Que ser asombroso, dotado de tanta belleza y con la posibilidad de vivir libre, lejos del suelo, en despreocupado vuelo. Esto pensaba en tanto admiraba a la mariposa que revoloteaba sobre las flores.

Cómo sería vivir así, sin nada que te ate, que te pese, que te carcoma poco a poco. Cada día acababa en el reino de los sueños sintiéndose mariposa. Allí podía experimentar el dejar atrás los funestos sucesos que tan profundas heridas le habían ocasionado.

El recuerdo se hacía cada vez más doloroso y vivir consigo mismo le resultaba un sufrido esfuerzo. Sin embargo, a la par de su padecimiento, crecía su deseo de volar. Así fue como un día consumió lo que le quedaba de su sustancia liberadora, agotando sus reservas de una sola vez, en una dosis bastante mayor que la habitual. Esta se juntó con su impetuosa ambición y en conjunción lograron la ansiada transformación.

El resultado fue magnífico, mejor de lo que jamás hubiese imaginado. Grandes alas irisada  emergieron de su espalda y lo propulsaron por los aires, distanciándolo de su tormento. Ese día no pensó, no sintió. Soló voló libre, lejos del dolor.

Veinticuatro horas después lo encontraron tumbado, sin vida.

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