Durante décadas, las madres argentinas decían a sus hijos e hijas: “tengan cuidado con lo que hablan en la calle, lo más peligroso para quienes están en el poder son las ideas, los sueños y el conocimiento, mejor quédense adentro”.
Desperté esa noche en una planicie inmensurable, atravesada por una espesa niebla. No estaba sola, éramos muchos jóvenes, seguramente llenos de ideas, de sueños, de proyectos. Alguien, no sé quien, nos había atado las manos y dejado en ese lugar a nuestra suerte. Eran inútiles nuestros esfuerzos por zafarnos y nuestros gritos implorando que nos liberen, todos habíamos desobedecido a nuestras madres.
De pronto, ese mar de suplicas, de bullicios, de puteadas, se transformo en un silencio tenso; se escucharon ladridos. Ellos también estaban en la espesa niebla; esos hombres que siempre iban armados y disfrazados de “orden”.
Entonces todos, al unisonó, comenzamos a correr, desesperados; teníamos que escapar. Sabíamos que si lográbamos perdernos en la penumbra algún día volveríamos con más fuerza que nunca. Sabíamos que seríamos una parte crucial para la vuelta de la libertad; añorábamos ser un pueblo libre.
No recuerdo cuanto estuve corriendo, los minutos se convirtieron en días, en semanas, en meses, en años. Mis piernas ardían y mis pulmones estaban por explotar; necesitaba parar. Me detuve un segundo y fue en ese momento cuando sentí unos colmillos afilados perforar mi pierna izquierda; me habían atrapado. Sentí, en ese momento, un caminar lento y pesado a mis espaldas. Era un hombre, con un revolver en su mano derecha. Intente incorporarme pero ya era tarde, se paró frente a mí y sentí el frio metal en mi frente. Solamente cerré los ojos, pensé en mi hija y escuche un disparo.
Desperté sobresaltada, con el corazón por explotar. “La pesadilla de siempre” pensé. Encendí el velador, tomé del cajón una vieja foto de mi madre, la observé unos segundos y miré el reverso donde, siendo una niña, había escrito una frase muy chiquita: “Como te extraño mamá. A veces sueño que estoy en tu cuerpo, junto a todos tus amigos y amigas, espero que solo sea una pesadilla; espero que solo sea un mal sueño y que, algún día, vuelvas a casa”.
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