Encuentro fascinante el devenir, y como este cambia por momentos, como las auroras boreales. Ser paciente: ese es el arte. Tener la templanza y el coraje para viajar sereno y abrazar lo que llegue como un reto, o como un instante de plenitud y lucidez. Ser constante y resiliente como el monje que se sienta a meditar cuando ve arder su templo.
Ese, ese es el estado que trabajo para mi ser.
«No seremos dignos de piedad sin practicar el arte de pensar por uno mismo»
Tarde o temprano se alzarán los que aún no se han alzado y golpearán la balanza con la fuerza de los mares y la delicadeza de la brisa, con un movimiento lábil y certero. Solo entonces, los que proclamaban victorias corruptas y viles, manipuladas por artes oscuras, caerán. Y no solo eso, perecerán con el clamor de las masas y el peso de toda la verdad cegadora por fin desvelada.
Y en ese punto, ya nada podrá salvarnos de las fuerzas paganas.
Dispuestos a zarpar, el barco ya está provisto de todo lo necesario. El sol está en las horas propias para favorecer nuestro viaje. Los dioses nos acompañan a traspasar y cruzar las fronteras que no vemos. Así partiremos, sin temor a las noches sin luna ni a la profundidad del océano de nuestras mentes.
Ha llegado el momento, estamos dispuestos a que esta travesía transforme nuestras vidas.
Somos locos a ojos de los demás, para los otros será difícil etiquetar nuestra riqueza holística y nuestras múltiples dimensiones. Estamos condenados a ser los «raros», los incomprendidos y el bufón de los ignorantes.
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