Pradera de agua aderezada cuya inmensidad no gusta de dueño. Libre y aventurero viene y va, encadenando puertos y arenas. Son suyas siete décimas partes del globo, bien podría dar nombre al planeta. Medio que nos es ajeno, reclama respeto y adaptación. Su aliento es puro, desierto húmedo en cuya extensión no existe la soledad. Su vaivén es sonido de verdadero arrullo. De humores cambiantes, es dulce en quietud e inquietante en su bravura. Inmóvil, su silencio le hace confidente. Enarbolado, es rugido en la costa. Dibuja en la mirada una línea perfecta ante el gran decorado que nos pierde en su infinito. Nuestra alma se deja mecer cuando nos sumergimos a nadar, volando sobre abismos y cordilleras. Gusta de caricias sin dejarse atrapar. Es de Sol, de lluvia y de viento. De noche se adentra deseoso de conquistar a quien le conquista. Observarlo es entonces cuidar cada respiro, escuchar en silencio y abrirse a soñar, fiel reflejo de las estrellas.
Llena de gusto y aroma sus bordes de playa, su espuma nos recorre y su suelo se aparta bajo cada pisada. Su orilla es paz y equilibrio, veloz borra toda huella que no es suya. Es frescor bajo el calor abrasador, su brillo ilumina las caricias que nos da con cada ola, bellas son todas las maneras de besar. Es surcado por infinitos cascos que se deslizan como caracolas, bajo su superficie un inmenso mundo ofrece, vida al margen que es toda anhelo. No tiene caminos ni ofrece explicaciones, sólo el cielo es su brújula. En él la vida son momentos, corrientes y mareas.
Es un estado, se siente aun sin tenerlo. Encanta, conmueve, asusta y alegra. Es su carácter disfrazarse, invitar, construir tempestades y regalar riquezas. Es, a una vez, sabiduría, dulzura, potencia y aventura. Siempre imprevisible es, ante todo, llamada, a su orilla, a su puerto o, tal vez, a imaginar. No se detiene nunca, es lenguaje musical, espejo que devuelve verdad. No es amigo, cómplice a lo sumo y, aunque hermoso, es a menudo hostil. Tiene poder como si fuera voluntad, nos llega a hipnotizar, pero no nos concede nunca margen a confiar. Es el mar…

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