Una sirena varada lloraba junto a las rocas de los riscos. Por cada lágrima derramada, el mar derribaba a cualquier barco que en su piel navegaba.
Sirena hija de mar, ¿De quién te fuiste a enamorar?
Tus ojos lloran sangre del padre que te crío. Esperabas que a tu amor nunca le dijeran no.
Sirena deja de llorar, por tus lágrimas otras mujeres perderán a sus barqueros, entre las fauces de tu padre morirán los amores de otras y la tormenta de dolor perdurará por la eternidad.
Lloras tú, lloran ellas y los recién nacidos del amor no verán las estrellas en ojos paternos. Más en el ocaso posarán ojos al cielo, imaginando que el buen Dios del cielo pactó con el mar para que en su manto los barqueros pudieran navegar.
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