Amor en las tinieblas

Amor en las tinieblas

candela alanis

04/08/2021

En la profundo de mi ser navega un sinfín de historias cruzadas, uno, dos, tres…que grato mi esplendor de poder ver una vez más ante mis ojos la belleza de aquella illa. Que más hubiera querido yo que mirar el alma de esa pena vacía que merodeaba en la oscuridad en busca de khuyay, en donde mi abuela me decía todas las noches antes de caer el ocaso “No cabalgues mucho gaucho, que el sol y la luna son dos complementos distintos, por lo que en el relincho terminaras agotao” jamás en mi corazonada comprendí sus palabras, hasta que en mi penuria me hundí en las tinieblas.

Caminaba embellecida la pobre muchacha, llenada de agonía y enamorada de aquel muchacho. El viento renacía, tocaba sus maki como lo hacía su madre. ¡Ay muchacha, hacia donde caminas! – gritaba el viento.

Cansao de esperar la joven, con su vestido de flores, aroma de las margaritas y zapatos de la abuela. Esperaba en la banqueta de palo, palo amarillo de la trigueña ciudad, allí escribía el nombre de su amor que en un hilo de instancia la había dejado como aquella muchacha convertida en cacuy. No juegues conmigo – pensaba la joven, mis penurias no son sonrisas de suerte sino de la implenitud de mis desgracias.

Allí comenzó mi rotunda desgracia, qué más puedo pedir si no es amor que no conlleve interés, ¡Ay abuela! , cansao el gaucho de rumbear, me instale en la estrella más lejana que me conducirá a la súplica por mi vida”. Te falle – decía el joven. Te falle como mi padre fallo a mi madre, qué invasiva nostalgia, el corazón lleno de añicos estrujados por culpa de aquellos quejidos de la dulce voz de mi madre.

Una vez más, cabalgueando la vi, su pelo amarillo quema ‘o como las aceras de mi alma, bailaban en el viento como las hojas en agosto, su vestido arrugao, sus canillas blancas como las mañanas congeladas de invierno en plena cierra, su sonrisa que me invadió como un puñado de frutas de amor que me preparaba mi abuela, sin decir que sus ojos se parecían a las uvas de verano, radiantes y negros que se abrían a cada campanada de gallo a las 5 de la madrugada. Por allí, mi sombra naufragaba, que joven no se enamoró a su crecimiento, aunque todas las noches mi madre me decía “No enamoréis a una pobre muchacha si tu alma está condenada al sufrimiento, no condenéis al par a mirar por esos laos. No la hagas gritar de dolor como tu padre me susurra cada noche las penurias que revelan mis gritos. Piérdete en sus ojos y arma de valor tu fe para restaurar la paz de aquel amor condenado” sus palabras de sabiduría, que en un afán de mi vida la miro desde la ventana de mi rancho porque el malgenio me la condenó a la tortura.

Pensando todas las noches, cierro mis ojos y la veo rayar con su pluma desgatao escribiendo el nombre de aquel amor que la abandonó en el tronco. ¿Qué puedo ofrecerle yo? Me peguntaba en la lujuria de la oscuridad, en donde lo material subyacía en el vacío pero mis sentimientos eran un cofre de oro. Que tiempos eran aquel que el amor en una guerra era ser valiente, que tiempos son ahora en donde el interés vuela sobre las nubes. Tres vacas es lo único que puedo ofrecerle para crecer en la insensatez de la vida y tomar como remedio la pasión de mí ser.

Me armare de valor dije, tomaré la sangre de mi ser en una copa y en un trago proclamare mi amor por su perdures.

Aquella mañana, la recuerdo muy bien como recuerdo los primeros dientes de mi hermana en la tempestad de la vida. Allí, una mañana congelada, goteras duras como una roca bañada en un cristal frio, era un 22 de julio a las 5 a.m. la gallina gritaba como si su grito fuera el último, el reloj decía tic – tac una y otra vez, y mi corazón era un tornado revoloteando mis emociones. En ese 22, la vi sentada con su mirada perdida como si el amor de su vida no volviera jamás, como si una bala hubiera atravesado su corazón, su cabello no era el mismo y sus ojos eran unas uvas marchitadas. Me arme de valor, sé que perderé todo a mi costa y que el desvió de mi camino será rumbo a la selva para tomar en mi vida perdida el orgullo de aquel día.

Muchacha – ¿Por qué tantas desgracias en sus ojos? – le pregunte.

Me han deja’o en la vía del desierto, me han deja’o como un caballo sin fuerzas. Abandonada y sola, escribo su nombre en este palo para que algún día me recuerde. – me respondió.

¿Qué puedo hacer yo, con tan poca valencia para verla feliz? – joven.

Deseo que este ser que llevo en mis entrañas crezca en sabia fortaleza entre tus manos. Desamparada y sola vengo aquí en busca de piedad.

Volví, volví a mi rancho querido de paja, prendí mi bracero y mi cigarro ardía en llamas, o tal vez era mi corazón. ¡Ay abuela!, que piedad debo suplicar para ser feliz, vuestra merced no me ah explica ’o que el amor nada así, ¡mis ojos abuela!, son dos esferas de cristal que brillan. Suplico que pueda coger esas fuerzas y volver a ver a esa muchacha, qué más quisiera yo que olvidar ese amor, que inmaduro corazón que se asoma al acantilado para recoger ese mismo sentimiento ¡ay valencia, ese tonto corazón no elige a quien amar!

No debo dejarla en la deriva, al igual que me dejaron a mí, recordad que mi infancia no fue grata, no logro buscar un momento de felicidad, vuestra mágica caja de recuerdos archiva en ella momentos espontáneos con vivencia inesperada. Momentos, que aquellos momentos ingratos que dejaron secar al palo que da fruto, que ímpetu cometí yo para que me secara. Vuestra familia, seguramente marcaron huellas de gratitud, pues la mía fue mi abuela. ¡Madre, madre querida, te perdiste por culpa de aquel hombre, te convirtió en un ser jamás existido y hoy mis penurias te recuerdan! Tu sonrisa, tus lágrimas en cada rincón de la choza naufragan en busca de luz.

En mi rotunda infancia me acompañaba un juguete de palo, pues es lo único que mis ojos admiraban. No era cualquier juguete, no era una fruta desechada cuando se marchitaba, no era el arroz duro que mi abuela preparaba para las gallinas… era la imagen de un soldado, su larga figura era de palo, cabeza de piedra, ojos de nuez y sombrero de hojas. Jugaba con esa conciencia de soldado quien iba a la guerra para ganar su honor, un honor que no valía nada frente a un pueblo, pues ese honor jamás pudo ser visible, se enamoró en el camino y se desvió en su ruta. Soldado, esta vez no de plomo sino de palo, te quiebras y secas sino coméis de tu honor, respirad mientras tanto que pronto lloverá.

No puedo dejarme secar, esa condena no me perderá. Daré mi reverencia y ese niño en su vientre crecerá como si fuera mío, pues mi honor no vale nada si no puedo ser feliz. Pueblo, pueblo ingrato y prejuicioso, jamás crecerás a conciencia colectiva porque no te enamoráis de tu gente. Gente que baila día y noche en una fogata en donde renace el amor entre un rey y una plebeya, desprecias rápidamente ese amor, porque el chisme y cotorreo son fruto de ti.

Plebeya, te condenaron a la vida de desgracias, sin un título que te acompañe porque el rey no pudo abandonar su honor. Plebeya ¿hacia dónde caminaras? Descalza y sucia te encuentras por culpa de la gente mentirosa, repudian tus esfuerzos porque creen que acosta de un rey saldrás del vacío. Si tan solo supieran plebeya, no salimos de abajo tomando del codo de alguien más, eso solo lo hace la persona que ya no tiene que perder, pues en vosotros el amor está en juego. Camina hacia delante pero recordáis que el tiempo es un hilo, que si miramos hacia atrás te perderás en un cumulo negro, por ello camina erguida que al final de la cuerda un pintor te espera para ver la luz del día. Olvidad aquella penuria del pueblo y su rey engañoso que en un retorno quedaran atrapados.

Hoy, hoy le diré que como un ave fénix renací y que no dejare que en cacuy se convierta. Amor, atrapado y estancado no importáis que tan herida estés que en mi brazos la luz esta. Mi abuela, eterna abuela perdonáis por tu orgullo pero mi felicidad no estáis en un esplendor y que de buscar me cansé, pues ya no hace falta naufragar que el barco ya no zarpará.

Paraos me encuentro, contando mi historia de hace muchos años pues esto dio vida a mi vida. A mis 80 años, la lujuria por este recuerdo sigue intacto.

Recordáis que la esperanza galopa en vuestro interior y que el remordimiento a lo malo se vuelve nulo en el viento. Joven, bella y desamparada, mi lastima no perdura en ti sino en aquel hombre que te dejo. Viaje hasta tu rumbo, aceptaste mi promesa pues esta es la misma que un tratado de Versalles pero impuesta por amor, no debéis pagar por un amor roto pero si debéis pagar a tu corazón para amarme. Te acepto en vano, con tus plumas desaliñadas y tus manos desgatadas por la tierra. Hoy en dignidad te prometo crecer y ver crecer a ese niño con padre, solo debéis amarme hasta la oscuridad.

Mi historia no es tristeza sino esperanza. Muchacha dignificada y gloriosa mira de la que nos salvamos, viniste a mi rancho, poncho estrujado, bracero de noche, pava para el mate y diversificación para vivir. Nació tu hijo bajo mi amor, jamás debe enterarse de aquel canalla que te despojó.

Niño, dulce niño como el dulce de arrope, llegaste a mi cabaña y las emociones invaden. Creciste bajo el manto de dos seres amados, jugaste con el perro que te vio crecer, compañero fiel le dicen porque estáis para usted siempre. Amasaste conmigo cada mañana, bollo para la comida me decías siempre. Me esperaste siempre en la cima y llegamos juntos, pues hoy no sé qué es más grande, creció un amor bajo las tinieblas de la noche.

Abuela, encontré mi felicidad me importo un péndulo las patrañas del que hablar del pueblo. Usted no tendréis la culpa del horrendo malgenio que desgató a mi madre, pero esta vez me forme de valor para criar a mi niño. No es necesario verificar la sangre, pues mis ojos lloran por él. Tal vez, el recuerdo de un amor no fue de una mujer con cartas, con un vestido aliñado y canillas con acera. Pero fue mucho más que eso, fue un contacto de vaivén, me cansé de galopar, las patas cansadas y desgatadas del caballo. Al fin el rey dejó su honor para reunirse con la plebeya, pues no se trata de denigración porque todos y cada uno de vosotros necesitáis recibir amor. Tal vez, el único interés que pedí fue ese y ese pequeño devenir que llego a mi vida.

El desgaste termino, las tinieblas se fue y quieto quedó el rotundo amor por esa muchacha que hoy envejece a mi lado. Qué más puedo desear si no es eso. Amáis tanto para poder ser amado sin ser tan complejo y complicado, no desgastéis en el interés y posición, pues no interesa frente al amor.

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