Ramón y su adicción
Ramón es un adolescente que vive en la soleada Sevilla y tiene un defecto muy común: es adicto a su móvil.
Tiene el móvil que está de moda y eso es únicamente lo que le hace feliz. Sus padres le repiten una y otra vez que deje ya el móvil, que existen más cosas en el mundo. Ramón, indiferente ante dichas advertencias, seguía enganchado.
Su hermana le decía que tenía que dejar la puerta de su mente abierta al mundo, pero él se cerraba a todo siendo su móvil su única obsesión.
Entre partida y partida, entre foto y foto, pasaban los minutos, las horas, los días… Ramón era un auténtico esclavo de la pantalla luminosa.
Hasta que llegó un día en el que Ramón observó unos raros destellos en su móvil, poco a poco esos destellos se fueron transformando en unas ráfagas de luces de colores cargadas de imágenes difusas que fueron transformando lo que le rodeaba, invadiendo todo su espacio y trasladándole a otro mundo, un mundo sobrio, austero, diferente…
Desde luego Ramón no se esperaba tener que recorrer tanto para llegar al Instagram, ni tampoco ver sus fotografías en tres dimensiones.
¡Imaginaos la sorpresa de Ramón! Al principio se asustó, pero poco después se alegró al pensar que sus padres y su hermana jamás le darían más la lata mientras él pasaba todo el tiempo que quería apegado a su idolatrado móvil ¡Qué gozada!
Los primeros días fueron geniales para él. Vio videos de Youtube en primera persona… ¡Mejor que la realidad virtual aún! Escribió varios Whatsapp saltando sobre las teclas… Se armó de una super pistola para matar a los enemigos pixelados… Para dormir se construía una casa en el Minecraft y para comer sólo tenía que abrir el Pacman.
Se lo pasó genial, pero cierto tiempo después empezó a tener un poco de morriña de su familia, al principio no era más que eso: morriña, sin darle mucha importancia. Pero poco a poco esa sensación de ausencia creció y creció hasta que llegó un punto en que se hizo insoportable. No sabía como salir ni como contactar con ellos. Aunque realmente esto último era sencillísimo y no tardó en ocurrírsele a Ramón.
Galopó a toda prisa hacia el telefonillo azul y se abalanzó sobre el número de su madre. A los pocos tonos su madre cogió el teléfono.
Madre: Ramón… ¿Eres tú?
Ramón: ¡Sí, soy yo!
Madre: ¿Dónde demonios te has metido? ¡Hemos denunciado tu desaparición! ¡Todo el mundo te está buscando!
Ramón: Mamá… estoy perdido en el mundo digital de mi móvil. ¡No sé cómo salir!
Madre: ¡Ramón no me tomes el pelo! ¡Estoy muy preocupada por ti! (Exclamó llorando su madre)
Ramón: No te estoy bromeando…
Madre: ¡Pero qué dices! ¿Cómo sé que no me mientes? ¡Demuéstramelo!
Ramón: Es muy fácil mamá. Si me hubiera ido a cualquier sitio, ¿Me hubiera dejado el móvil?
Me lo hubiera llevado conmigo, sin embargo, mira en mi habitación.
Al otro lado del móvil Ramón sólo distinguía sollozos, pero al rato escuchó también el sonido inconfundible de la vetusta puerta de su habitación. De pronto Ramón divisó en su cielo virtual la singular cara de su madre y gritó:
¡Si! ¡Aquí estoy! ¡Atrapado!
Y cortó la llamada, no quería quedarse sin saldo, ¿Cómo contactaría después si no?
Al rato en su cielo digital se fueron añadiendo dos sorprendidas caras más: su padre y su querida hermana. Ambas preguntándose cómo había podido pasar y qué hacer para sacar a Ramón de allí. Fue al fin su hermana a la que se le ocurrió una idea que podía sacarle de aquel embrollo…
Empezó a escribir un mensaje de texto en el que le daba las instrucciones de lo que debía hacer.
Tenía que dirigirse a la Apple Store, buscar el mejor antivirus (gratuito por su supuesto) e instalarlo sin más demora. Así lo hizo y al ejecutarlo, un torbellino de luces multicolores le rodeó y comenzaron a girar cada vez más rápido hasta llegar a una velocidad vertiginosa que le arrastró hasta que, sin saber muy bien cómo, le llevó a estamparse contra la chirriante puerta de su habitación.
Madre: Ramón, ¿cómo narices podías estar atrapado en ese estúpido cachivache?
Ramón: Si lo supiera no estaría tan sorprendido.
Madre: ¡Ay!!Pero que susto nos has dado! Te quiero mucho hijo.
Ramón: Y yo a ti mamá. Te prometo que a partir de ahora os haré caso y, hermanita… dejaré abierta la puerta de mi mente… ¡Te lo aseguro!
FIN
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