El hoyo eran sus prejuicios las moléculas del amor perennes en la cadena alimenticia. Somos cómplices del odio. Cuando Juan acepto que todo había terminado ya era tarde, estaba completamente enamorado. Su ingenua manía de confiar en los demás, más de una vez lo dejo responsando el corazón. El amor hace beneficencia en la miseria del alma triste. La realidad inventada. Un vientre preñado de ilusiones florecía.
Un nuevo comienzo cargado de nostalgias, anclado, rápido rápidamente ciego la realidad fue un espejismo. Hombre devorado por la realidad que muerde voraz la vida. Moribundo de sueños ve el plato de la felicidad en manos de un caníbal destino. No estuvo a la altura de sus ilusiones, hacedor del fracaso.
Vaso de vino tinto reposando con pequeños mosquitos ahogados y flotando, en una atmósfera e hidrosfera de vino. Hombre con pequeñas miserias ahogadas y flotando, en el exterior e interior del ser. En algún lugar del mundo alguien muere de sed, de hambre, de olvido. Pero eso ya no parecía importarle, el alcohol transitaba por sus venas y su corazón era una máquina carente de mantenimiento a punto de ceder. Como un latido en ebullición.
Tenía tantas ganas de vivir, pero no era una cuestión de ganas. Parecía que la bruta mano del destino nunca se cansó de arrugar su corazón de papel, su convicción de bacán se reescribía con palabras extirpadas de la calle y de libros, de conciencia social, pólvora humedecida para una utopía.
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