Cabizbajo se desliza por el polvoriento camino, serpenteando por el accidentado paraje. Vuelve la vista hacia atrás. Jamás quiere volver, lleva en su interior el despecho ahogando sus sentimientos. Cada día esgrimió sus mejores intentos por salvar su corazón pero al final de nada valió su esfuerzo pues solo recogió los despojos y desapareció con el atardecer. Hizo un vestido y teñido con él se derrumbó sobre el silencio. Es fácil escribir sobre la muerte, es fácil soñar. Hay tiempo de sobra para soñar. Pero nadie sabe de los olvidados. Ellos son las voces que deambulan por la montaña, son dueños de la penumbrosa soledad, son los huéspedes que espantan los vivientes. Pobres ecos encadenados a la eternidad esperan su libertad, aunque en su mente derrotada no saben discernir el rumbo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS