Fiebre
en los ojos.
No
haber dormido predice
luz
de faro en los intestinos
clavada,
allí, en los intersticios
que
ocupan un perfil iracundo,
un
trono vacío, la laxa aspiración
sin
número ni rostro ni cara.
Las
alas abatidas del légamo de los huertos,
donde
se escuchan los silbidos de las lechugas,
los
tomates, extendiendo sus raíces arrugadas,
las
patatas, ingenuamente transitando por las vías
cerúleas,
sin emblema ni quitasoles.
Me
gusta dormir al viento
cuando
todos duermen yo visito los cielos
y
los infiernos acechan sus sueños
como
quebraduras de un límite ocaso.
©
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