La vida en el lago

La vida en el lago

Ivana K.

08/07/2021

Marilyn, absorta en sus pensamientos, quiere mirar por la ventana, pero no lo logra.

Después de 20 años viviendo en el sur de la Argentina todavía no está segura de si le gusta o si detesta el frío.

Tiene la suerte de tener una cabaña perfecta con una calefacción aún más perfecta, ideal para pasar el invierno. Ya casi es mayo y las temperaturas no suben de los 12 grados lo que implica levantarse con todas las ventanas empañadas, por eso se tomó el trabajo de instalar un lindo y estético porta franela para tenerla cerca cada vez que quiera ver por la ventana, pero sin que desentone con su hogar.

Su escritorio se encuentra estratégicamente ubicado de cara a un ventanal enorme que da a un bosque, en verano todo verde, en invierno todo blanco y en abril amarillo; es el lugar ideal para trabajar, solo le faltaría usar el escritorio para eso, para trabajar.

Sentada en ese espacio del paraíso intenta descifrar que va a hacer, sigue escribiendo o se va a nadar.

La misma inquietud todos los días y todos los días toma la misma decisión.

Se pone la malla enteriza roja bien cavada, un pantalón largo y directamente la campera, sin remera. No es la malla que mejor le queda, pero la azul ya la uso ayer, no le gusta repetir.

Se calza las botas, agarra la toalla, un anotador de 10cm x 10cm con su respectiva lapicera haciendo juego y sale, así sin más. Tiene la costumbre de dejar la puerta abierta, no está segura de sí es porque todo el pueblo lo hace o porque le incomoda cargar con las llaves. En su casa de verdad tiene que cerrar la puerta, pero cuando está en su cabaña no es obligación, así que no lo hace.

Quinientos metros para llegar al lago más hermoso que vio en su vida.
Las mezclas de azul profundo contrastan con el verde intenso de las araucarias; desde su orilla se puede ver el cordón montañoso de la Bella Durmiente y todo confluye tan extraordinariamente hace del espacio dueño de una belleza poco comparable.

Estira la toalla, pone una bota de cada lado para que no se vuele, se sienta mirando al paraíso y llega ese momento en el que se obliga a pensar.

Debe tener listo el borrador en dos semanas, le dijo ¿quién?, Ella quiere tener listo el borrador en dos semanas para mostrárselo aún no sabe a quién en no sabe dónde. Pero va a ser mejor que se ponga a pensar porque si no sigue su propio deadline no va a avanzar jamás.

Mira el lago y escribe en su anotador rosa con florcitas que le regalo su nieta, Lago.

Busca lo que escribió ayer y antes de ayer y una semana para atrás y solo aparece Lago.

“Marilyn, ya sabes que la historia tiene que ser sobre el lago, pero y ahora qué” se dice a si misma, hoy y todas las mañanas.

Deja el anotador y se sumerge en el agua congelada, siente las piedras masajeándole los pies, su cuerpo helándose y espera a que llegue Marco.

– Buenos mediodías Marilú -, así le dicen sus amigos y no tan amigos.

– Hola Marco.

– ¿No tendrías que estar trabajando? -, la única escritora oficial de todo el pueblo, ya saben que cuando Marilú vuelve a Villa Pehuenia es para escribir.

– Igual que usted Sr. -, le contesta Marilyn.

Se hacen un gesto de asentimiento con la cabeza y se despiden. Marilyn se da vuelta para mirar las montañas, tiene la sensación de que todos sus días son un dejavu.

¿Volvió a Villa Pehuenia por Marco o por el libro? ¿O por el lago será? No lo tiene muy claro, solo sabe que está medianamente satisfecha con esa rutina de saludo con Marco, aunque lo único que hagan es decirse buenos días.

En algún momento va a tener que dar el primer paso, los dos están solos ahora, ya se le acabaron las excusas y sabe que esta vez le corresponde a ella.

Se acuerda como si fuera hoy el día que lo vio por primera vez.
Era verano y hacía mucho calor, esta vez había viajado sola a la cabaña porque Roby, su marido, tenía que trabajar. Habían comprado esa cabaña de un día para otro después de que se enamoraron de la ciudad, de la gente, del lago y de sus paisajes, no lo analizaron mucho y con los ahorros de su vida decidieron invertir en Villa Pehuenia. Ella intentaba viajar lo más seguido posible para descansar y especialmente para a escribir; esos períodos de tiempo se hicieron cada vez más frecuentes ya que los chicos no eran tan chicos y, claro está, los adolescentes no estaban interesados en ir pero si les interesaba que su madre vaya.

Después de escribir, almorzaba e iba a dormir una siesta al lago. Ese día no fue la excepción. Se quedó dormida debajo de los rayos del sol hasta que alguien la despertó. Abrió los ojos y vio su cara perfectamente angulosa, sus ojos miel y su bronceado natural. Desde su perspectiva parecía que medía 2 metros y, aunque no llegaba, tampoco difería tanto de la realidad. Era un hermoso hombre de 1.90 al que necesitaba pedirle fervientemente que lo abrace, pero no, se levantó medio atolondrada y le vino un halo de ira.

– ¿Quién es ustedes y por qué me despierta?

– Disculpe señora, el sol está muy fuerte y usted está insolada -, le dijo Marco mientras Marilú solo pensaba en que le dijo Sra. Tenía un poco menos de 40 pero siempre le decían que parecía más joven.

– Ehhh, muchas gracias, no hacía falta, estoy bien -, le contesta Marilyn mientras agarra su botella de agua.

– ¿Vino de vacaciones Sra.?

– Por favor, deje de decirme señora, me llamo Marilyn pero me dicen Marilú. Contestando a su pregunta podría decirse que más o menos, ¿Usted? -, le contestó sin dar demasiados detalles.

– Un gusto, Marco -, le da la mano y Marilyn la toma con fuerza.

– Vivo acá, me mudé desde Neuquén hace dos semanas con mi mujer y uno de mis hijos, el más chico, el otro se fue a estudiar a Bs.As. Nuestra casa está a unos metros de acá y vine a recorrer la zona.

“Tiene mujer, perfecto, yo tengo marido, tema resuelto”.

– Mire usted que casualidad, yo también tengo una casa cerca de acá, pasando la rotonda a 100mts, pero solo vengo un par de veces al año.

Cuando Marilyn empieza a mirar el entorno, porque hasta ese momento solo miraba a Marco, se percata de que empezó a oscurecer. Las horas pasaban y ellos seguían hablando de sus vidas, sus profesiones, sus familias hasta que cayó el sol y Marco tuvo que volver. Quedaron en cenar con las familias para conocerse y así lo hicieron por muchos años.

Marco y Lila eran los vecinos ideales, siempre dispuestos a ayudarla cuando ella viajaba sin Roby y, cuando lo hacía con él se juntaban a tomar vino y comer comida casera del restaurante de Lila.

Todo fluyó perfecto hasta que Marco y Marilyn tuvieron una aventura. Según ellos era casi inevitable, pasaban mucho tiempo solos en el lago mientras que Lila estaba en el restaurante y Roby en la ciudad. Terminaron enamorándose perdidamente y vivieron su amor plenamente, pero a escondidas por 6 cortos meses, él estaba dispuesto a dejar a su esposa, pero Marilyn no aguantó, temió perder a toda su familia y decidió terminarlo.

Siguieron siendo buenos vecinos, pero solo eso, vecinos y, con el tiempo, las parejas se fueron alejando.

Ahora, 20 años más tarde, Roby falleció y Marco y Lila terminaron separándose, y ahí están ellos dos, mirándose de lejos sin animarse a actuar.

Vuelve caminando esos quinientos metros pensando una estrategia para acercarse a Marco, todas las mañanas una distinta.

“Sobre eso podría escribir ya que tengo tantas ideas: 1000 formas para encarar a un chongo. Chongo se dice ahora, ¿no? ¿Así me había enseñado mi nieta?” No está segura, pero sonríe pensando que es una buena manera de atraer a la gente joven para que lea.

Se baña, se hace un té y un café porque no sabe lo que va a tener ganas de tomar, se sienta y se vuelve a levantar, busca unas galletitas, deja las galletitas, agarra unas nueces, se las come, tiene hambre y vuelve a las galletitas.

“Todos me dicen que me arme una rutina, piensa irónicamente, pero yo ya tengo una rutina, no implica escribir, pero la tengo”, se ríe sola.

Tipea:

No sé qué escribir, podría dedicarme a descansar.

No, no podría, quiero terminar este libro.

Ok, sus primeras palabras. Sigue, pensando en hacer su propio brainstorming.

¿Cuándo se olvidó como se escribe un libro? ¿Lo supo alguna vez?

Lago, montañas, Marco, Roby, Lila, Margarita, Pedro, el mundo.

¿Amistad, Lila? ¿Mi historia? Ya evaluaste Marilyn escribir tu historia y decidiste que no. ¿Por qué? ¿Trillado tal vez?, puede ser, familia hermosa, prospera, amor, amor infiel, corte, fin, reencuentro. Reencuentro no todavía, ¿Cómo puedo fomentar el reencuentro?

Y ahí fue, el momento en el que se iluminó y así decidió escribir su propia historia, pero no el pasado sino su futuro con Marco, que aún no tiene pero que ya va a tener.

“¿Cómo hago? Tiene que ser algo espectacular, diferente, único, algo que nos haga sentir jóvenes y especiales”.

Sigue escribiendo:

Lugares: Su casa, la mercería Dedal, la pizzería de Chacho, la verdulería de El Loco, mi casa.

Primera pista…


La mañana siguiente amanecía con un sol radiante, Marco se despertó dispuesto a hacer lo mismo que todos los días hasta que vio el sobre debajo de su puerta.

Un sobre rosa con perfume no era lo habitual, claro está, por lo que se apresuró a abrirlo.

¡Te espero en la mercería Dedal!

Hoja blanca, escrita con lapicera, sin firma. No reconocía la letra y no sabía que esperar de todo esto.

“¿Será algo malo? No creo, en un sobre rosa con perfume las noticias malas no llegan.” Se dijo a si mismo intentando pensar sobre que podría tratar todo esto.

“En este pueblo nos conocemos todos, igualmente tengo que pasar por la mercería ¿Qué puede pasar?”

– Buenos días Sra. Mar, ¿Cómo está usted hoy? -, saludó Marco con un tono inquisitorio.

– A usted lo estaba esperando.

– ¿A mí? -, contesta entre sorprendido y esperanzado.

– Me dejaron esto para usted -, le dice entregándole el mismo sobre rosa con perfume que encontró debajo de su puerta.

– ¿Quién?

– …

– ¿Así va a ser la cosa? Ya estamos grandes para estos jueguitos.

– Si usted está grande que me queda a mi Sr. Marco. Entréguese y disfrute la vida, se lo dice una viejita de 80 años que ya no está para perder el tiempo.

– Palabras sabias. Deme hilo negro y blanco por favor -, no podía irse sin comprar lo que necesitaba.

Mar se demora y el no ve la hora de que le cobre para salir y abrir el bendito sobre.

Perdí mi sombra,
y cuando la encontré,
a Wendy me llevé.

¡Te veo en la pizzería de Chacho!

Nada más.

Lo primero que se le viene a la cabeza es Peter Pan, ¿Qué significará? Ya tiene 60 años, en su cabeza piensa que está grande para esto, pero en el fondo, muy en el fondo, le hace ilusión pensar que puede ser.

“Mi cumpleaños es dentro de un mes, ¿mis nietos estarán adelantando el regalo?” Piensa mientras se excede un poco del límite de velocidad para llegar a la pizzería.

Chacho, nunca le hizo gracia ese hombre, aunque religiosamente come su pizza todos los domingos y todos los domingos se queja de que esta fría, que está quemada, tiene poco queso o poco tuco.

Cuando llega deja el motor prendido y el auto abierto, Chacho es un gran charlatán y él no tenía ningún interés en quedarse charlando.

Sin saludarlo siquiera Chacho le dice:

– A vos te estaba esperando.

– ¿Otra vez?

– ¿Otra vez qué? Tengo algo para vos, pero antes quería comentarte…

– Dale Chacho, estoy apurado.

– Que mal humor che, tomá.

– Ni me gasto en preguntarte quien lo dejó, ¿no?

– No debería, pero si queres puedo decirte y también puedo contarte como termina Breaking Bad, sé que todavía no la terminaste.

– Shhhhhh, ni se te ocurra Chacho, prefiero descubrirlo yo solo, te agradezco -, dice Marco saliendo velozmente de la pizzería, quería abrir ese sobre cuanto antes y definitivamente no quería saber el final de la Breaking Bad.

Cógeme con cuidado,
pues soy muy chiquita.
Cuando me siembras
me transformo en plantita.

¡Te veo en la verdulería “El loco”!


Otra adivinanza que no lleva a ningún lado, pero se empieza a divertir cada vez más.

Esta vez no tiene idea de que puede ser y pone en altavoz a su nieta mientras que sigue acumulando multas por exceso de velocidad.

– Loli, ¿Cómo estás?

– ¡Abu! ¡Bien! El finde vamos con mama a verte.

– Si, ya tengo todo preparado. Dejame leerte algo y decime que es -, le lee la adivinanza.

– Me parece que una semilla, ¿Qué es eso?

– ¿Es tuyo?

– ¿Qué?

– ¿Qué? -, Ya se había dado cuenta de que Lola no tenía nada que ver, por suerte lo pudo ayudar con la adivinanza.

– Nada, nos vemos el sábado.

– Estas muy loco abu, te quiero.

– Yo más.

Se despiden en el momento en que estaciona en la puerta de la verdulería, el día se le pasa volando. Sus planes para un miércoles en general eran los mismos que los del lunes, martes, jueves y viernes; pasear por el pueblo, hacer compras, ir al lago, ver a Marilyn, que le recuerde que tendría que estar trabajando, trabajar un poco, solo un poco, cenar con una copa de vino y volver a empezar.

El Loco lo estaba esperando en la puerta.

– Locoooo, le dice el Loco a Marco.

– Locoooo, le dice Marco al Loco.

– Parece que estas muy solicitado.

– ¿Por qué decís? ¿Tenes algo para mí? ¿De quién es? Contame vos que sos mi amigo -, le dice Marco con una sensación de ansiedad infantil.

– Porque soy tu amigo no te puedo contar, solo decirte que falta poco.

– ¿Poco para qué? -, le contesta mientras que el Loco le entrega el sobre rosa perfumado que lo siguió todo el día.

Doy vueltas y no soy tiempo,
un secreto se guardar;
si no me cuidan, me pierdo.
¿Con mi nombre sabrás dar?

Sin dirección ni lugar a donde ir.

– Locoooo, 2kg de manzana roja, 4 bananas, 1kg de papa blanca y esta adivinanza -, se la lee.

– Marquito, ya se la respuesta, me la dijeron, pero no te la puedo decir.

– Dale che -, le dice Marco casi suplicando.

– Pensemos juntos, es un objeto, da vueltas, se pierde y sirve para abrir algo.

Marco lo mira perdido y el Loco le recuerda que no puede darle la respuesta, pero le hace un gesto con la cabeza señalando las llaves del auto que el tenía en la mano.

– ¡Las llaves! -, grita Marco emocionado como si lo hubiera adivinado él solo.

Se ríen y el Loco le entrega otro sobre con una llave y una nota que decía:

No tengas miedo, ya sabes que puerta abre.

Cuando Marco lo lee queda paralizado, ¿Será lo que está pensando?

“Tiene que ser la casa de Marilyn, ¿no?, se consulta a sí mismo. ¿Ella armó todo esto? Si apenas hablamos, no puede ser. Ojalá sea, me gustaría. Ahora, si no llega a ser su casa voy a tener problemas, pero la llave ya la tengo, voy a probar”

– Chau Loco y gracias -, le dice Marco alejándose con una sonrisa de oreja a oreja y con dos bolsas de fruta y verdura.

– Mañana me lo pagas -, le grita mientras Marco se empieza a reír a carcajadas, se había olvidado por completo.

Cuando llega a la casa de Marilyn se queda en el auto unos minutos que se hacen unas horas. No estaba seguro de que lo que estaba sucediendo fuera verdad o si era solo un deseo de él y la llave abría otra puerta. Tantos años lo deseo que ahora no tenía la seguridad de poder encararlo.

Toma valor, llega hasta la entrada y mete la llave que para su satisfacción abre la puerta. Entra con cuidado y encima del recibidor encuentra otro sobre rosa perfumando con la inscripción Marco escrito en una hermosa cursiva.

¿Quién dice que somos viejos?
Todos tenemos a Peter Pan en nuestro interior.
Juntos plantamos una semilla que fue creciendo con los años, ahora es un bosque que necesitamos atravesar.

Si estás de acuerdo vení a buscarme.
Ya sabes dónde estoy
.

Marco no se vio, pero creía que en ese momento tenía la cara mitad colorada de la vergüenza y mitad pálida del miedo.

“Si voy todo se va a hacer realidad, ¿Quiero que se haga realidad?”.

Se mete en el auto y no podía arrancar, necesitaba distraerse. Llamo a su hija, charlaron sobre la logística del sábado; llamo a su hijo, no le contestó, obvio; llamo a su hermano, no podía hablar, estaba trabajando; ya no sabía que más hacer, se le estaban acabando las excusas.

“Listo, tengo que enfrentarlo, se dijo. En algún momento esto tiene que terminar, o empezar mejor dicho”.

Se baja de la camioneta, mejor caminar quinientos metros y seguir pensando.

Cuando llega al lago busca a la persona con malla azul o malla roja pero no la encuentra. Se desesperó pensando que estaba equivocado hasta que la distinguió, mirándolo fijamente, desnuda y haciéndole un gesto para que entre en el lago helado con ella y con 10 grados.

No lo piensa dos veces, se saca todo y entra.

El resto es historia, esa historia de 437 páginas, perfectamente escrita, corregida y editada pero que nunca será publicada.

La historia de Marilyn y Marco va a quedar plasmada en forma de libro en la biblioteca de ambos para que sus nietos la puedan leer el día que ellos no estén.

Mientras tanto, esta historia va a seguir siendo de ellos dos, tuya y mía.

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