«UNAS VACACIONES DIFERENTES»

«UNAS VACACIONES DIFERENTES»

©2021Susana Brusco

*Este cuento fue presentado en la Intendencia Municipal de Canelones (Uruguay) en la convocatoria del Dpto. de Adulto Mayor «CANELONES CUENTA CON VOZ», una propuesta para personas mayores de 60 años de la localidad, que fueron invitadas a escribir cuentos para niños en pandemia, en plena época de encierro y clases virtuales, con la intención de propiciar la  comunicación entre generaciones.

Fue premiado y será publicado en formato audiolibro, para luego ser distribuido en distintos centros educativos. El autor, recibirá a cambio, una devolución material de los pequeños inspirada en la propuesta.

La comparto  aquí con ustedes con la intención de ampliar el alcance y que pueda así ser disfrutada por muchos niños y abuelos.


Los días del último verano en el campo se hicieron insoportables. Con calor agobiante transcurrió un mes de enero lento y pesado. Por la pandemia, Andrés y Mara no tuvieron más remedio que ir a pasar sus vacaciones lejos del mar, en casa de la abuela Berta.

Aburridos más que nunca, su único entretenimiento era molestarse el uno al otro y provocar al Kirucho, el perro labrador que los acompañó toda la temporada. Cuando escapaban a las recomendaciones de la abuela de «quedarse a la sombra» y «mejor adentro que está más fresco», los niños elegían la escalera de atrás, la de la baranda rota, la de escalones de chapa oxidada que conducía hasta el altillo donde se guardaban los frascos de conserva y los baúles de retazos, que su querida Nonita cuidaba con esmero en prolijo orden.

Mara siempre elegía la pollera verde que había usado su madre cuando tenía su edad para disfrazarse de princesa. Andrés prefería un trozo de tafeta azul que ataba con una cuerda al cuello y lo convertía en héroe inmortal. Una caña roja gruesa y larga era su espada, su arma letal, su poder especial, su defensa segura. A pesar del calor, soportaban esa ropa con agrado y creaban un mundo fantástico lleno de ruidos extraños y misteriosos. De tanto en tanto, se oía un lastimero ladrido del Kirucho, en reproche por alguna molestia que los niños le causaban adrede.

– ¡No le tires de las orejas, Andrés! ¿No ves que le duele?

– ¿Y tú? ¿Por qué lo hiciste correr hasta el arroyo si estaba cansado?

Un día, la tía Betty llegó a pasar sus vacaciones con los niños, el perro y la abuela. Si Betty no venía, Berta iba a sucumbir del cansancio. Ya no era la joven abuela de otros tiempos y las tareas domésticas seguían reclamando su presencia. Cuidar de los nietos, era demasiado para ella. Así que la decisión de Beatriz de pasar sus vacaciones junto a sus sobrinos, significó un gran alivio; tuvo ayuda en la cocina y ya no estaba tan cansada a la hora de atender a los pequeños.

Enseguida, la tía Betty puso orden:

– Mara, tienes el vínchuco en la oreja… ¿Es cierto que ayer desde arriba de la escalera le tiraste un baldazo de agua al Kirucho?… ¡Uy! Ahora el vínchuco saltó al hombro izquierdo de Andrés… Parece que cuando la abuela no te veía abriste un frasco de dulce y te pintaste manchas de sangre de tomate en la pierna para hacerle creer a tu hermana que estabas herido de verdad.

¿Qué vínchuco? ¿Quién te dijo? ¿Cómo sabes? La tía los miraba más seria que nunca y los niños no podían entender cómo ese misterioso personaje, el “vinchuco”, era capaz de alertarla de todas sus picardías.

– ¿No sabías Andrés? ¿Nunca lo viste Mara? Estuvo siempre en esta casa. Vive en el agujero del tercer escalón. Desde allí los observa y siempre me cuenta todo.

La tía Betty observaba a sus asombrados sobrinos:

– El vínchuco llegó hace mucho a esta casa, antes que su madre se disfrazara de… bueno… ya saben. Nosotras también pasamos veranos lejos del mar. Hubo muchas vacaciones que los abuelos no pudieron llevarnos. No había pandemia, ni tapabocas, pero… ¡faltaba plata!

Atrás del enorme baúl que contenía trapos y disfraces, había una gran caja de cartón. Dentro, apilados, un montón de diarios viejos, hojas de garbanzo amarillas, envejecidos paquetitos de papel glacé, cinco enormes pliegos de embalaje azul, unas resmas de papel de mimeógrafo, varios cuadernos de hojas lisas y unas pocas hojas “Tabaré” de las que se usaban antes para hacer los deberes.

La tía Betty les sugirió una idea.. ¡Por qué no emplear tantos y tan variados papeles en divertidos plegados! Les sugirió convertirlos en animalitos de distintos tamaños, formas y colores; podrían hacer peces, jirafas, perritos, pulpos, cerditos, conejos, algún ratón, mariposas multicolores y… hasta una ballena azul.

En eso de buscar en internet en sus computadoras escolares, Andrés y Mara eran campeones. Manejaban a la perfección la barra del buscador web y lo único que tenían que hacer era escribir en ella “como hacer plegados de papel” o simplemente, la palabra “origami” y seguir los pasos que se indicaban en los videos y tutoriales.

– ¿Así de sencillo? – dijo Andrés muy interesado. Es que eso de inventar cosas le gustaba mucho y plegar papeles, más. Una vez hizo un avioncito en clase, con una hoja de dibujo y se lo tiró a su amigo Joaquín. El avión dio volteretas por el aire y, sin que la maestra lo viera, aterrizó justito, justito, ¡en el banco de Katy, la niña rubia que tanto le gustaba! Sonrojado le dijo que era para ella, que lo guardara para siempre como recuerdo de él.

– Entonces…podríamos hacer muchos ¿verdad? – A Mara la idea también le gustó. Tendrían regalitos para hacerle llegar a sus abuelos, a sus amigos, a la maestra, a sus padres.

En fin, los niños sintieron de pronto que, si se esmeraban y practicaban, podrían hacerle llegar sus “animalitos origami”, a todos aquellos que tanto querían y que, muchas veces sobre todo en el último tiempo, habían tenido pocas oportunidades de ver en persona.

Imaginaron las mesas de cumpleaños de sus amigos adornadas con sus plegados de papel, la repisa del comedor de los otros abuelos, la mesa del taller de su papá y la máquina de coser de su mamá. A la tía Betty, le harían unos especiales, para que cuando trabajara en su compu de manera virtual, sus compañeros de oficina pudieran ver por zoom los regalitos de sus sobrinos. A la Nonita, en agradecimiento, le dejarían algún plegado muy especial; el que a ella más le gustara.

– Veamos… – dijo Andrés mientras ponía manos a la obra. Enseguida encontró el significado de la palabra “origami” y muchos videos en youtube, con explicaciones muy claras para hacer sencillos (y no tan sencillos) animalitos de papel.

Empezaron por el pez. Le hicieron algunos cambios y lo convirtieron en una graciosa carita de perro… luego, al perrito lo convirtieron en gato y… en cerdito… y en conejo… Con los días, fueron perfeccionando las técnicas y los animalitos salieron más graciosos y completos cada vez. Hicieron un pulpo, una ballena azul, ¡y muchas mariposas multicolores!

Un día Andrés le propuso a su hermana hacer un dinosaurio. Un “origami T-rex”. Ambos siguieron atentos las indicaciones del video y pidieron ayuda a su tía que, tan entusiasmada como los niños, veía crecer aquel zoológico de papel que ya ocupaba todo el altillo. Algunos animalitos los acondicionaron en maquetas de cartón con suelo de pasto hecho con yerba y arena pegada, lagos con trozos de celofán azul y hasta plegaron pequeños tulipanes para adornar la pradera donde pastaban vacas y dormían la siesta gatos y cerditos.

Hicieron un perrito que les quedó igualito al Kirucho y le pusieron su nombre. Lo colocaron junto a una casita de cartón y le pintaron una letra “K” encima de la puerta.

Desde aquel día que Betty les dio la idea, ya no hubo más siestas ruidosas ni quejidos de perros. Solo silencio y risas reinaron en el altillo durante el resto del verano. Cuando la tía se tuvo que marchar porque su licencia terminó, se fue con su bolso cargado de regalos hechos por sus sobrinos. Algunos los puso en su mesa de trabajo y otros se los hizo llegar a sus padres y demás familiares que tanto extrañaban a los niños. Una gran cantidad se los entregó a la maestra cuando abrieron la escuela, para que los mandara a sus compañeros de clase junto con las tareas.

Los animalitos tenían un cartel pegado que decía: “De parte de Mara y Andrés, con cariño para ti”. Todos los recibieron con alegría. Al poco tiempo muchos amigos copiaron la idea y empezaron a fabricarlos ellos también. Algunos plegados resultaron muy ingeniosos y elaborados. Les pintaron ojitos, hocicos, bigotes y bocas para hacerlos más reales.

Cuando un pez amarillo y un conejo violeta llegó a las manos de Enrique, el niño se sintió feliz porque supo que su querido amigo Andrés estaba cerca de él. Pegó los plegados en las tapas de sus cuadernos y, en agradecimiento le escribió un cuento fantástico de esos de ciencia ficción que tanto le gustaban, y se lo hizo llegar a su amigo. Los personajes eran justamente, un pez amarillo y un conejo violeta. Le inventó un título con letras de colores y al finalizar el mismo escribió: “Colorín, colorado, para un amigo que no he olvidado”.

Teresita también se sintió contenta con el regalo de Mara, plegó un gatito igual al que su amiga le había hecho llegar y confeccionó con él una hermosa tarjetita troquelada que le envió como regalo el día de su cumpleaños. Decía: “Pelusita te acompañará por mí en tu día feliz”.

Un adolescente uruguayo, Gabriel Rodríguez, que ya está en el liceo, perfeccionó su técnica, se animó a participar en el concurso «Origami by Children» realizado en Estados Unidos y ganó un premio con su escarabajo asiático, el “Cyclommatus Metallifer”, diseñado por el famoso origamista Satoshi Kamiya.

En definitiva, Mara, Andrés y muchos más, pensaron que eso del “origami” o “papiroflexia”, era una idea genial. Desde entonces, pueden estar junto a sus seres queridos aunque no les sea posible visitarlos en persona. Al menos, hasta que no haya más pandemia…¡Y ojalá que eso sea muy pronto!

DEVOLUCION DEL JURADO – OCTUBRE 2021
ENTREGA DEL DIPLOMA POR EL SR. INTENDENTE DE CANELONES YAMANDÚ ORSI
LOS SEIS PREMIADOS DE CANELONES
En la premiación en el TEATRO POLITEAMA de Canelones (capital)
CON EL SR. INTENDENTE DE CANELONES PROF. YAMANDÚ ORSI
CON MI ADORADO GUILLERMO EL DÍA DE LA PREMIACIÓN
En el MUNICIPIO DE CIUDAD DE LA COSTA
Presentación del libro en Feria del libro, IMC 2022

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