Sueño literario (8×8)

Cuando anhelo transmutar mis pensamientos, en perpetuos entes virtuales, utilizo la maravillosa codificación ASCII, pero sucede que mis manos se sosiegan frente al ordenador. ¡Sí, como piezas de ajedrez! esperando el momento clave para entrar en acción.
Siendo el oponente negro en el juego de la composición lúdica, mi reino físico lidia con el reino de la creatividad, la inspiración y la sutileza. Caballos y alfiles albinos protegen a la soberana musa, la cual juega su estrategia, me seduce, desde la distancia, en este campo minado de texto, sabe que la deseo y coqueta plasma su imagen en el estandarte del rey níveo, señalándome la entrada a su bendito espacio creativo. ¡No te detengas… ven a mí! … — Sí, mi señora. Respondo.


¡Qué maravilla de reino! desde mi perspectiva se antoja exquisito, sólo los más hábiles y valientes en el planteamiento del discurso, merecen entrar. Como Magnus o Nakamura, deseo conocer los secretos de cada partida creativa, poseer el arrojo para afianzar un gambito de dama, sacrificando mis piezas de tiempo, con tal de avanzar y dar mate, al contrario.

¡He aquí! el principal problema para mi hueste inexperta y analfabeta, sin el conocimiento literario, requiere un titánico esfuerzo romper estas primeras líneas de defensa enemiga, al momento de componer prosa. El rey blanco, poderosamente enrocado en su bastión es mi pensamiento, tan inquieto y atroz, divertido lanza ideas como flechas al azar. Esperando en la segunda línea del teclado, evitando romper filas, aguardan mis dedos como fieles peones en silencio, avanzando una letra a la vez, una palabra… temerarios, cuidando la ortografía improcedente, con fe de llegar a coronar un párrafo completo.

¡Oh, Rey de armiño! me tienes de rodillas, soy presa de la impaciencia, ante ti cedo, mi gastado tiempo, mis extraviadas ganas y el poco valor que posee este archivo digital; legado de un rey oscuro, que ha perdido posiciones y aún lucha, con tal de arrancarle a tu estro, el néctar divino para el artista que teje grafemas. 

Musa blanca, inspiración bendita me arrinconas, en una casilla yerma, obsérvame aquí frente a la pantalla, esperando capturar tu rocío y sembrar una historia fructuosa. ¡Sólo te ruego una gota! tal plebeyo a María Antonieta, una simple migaja de pan. Blanca dama, no comprendes que los opuestos, al final somos el mismo ser: rey y peón, blanco y negro, corazón y mente, palabras y numen, sin ti nada soy… sin mí no existes… ¡que desesperación!

Mis caballos … mis alfiles … mis torres han caído … el juego casi ha terminado, sólo queda mi pobre dama negra, lidiando ante esta página vacía, incomprendida por su hermana alba, defendiendo la oportunidad de obtener al menos una cuartilla de la historia soñada por mí. ¡Que deficiente valía tengo, como rey negro! Un aspirante a escritor, impotente al ordenarle a su cerebro una simple instrucción: ¡inspírate y escribe! 

He aquí, mi pueblo ejecutado, muerto ante el ingenio que lascivamente se me escapó al ASCII. Después de la ardua batalla, el resultado es una simple línea, que sobrevivió al embiste de la locura, la masacre de palabras que ni siquiera se dieron cuenta de su existencia en el monitor. Una escena bélica, que deja ligeros rastros de lo que pudo haber sido una amena lectura… 

¡Qué! Un mensaje ondea desde la atalaya blanca … jaque mate.


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