La leyenda del charro negro

La leyenda del charro negro

joel lozada

23/08/2021


La
leyenda del charro negro

No le faltaba empuje ni el deseo, a Andrés Rojas le faltaba linaje. La niña Herlinda gozaba de un ancestral abolengo y de mirar a Andrés Rojas por encima del hombro. Era tan bella como altiva y arrogante. De cuerpo tan bien dibujado que en la sesera de Andrés se le fue metiendo la idea de hacerla suya, por las buenas o por las malas, echando mano de alguna mangana. Sin embargo había un problema, Andrés no tenía ni un medio, no era charro, ni estaba tan bien plantado como para enamorar a una catrina, ni siquiera a una tan boba como Herlinda.

-¡Que me pudiera armar con buenas espuelas, sarape veteado y un traje de media gala! Si me pudiera pasear bien montado por la acequia de La Viga, florear la reata y tener el verbo que tienen los bachilleres. Ya estarías, Herlinda, suplicándome que te quisiera, y yo te haría mía como se me diera la gana, para botarte después como a una de las troyas de la Candelaria.

Estos pensamientos acompañaron a Andrés Rojas hasta convertirse en obsesión. La situación llegó a tal extremo que Andrés, un día, juró que vendería su alma con tal de poseer lo que tanto deseaba. Desde luego que las almas en venta solamente tienen un postor y aunque existían almas mucho más atractivas que el alma sin lustre de Andrés Rojas, a este traficante de ánimas le divertía el perverso destino que Andrés tenía reservado para Herlinda, quien en su hueca cabecita nunca habría sospechado que se la quisiera de tan mala manera. Así fue como el comprador de almas se apersonó una noche, como en todas las historias, frente a Andrés, con el fin de cerrar el negocio.

Más que un alma, cumplir un capricho diablesco bien valía aquellos clásicos tres deseos:

Cláusula V. Como contraprestación por el alma recibida el comprador entregará al vendedor los tres deseos que este último ha solicitado y que son:

1.-Dominio legendario de las artes charras.
2.-Suerte en el amor. (Sin importar las preferencias presentes o futuras del vendedor)
3.-Inmortalidad.

Cláusula VI. Se compromete el vendedor, mediante este instrumento, a asegurarse que el objeto deseado termine en el arroyo del inmundo barrio de los patos, dedicada a vender sus encantos.

Se firmó el contrato y ambas partes cumplieron con lo acordado, incluso el tercer deseo de Andrés se hizo realidad. Andrés Rojas se convirtió en un alma en pena a quien los habitantes de la Ciudad de México conocen como el Charro Negro, un espectro condenado a vagar eternamente por los callejones del centro de México y que se pasea de cuando en cuando por las calles del sucio barrio de la Candelaria para reírse del fantasma de la niña Herlinda.
El Charro Negro a veces provoca un accidente mortal o un incendio, y otras, mancilla la honra de alguna doncella, cosa que, para los tiempos en los que vivimos, es cada vez menos frecuente. Las más de las ocasiones se introduce en algún relato provocado por el aburrimiento. Este desde luego que no ha sido el caso.

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