El número de gente que anhelaba trabajar en la fábrica de ropa, superaba la mitad de la población. Jóvenes, adultos y ancianos desesperados buscaban puesto en la fábrica.
Toda persona que ingresaba en aquel lugar, no se retiraba hasta jubilar, y los jubilados se referían a la fábrica como uno de los mejores lugares para trabajar.
Jamás me pareció extraña la fábrica, todo marchaba bien con mi trabajo… Pero, llegó el día de mi cumpleaños, y una de mis hijas me regaló una pequeña cámara fotográfica que fácilmente podía guardar discretamente en los bolsillos.
Decidí atesorar mis últimos meses en la fábrica previo a jubilarme, guardando así la felicidad conmigo.
Llegué a la casa, vi las fotografías que tomé…
Aquel hombre mintió a millones de personas que confiaron en su bondadosa salvación laboral.
Drogados estábamos todos antes de trabajar, ahora entiendo porqué prohibía los celulares, no era solo para no distraerse y enfocarse en el trabajo, nunca vimos las deplorables condiciones laborales.
Todos los días de trabajo, puntualmente, ese energúmeno esperaba en las puertas de su infierno, antes de la llegada de los trabajadores, a quienes antes de entrar a la fábrica, hacía entrega de un pequeño vaso con un líquido extraño en su interior…
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