Hace aproximadamente dos meses retomé terapia con Vale. La primera vez tuvimos que suspender luego de tres encuentros por razones que no vienen al caso, o quizás si, pero de todas formas voy a dejarlo para más adelante. El punto es que, para ser sincera… estuve esperando este momento desde el instante en el que supe que no podríamos continuar aquella primera vez. Si bien fue poco lo que duró, para mi fue suficiente para saber que quería seguir atendiéndome con ella. Jamás me había sentido escuchada por otro analista, de la forma en la que ella me escucha. Creo que eso es lo que más me gusta del psicoanálisis, que el quid de la cuestión es escuchar, saber escuchar.

Vale tiene una forma de intervenir que siempre me deja pensando. Generalmente el encuentro me queda un poco corto, pero eso no es su culpa, es que si fuera por mi me quedaría horas hablando con ella. Es un momento en el cual puedo hablar de cualquier cosa sin que nadie se enoje ni se moleste conmigo por lo que pienso o por lo que digo. Puedo hablar sin tener cuidado. A veces pienso qué difícil es poder hablar hoy en día sin «tener cuidado». Esa es una de las razones por las que decidí escribir acá, sentía la necesidad de poder dejar todos mis pensamientos y reflexiones plasmados en algún lado y sin esperar una respuesta a cambio. Quizás esto no lo lea nadie nunca, y está bien.

La verdad es que hoy me encuentro en una situación totalmente distinta a la de aquel primer intento de análisis. En ese entonces estaba atravesando una separación sumamente tormentosa y dolorosa. ¡Ay si supieras todo lo que sucedió!

Suelo repasar en mi mente lo que viví durante aquella época y creo que si no me hubiese pasado a mi y alguien más me lo contaba, no sé que imagen de esa persona hubiese armado en mi cabeza. A veces no puedo creer que me haya visto envuelta en tal maraña de escándalos. No sé en qué momento perdimos el rumbo y la consciencia de lo que «estaba bien» y de lo que «estaba mal».

Hoy miro para atrás y siento que no me reconozco, es decir, no me reconozco a mi en mi yo de ese entonces. Esa no soy yo. O mejor dicho, esa jamás tuve que haber sido yo. Si me preguntas qué pasó, la verdad es que no lo sé. A mi también me gustaría saberlo, es algo que me pregunto mucho… es algo sobre lo que reflexiono casi todos los días de mi vida. ¿Por qué? ¿por qué llegué a ese punto, por qué hice lo que hice? ¿por qué me hicieron lo que me hicieron? No puedo decir que nadie me lo advirtió, no puedo decir que nadie me avisó, no puedo decir que todo fue un giro inesperado de la vida, del destino o del universo, porque no lo fue. Parte de mí sabia muy bien en dónde estaba metida.

A veces se me hace un poco difícil convivir con la culpa. Creo que en cierto punto a todos nos pasa eso. Creo que la culpa es un sentimiento innecesario que solo causa dolor en la persona que lo sufre. ¿Y qué sentido tiene tener que lidiar con eso? Sinceramente no lo entiendo. Creo también que somos un poco hipócritas como seres humanos… cada vez que nos equivocamos decimos «bueno, errar es humano» «de los errores se aprende». Y claro, estoy totalmente convencida de que de los errores se aprende -siempre y cuando podamos aceptar nuestros errores, obviamente-. Pero entonces me pregunto… ¿y si de los errores se aprende, si errar es humano, si lo que ya sucedió no se puede modificar y solo nos resta actuar de manera «correcta» la próxima vez (si es que la hay), que sentido tiene la culpa? ¿Qué sentido tiene decir que «todo va a estar bien» si internamente nos esta carcomiendo el alma el sentimiento de culpa?

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS