. Empezaste con decir unas cuantas palabras y las lágrimas se presentaron para acompañar aquellas emociones experimentadas en aquel instante. Era hora de manifestar lo que sentías, contar lo que habías guardado, expresar aquello que la gente expresa y te molestaba, darte cuenta de los miedos que estaban acorralándote la vida y creías no tenerlos por pensar que alguien te detenía. Después de todo, se volvía más fácil dejar tu responsabilidad frente a tu futuro en manos de quien considerabas conveniente.

Los nudos eran notorios, pues las palabras al ser pronunciadas parecía que traían unas finas navajas que te sangraban la garganta. Sin embargo, decidida a reconstruirte expresaste todo lo que debías aquella noche. 

Quien te escuchaba era una persona de poca experiencia con la vida, pero con las palabras exactas para expresarte aquel día, pues tenía la convicción de opinar que…

Todo sucede como debe ser, en el momento indicado, con la persona perfecta y en el lugar exacto.

Muchas de las palabras que dijo quien te escuchaba resonaban contigo, te daban aliento a seguir y también te ayudaron a reflexionar sobre las situaciones que te quejabas y no merecían tener tu atención. Un lago de lágrimas emocionales derramadas fue el ambiente de una noche de desahogo. Todo eso fue necesario.

Con más claridad y con menos nudos que desatar en tu vida de acciones inconclusas, comprendiste que al ser escuchada también le dabas a la otra persona la oportunidad de mejorar su habilidad de escuchar a la gente, para continuar siendo quien a pesar de no tejer lograra desatar nudos en la vida de alguien más solo con el hecho de saber escuchar. Muchas veces ayuda más quien sabe del arte de estar en silencio y hablar cuando es necesario, que quien únicamente esta para mencionarte lo que debes hacer a cada instante y cuestiona tu proceder. 

Un abrazo selló aquel día traumatizante, al abrir los ojos de golpe. Este acto no se comparaba a ningún otro, porque la vida misma se encargó de hacerte notar que podías apoyarte en tu familia y en amigos que aun estando a la distancia compartían una cercanía emocional muy fuerte contigo.

Al final, era las 23:00 pm y estabas lista, lista para no olvidar que aún estabas con vida y tenías por delante mucho que seguir aprendiendo y enseñando…

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