Era un hombre privilegiado. Nacido en una familia de clase alta, nada que el dinero pudiera conseguir le había faltado. Había recibido amor constantemente de parte de sus padres y hermanos. Amigos no tenía pocos, algo en su manera de ser incitaba a los demás a quererlo. Sin embargo se sentía sólo hace años, no recordaba cuantos ni siquiera. Su animada vida la veía color gris. En su mente era un personaje secundario de una película de esas antiguas, mudas y en blanco y negro. Nada conseguía emocionarlo, alegrarlo, darle motivos para mirar al futuro con ansias.
Todo cambió el día que conoció a aquella maravillosa chica. Una noche como cualquier otra, había salido con sus compañeros por inercia y cuando ella se le acercó por detrás a cuestionarlo sobre su “cara larga” el entorno inmediatamente cobró color. Las paredes del local se tiñeron de azul y beige, la música comenzó a sonar en sus oídos, el perfume de la muchacha inundó sus sentidos y escuchó reír. Después de tanto tiempo, su verdadera risa.
Esa noche había cambiado su vida. En los días siguientes se encontraron en varias ocasiones y mientras el amor crecía, la vida se pintaba.
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