Era la única casa que no había sido demolida en la cuadra. Rodeada de edificios nuevos, se resistía a desaparecer.
Cuenta la leyenda que la casa estaba embrujada, nadie se atrevía habitarla ni comprarla.
Era el hogar de una gran comunidad de gatos de distintos colores. Ellos la custodiaban.
La casa había sido construida con mucho sacrificio y amor por el matrimonio Garay.
Su hogar, era una mezcla de museo y hospital. Siempre todo impecable y nada fuera de lugar.
Era una pareja muy enamorada y feliz.
Al morir, pidieron que sus cenizas fueran esparcidas en el jardín.
Las malas y viejas lenguas del barrio, cuentan que la Sra. Garay era hechicera, había hecho un conjuro para que su casa se mantuviera siempre bella y nueva.
Amaban tanto su hogar, que no habían querido tener ni hijos ni mascotas.
Unos años atrás, una familia había usurpado la propiedad.
A los pocos días, espantados, abandonaron el lugar.
Asustados, comentaron en el barrio, que de noche escuchaban el fuerte latido de dos corazones.
Durante el día, el silencio los aturdía. La casa se limpiaba y ordenaba sola. Una entidad, les preparaba la comida, que no comían por miedo a que estuviera envenenada.
A la habitación principal, nunca pudieron entrar, cada vez que lo intentaban, veían a una pareja copular.
Al ser okupas, estaban habituados a las casas llenas de fantasmas pero como ésta no habían visto nunca.
Nadie comprendía cómo el césped estaba siempre cortado.
En invierno, la chimenea se prendía sola.
Todos los mediodías, se sentía olor a comida.
Era una casa embrujada con muchas ventajas, el tema era aguantar las travesuras de los fantasmas.
En una pared del comedor, una mano invisible escribía poemas de amor.
A la biblioteca, era imposible entrar, apenas abrían la puerta, les tiraban libros como misiles.
A cierta hora, los gatos hablaban como humanos. Repetían publicidades que escuchaban en la radio.
Si prendías la ducha, una voz de soprano cantaba ópera.
No podías prender el fuego en la parrilla, una jauría invisible con sus ladridos te lo impedían.
En el sótano, a la madrugada se prendía el equipo de música y giraba la bola de cristal. Se veía al matrimonio de fantasmas, felices danzar.
Cada año, los 15 de julio, los 9 de abril y los 10 de agosto, de la casa tiraban fuegos artificiales. Nadie sabía quién los prendían ni por qué en esas fechas. Suponían que eran aniversarios de la pareja.
En el living, pasaba algo especial, entraban y se tentaban. No podían dejar de reírse.
La terraza era peligrosa, daban ganas de tirarse al vacío.Los okupas, comenzaron a extrañar a la casa embrujada. Pese a las complicaciones, se habían encariñado con los fantasmas.
Era un hogar donde se respiraba amor.
Decidieron volver y hablar con el fantasma del Señor Garay.
Llegaron a un acuerdo. Vivirían todos juntos. La familia de los okupas, cuidarían la casa como si fuese suya.
Los Garay, se quedarían un tiempo más, hasta que los nuevos habitantes conocieran las reglas del hogar.
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