Ni baladas ni balas de plata

Ni baladas ni balas de plata

joel lozada

02/08/2021

Ni baladas ni balas de plata…

Jorge Morales seguía jugando con su calculadora de bolsillo. La pequeña pantalla de cristal líquido insistía en mostrar una “E” seguida por una larga serie de cifras que le confundían y al mismo tiempo le hacían saber que la comisión sobre su última venta resultaría mucho mayor a lo que jamás hubiera soñado vender en toda su vida. Su pequeña empresa Valores, Inversiones y Comercialización, facturaba apenas lo necesario como para pagar las cuentas de gastos, nóminas y subcomisiones. Era un negocio modesto, desde luego, pero con la singularidad de ser la agencia que había logrado desplazar la mayor variedad de productos en el menor tiempo y al mayor número de países alrededor del mundo. Ese hecho era irrelevante para Jorge aunque finalmente resultó ser uno de los dos factores que le hicieron ganar el contrato de Lumen Orbis para su agencia. El otro, y quizás más importante aún, era el hecho de que Jorge Morales tenía una enorme experiencia como recaudador de fondos y contaba con los contactos legales e ilegales necesarios para promover un proyecto de semejante envergadura.

Consultó su viejo reloj de pulsera. Jorge usaba implantes horarios como todo el mundo, pero prefería aquel artefacto que con el tiempo se había hecho parte de la imagen de su familia a través de muchas generaciones.

Bajo el logotipo de ELGIN color dorado, las manecillas marcaban las 10:45. Quince minutos más y Lumen Orbis pasaría a formar una parte importante en la historia de la humanidad y Jorge Morales, por su parte, a tener un lugar en la lista de Forbes.

«-Permítame explicárselo de nuevo señor Morales,- había dicho el barbado doctor Anguiano dando muestras de una paciencia digna del santo Job- hemos logrado un flujo radiante que apenas nos permitiría enviar el haz de luz a diez millones de kilómetros de distancia. Eso no representaría ni siquiera un 0.001% de la distancia que estimamos necesaria para cumplir con nuestro objetivo.

-Diez millones, de lo que sea, me parecen muchos millones, se atrevió a decir Jorge.

-Tal pareciera señor Morales pero le diré que, por ejemplo, la distancia entre Venus y la Tierra es cuatro veces mayor, en las condiciones más óptimas. Debemos tomar en cuenta el polvo estelar, esos millones de toneladas de partículas microscópicas suspendidas en el espacio, contra los que chocará nuestro rayo de luz en su viaje más allá del sistema solar. Hablamos pues de una pérdida de flujo luminoso de un 15-18%, por lo menos.

-¿En serio?- el vendedor se animó a decir- Yo creía que la luz podía viajar millones de kilómetros de distancia a velocidades extraordinarias.

-Y así es señor, siempre y cuando no haya interferencias que la desvíen de su trayectoria ni fuentes luminosas que opaquen la percepción de su espectro, pero tome en cuenta que en este caso no hablamos únicamente de distancia. Tenemos que tomar en cuenta factores como la reflexión solar a vencer. No podemos arriesgarnos a que nuestras radiaciones queden atrapadas en la atmósfera. Este solo hecho hace necesario que el espectro no solamente resulte potente sino que sea lanzado desde una zona lo más libre de interferencias.

-Por eso necesitamos tener nuestra base de lanzamiento en una zona septentrional. Aunque en ese caso la luz adquiriría tonalidades violáceas y verdes- intervino Jorge. Su voz sonaba aún más entusiasmada. Era la excitación que siempre le producía conocer y familiarizarse con un nuevo producto.

-Me alegra que me siga señor Morales,- dijo Anguiano dando una palmada de satisfacción en el viejo escritorio sobre el que se podían ver un grueso expediente que versaba sobre el proyecto Lumen- en realidad eso es precisamente lo que buscamos. Aprovecharnos de los vientos solares para maximizar la potencia de nuestro rayo y así lograr un flujo continuo alimentado desde nuestra estrella, luego canalizaríamos su potencia con cristales de doble refracción. El color no importará porque el mensaje es lo primordial siempre que sea enviado con la mayor nitidez posible.»

A Jorge Morales no le costó mucho aceptar una comisión de dos por ciento sobre la recaudación que serviría para financiar Lumen Orbis. Su cerebro ya había comenzado a idear la estrategia adecuada. Antes de abandonar la oficina del doctor Anguiano, Jorge preguntó preocupado.

«-Dígame algo doctor. Esa doble reflecta…

-Refracción, señor Morales. Las radiaciones solares relacionadas con el campo magnético de la Tierra, junto con las propias radiaciones del proyecto Lumen deben pasar por una especie de lentes que nos brindarían en primer lugar un haz, según nuestros cálculos, de potencia tal que podamos enviarlo con nuestro mensaje y como residuo un haz luminoso que se disiparía en el éter de manera inocua.

-¿Totalmente inofensivo? ¿Y de ser así cuál sería su potencia?

-Estimo personalmente y sin haber hecho cálculos previos, pues no es materia de nuestro interés, que de ser concentrado el residuo su alcance no debería ser mayor a un millón de kilómetros.

-Y su apariencia y color…

-Enteramente manipulables. Si es que fuera de nuestro interés, pero le repito que…

-Con eso me basta amigo Anguiano. Con lo que me ha dicho es suficiente- interrumpió Jorge.»

Después de un cordial apretón de manos, Jorge Morales abandonaba la oficina. Poco le faltó para salir silbando y quizás hasta bailando…

-La cuenta regresiva pronto llegará al minuto final-. Dijo Anguiano ofreciendo un vaso de whisky a Jorge Morales-. Pues bien. Ahí lo tiene usted. Lumen Alterno. Espero que esté usted satisfecho ya que nos ha causado una demora de al menos ocho meses, amigo Jorge.

El vendedor apartó la vista del reloj de pulso y luego de agradecer y dar un pequeño sorbo a su bebida respondió.

-Muy satisfecho, doctor. Tal como debería estarlo usted. Por fin podrá enviar su mensaje y averiguar eventualmente si existe vida inteligente en alguna otra parte del universo.

-¿Es completamente consciente de lo que vamos a hacer y de las repercusiones que todo esto tendrá en la humanidad?

-No serán mayores que las que vendrán en un par de años cuando Lumen Orbis quede terminado y esté en operación. Mientras tanto esta es la única manera que tenemos para financiarnos.

La cuenta regresiva estaba por terminar.

«5…4…3…2…1… ENCENDIDO»

Lumen Alterno inició su operación. Un rayo de luz se desprendió desde los confines de Islandia. La gente que miraba el cielo pudo apreciar el haz luminoso que se apoderaba de aquel círculo sobre el firmamento que comenzaba a teñirse lentamente de color rojo. El logotipo de Coca-Cola reemplazó la figura del conejo de la Luna.

«Luego serán Chanel, Namiki, Aston Martin y Tiffany, que ya había firmado los cuartos menguantes y crecientes para exhibir su colección de churumbelas de diamantes .» Pensó Jorge.

-Así es-, dijo Anguiano en tono melancólico- y aunque soy un científico no me complace saber que ya nunca más habrá tonadas, ni poesía dedicadas a ella.

Al mismo tiempo que hacía chocar su vaso de whisky contra el del doctor Anguiano, Jorge respondió con cinismo.

-Véalo por el lado positivo. Tampoco habrá hombres-lobo.

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