En la noche callada, en el suspiro de la oscuridad llega el dichoso vaivén de fantasiosas veladas. Cuidando el paso, arriba lentamente a los cansados ojos con gentileza y suavidad, para convertirse en una linda armonía que encamina a otras realidades, a otros lugares donde todo es realizable; pues los sueños dejan de ser abstractos para convertirse en ilusiones dulces y cálidas, o en el peor de los casos una abrupta pesadilla que no deja lugar más que a una dolorosa dolorosa imaginación traumática.
Cuando cierra los párpados lucha ligeramente por decidir si ceder o prolongar el sabroso pesar. Lentamente acaricia su cabello, su rostro, se detiene en las mejillas dejando que crezca y penetre profundamente aquel apapacho.
Se percatan sus tímpanos del estruendoso y apabullante silencio que reina en las cosas, menos en sí. Pensamientos intrusos van desarrollando las más increíbles historias que van en rumbo a pintar de colores el más allá.
Intenso el despliegue de imágenes, se haya viéndose a sí en un espejo. Logra visualizar la paz pero no por completo, se avecina una gran angustia. No soporta ver su imagen desnuda en el espejo, mientras su alma es violada con gran crueldad por su mismo ser. No puede aguantar un segundo más, hasta que por fin su dolor es apaciguado. Ha regresado en sí para contemplar el fin de la fría e intoxicante noche, para dar paso al siguiente alba con la que llega la vejez.
OPINIONES Y COMENTARIOS