Un parque en una tarde de otoño.
Un hombre sentado en un banco lee un libro. Otro hombre con una mascarilla negra y gafas oscuras se acerca despacio y le dice:
No haga ningún movimiento raro, siga leyendo y escuche lo que voy a decirle
─¿Pero, qué quiere? ¿Quién es usted?
─No se preocupe, no le haré daño, no grite, ni trate de llamar la atención y todo irá bien.
─¿Esa pistola es de verdad? Por favor, solo estoy leyendo aquí tranquilo, ¿quiere mi dinero?, se lo daré, solo déjeme algo para volver a mi casa y ya está.
─No quiero dinero, me sentaré a su lado, tranquilo, ve, solo abro el maletín…
─Sí, lo veo, pero qué tiene en el maletín, mire tengo familia, dos hijos, una esposa..
─Ya le dije que no le haría daño alguno, ¿ve este cuaderno?
─Sí, claro.
─Tome, ábralo y verá un escrito allí, es un cuento que escribí, tiene que leerlo, ahora, ¿entiende?
(El hombre toma el cuaderno, le tiembla la mano.)
─Bueno ahora, solo lea, así como leía su libro…
─Claro, bueno deje que me concentre…
(Al cabo de unos minutos…)
─Bueno, le diré que está muy bueno este cuento, ¿lo escribió usted?
─Sí, ¿de verdad le parece bueno?
─¡Es muy bueno! me ha gustado mucho.
─Es que nadie lo quiere leer, la gente es muy egoísta y envidiosa, eso es, mi familia tampoco lo quiere leer, y eso que hice siempre mucho esfuerzo para inculcar a mis hijos el hábito de la lectura, pero no hay caso, solo les gustan los videojuegos, pasar el tiempo..
─Eso que comenta es así, tiene razón. Bueno, ¿ya está entonces, me puedo ir?
─Sí, por favor, y perdone si lo he asustado.
─No, no es nada, no se deje la pistola, mejor guárdela, por si pasa la policía. Adiós, que vaya bien con el cuento.
─Gracias, adiós, ah por cierto, ¿Cuál es su nombre?
─Soy Pedro ─ responde el hombre ─ mientras se aleja de prisa.
─Y yo soy Bernardo, discúlpeme.
¡Hay que ver las cosas que tengo que hacer para que alguien lea lo que escribo…!
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