Algo raro sucedió ese día. Tenía la sensación de que en algún lugar se estaba decidiendo mi futuro. Quizás las fuerzas del bien y del mal se disputaban mi esencia. Habéis de saber queridos amigos que he sido un gran partidario del amor, pero qué es el amor sin erotismo y el erotismo bien guiado es seducción. Soy un virtuoso de la seducción y en mis últimos años, que no han sido pocos, he llegado a un sitio inimaginable para cualquier hombre. Si tú, lector estás en tu década de los veintes, entonces pensarás que la seducción son una sarta de mentiras para que la mujer con la que te quieres acostar caiga redonda. Entiendo que dirás que el amor juega un papel importantísimo y que el sexo sin amor no es nada. Te entiendo y sé que te guía la fuerza, estás en la mejor etapa para la reproducción, pero no eres un animal irracional. Eres un humano y los hombres dependemos de nuestra fuerza mental, de un gran control para hacer de esa combinación de fuego e imaginación, un arte.

Como decía, sentí que se estaba atrancando el mecanismo del reloj del tiempo y que los años dejaban de pasar. Las oleadas de tiempo no se acercaban a tocar mi cuerpo y hubo sucesos históricos, descubrimientos, cambios sociales y muchas otras cosas más, pero mi aspecto permanente de un hombre de cuarenta años me trajo el éxito. En ese periodo tan largo fui haciendo mis anotaciones. Me convertí en un cronista de la naturaleza femenina. Al principio era un aventurero que se armaba de los más deshonestos artilugios para acostarme con las mujeres. No es difícil adivinar que el alago y un poco de buena educación, en el momento adecuado, así como un buen arreglo personal, eran determinantes para tender a las mujeres libres de prejuicios en una cama. Las conocí de todos los tipos: de clase social alta, campesinas, esclavas, obreras, condesas y reinas, entre otras. El aspecto exterior y la posición social se quedaban en el atuendo porque una vez liberada la hembra de sus ropajes se quedaba expectante en el lecho, deseando el placer que había imaginado previamente. A esa fase anterior al sexo que se llama seducción le debo todo, pero ¿qué sabéis vosotros de eso? Imaginaos que ni siquiera necesito veros para saber que tipo de hombres sois.

Primero, porque no entendéis nada de seducción. No voy a irme a las particularidades de casos concretos, permitidme mejor que os diga los principios generales. En segundo lugar, os encontráis cegados por un sistema social que os impide ir hasta las últimas consecuencias y, ultimo, si estáis leyendo esto en el siglo veintiuno, seguro que tendréis una bola tumorosa, amorfa y molesta, de ideas tontas en vuestra cabeza y no sabéis ya, qué es lo que deseáis en vuestro aposento y en vuestra vida.

Bien, comenzaré con las miradas y estratagemas que se usan para encandilar a una mujer, pero ¿qué es lo que desea una mujer en la vida o en la cama? ¿No lo sabéis? Sí, de acuerdo, puedo entenderlo, no tenéis la culpa, pero lo que si debéis saber es qué le debe ofrecer un hombre a una mujer para que se mantenga cerca de él para siempre. Decidme si conocéis algunos personajes de la historia o de la literatura que hayan tenido mujeres a su lado dispuestas a perder la vida por ellos. Sí, y ¿de qué dependió eso? Pues de la seguridad, fuera la que fuera, esa confianza que inspiraban era el imán que las tenía allí pegadas. Entenderéis ahora que la seducción y la seguridad que ofrece el hombre son la fórmula. Para mi eso ha sido el pan de cada día y jamás ha dejado de asombrarme la cantidad de variantes que se pueden encontrar para que una mujer no se pueda resistir. Con todas las experiencias que he tenido sé, a la perfección, que hay niveles de excitación. A los veinte te mueres por meterte en la cama con ella, a los treinta lo tomas con más calma, pero deseas disfrutar más tiempo, a los cuarenta piensas más en la calidad, después viene una decadencia generada por el empeoramiento físico y de allí hasta el final.

A mi se me ofreció una oportunidad excepcional. Me quedé en los cuarenta con todo el potencial físico e intelectual, pero los años corrieron solos, sin mi compañía y fui perfeccionando las técnicas. Tendría que escribiros toda una colección de varios tomos para que aprendierais, paso a paso, esta gran técnica. Me limitaré a deciros que un buen amante va más allá de las primitivas sensaciones animales. Puede ser que bañarse en las aguas tibias de una mujer exhausta sea el sueño de muchos, pero si se repite cien veces lo mismo ya no le encontrareis placer, tendrás que ir más lejos y será el momento de descubrir las verdaderas pasiones humanas. No me refiero a la crueldad, el masoquismo u otra cosa similar. Es más bien, la adrenalina que genera ese juego emocionante de seducir hasta las ultimas consecuencias, conservando la energía suficiente para cumplir con todas las condiciones de ese juego del amor.

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