Era joven, amada, exitosa y hermosa, poco tenía de lo que lamentarse. Pero la naturaleza humana tiende al sufrimiento y donde no lo encuentre tiene la innata necesidad de inventarlo. Por tal motivo ella vino a caer profundamente hechizada por la encantadora esencia del prometido de su hermana. Un hombre excepcional, talentoso en la destreza que fuera y de un ingenio sin par. Era hijo de una pareja que compartía estrechos lazos con sus padres, por lo que prácticamente se habían criado juntos. Ahora los cabezas de cada familia buscaban oficializar su amistad a través de un casamiento por conveniencia entre sus primogénitos.
Había intentado hablar con los suyos para remediar la situación, incluso había rogado en la casa de los otros, pero a nadie parecía importarle lo que pensara ella del tema y tanto el muchacho como su hermana tenían un respeto tan elevado por sus progenitores que nada harían por contrariarlos.
Qué más podía hacer ella cuando había agotado todas sus opciones racionales. No soportaba la idea de verlo viviendo con otra persona y menos de su misma sangre. Así fue como de pie en el alféizar tomó el único camino que veía, hacia adelante.
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