Sube pesadamente las pocas escaleras que dan hacia dentro de la caja alargada, móvil, iluminada y provista de múltiples e incómodos asientos. Inserta circunferencias de distintos tamaños hasta dar con el monto exacto. Camina lentamente mientras decide dónde tomará sitio. Llega hasta la última fila, observa que un extremo se encuentra ocupado por lo que toma lugar en el lado opuesto. Mira hacia afuera. Pabellones techados, más bípedos hay esperando otra dirección. Los rayos solares caen de forma intensa en sus párpados, haciendo sentir calor y descanso. Inicia una nueva travesía.
La caja tendrá que enfrentarse a peligros de distinta índole a lo cual ya está acostumbrada. Preparada con nuevas maniobras, evitando en el mar de concreto tener un encuentro tan cercano con otro objeto ya sea móvil o no. Se desliza con velocidad, el entorno se vuelve borroso.
Organismos sin nombre abordan la caja, cada vez más y más. La caja está llena, unos contra otros, muy juntos permanecen. Suben y bajan con destino aparente. Pelean, luchan por llegar a ese destino, abriéndose paso entre ese microcosmos multitudinal. ¿Llegarán a su destino? Pregunto siempre.
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