Enfermedad inmunda infectando todo mi sistema inmunológico, medicina artificial que fluye intravenosa, camillas de hospital frías y sedientas de cargar el peso de agonía que infunde mi cuerpo. Pulsaciones rápidas de un corazón que se desintegra por toda la medicina.
Donde los pasillos me susurran que mis tres tiempos de comida serán analgésicos, mi compañía será la jeringa pinchando mis débiles brazos. Lentes empañados de dolor físico goteando lagrimas que piden ayuda sin solución. Gritando con las fuerzas que le faltan a mi pecho mientras se comprime junto con mi corazón debilitado.
Llorándole a ella, a ella que me lastima, oprime, quebranta, a ella que me hace vulnerable a sus encantos terroríficos.
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