Amo dormir, me encanta dormir, pero dormir con él me lleva a otro nivel de comodidad, de confianza, de amistad, claro, amistad porque con más nadie quiero compartir mi cama, sólo con él. Amo cuando nuestras piernas se enredan, cuando quedó exactamente bajo su barbilla, y mi oído queda muy cerca de su corazón, ¿Qué es más relajante que el sonido del corazón que te ha cautivado?, Es como una tonada que puede recordarte todo lo que has vivido, solo vuelas al ritmo de la inconsciencia mientras los brazos más fuertes y suaves que existen te arriman a un calor extasiante. Su respiración se me asemeja a las estrellas fugaces, pasan sobre mi cabeza cumpliéndome el deseo de su compañía, esa compañía que demuestra ser natural, o quizá erótica, suelo sentirla en mi abdomen, es como si llamarán a la puerta, como si quisiera hacerse notar, a veces me confundo porque las erecciones durante el sueño suelen ser involuntarias, pero mi osadía no me permite tomarlo a la ligera, se que es una invitación, se que son las ganas del día anterior, y una dama no debe rechazar el cortejo de su caballero fiel. El lado negativo de dormir, es tener que despertar, pero, ¿como no amar despertar? Si te espera un buen primer polvo del día, si esos brazos te abrazarán conscientemente, si el primer deseo del del día será cumplido al escuchar su voz, si esa respiración podrá ser más intensa en medio de un beso, si ese corazón se acelerará sólo con verte caminar de lejos. Jamás me sentí tan desesperada por que amaneciera, ya quiero despertar.
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