José se
hunde en sus cavilaciones mientras el humo del cigarrillo se dispersa y se
renueva constantemente con cada calada, haciendo compañía y danzando al unísono
con sus pensamientos, como si el ritmo de ambos fuera el mismo, como si
las formas diversas en que suele presentarse el humo durante su movimiento
representara las maneras en que se expresaran y esclarecieran las ideas. Sus
días y el transcurrir de los mismos, sus amaneceres y
puestas de sol, se tornan grises, su criterio es cada vez más tenue
y superfluo; la sociedad afuera arde, el estallido social está en auge, los
jóvenes son asesinados en las calles exigiendo sus derechos, cabezas y torsos
humanos aparecen en andenes y basureros depositados en bolsas negras, cual
si fuesen un desperdicio más, otro elemento común y natural que se suele
encontrar en los sitios establecidos para recolección de basuras
en una sociedad insensible y violenta que desayuna, almuerza y cena
odio, un odio sin sentido que solo es posible pensarlo en un país políticamente
analfabeta.
José termino su pregrado pero no
encuentra oportunidades para ejercer su profesión, las posibilidades
labores en un sistema corrupto y con condiciones paupérrimas, limita
y coarta el desarrollo de planes y sueños de vida digna. Perdido entre
cigarrillos, cervezas, pensamientos vanos y trivialidades que se presentan
como inoportunas al momento, puesto que lo alejan cada día más de las
interacciones humanas y el calor que solo se puede suscitar en medio de una
intensa conversación, de un fuerte abrazo o un familiar apretón de manos,
en otras palabras, de la vida social que en un tiempo
atrás construyo mientras estuvo en la universidad, y lo cegaban cada día más,
poco a poco él entraba en un letargo que era impensable por sus profesores
cuando en las cátedras exponía con tanta vehemencia las ideas marxistas y
materialistas que había estudiado en sus horas de lectura. José, había
adquirido un habito nocivo que solo puede fecundarse y desarrollarse en el seno
de la academia, entre la interacción diaria de múltiples de intelectuales
pedantes y egocéntricos que se creen superiores a la sociedad en la que se
encuentran, colonizados hasta en sus formas de excretar: José no caminaba,
él levitaba. Encerrado en sus ideas, aunque socialistas y humanistas, solo
eran ideas que no venían acompañadas de una praxis libertaria. José, así como
cientos de científicos sociales y docentes, exponen forma magistral las
ideas de Antonio Gramsci, pero en sus vidas cotidianas no han logrado
comprender que es en esencia un intelectual orgánico…
Las calles siguen ardiendo,
noticias de asesinatos de jóvenes manifestantes, violaciones a mujeres,
desapariciones forzadas, secuestros, allanamientos y detenciones ilegales por
parte de miembros de la fuerza pública inundan las redes sociales, porque
los noticieros y canales nacionales siguen adormeciendo y alineando a las masas
con las noticias más irrelevantes para el país. La dictadura se hace explicita.
El paramilitarismo opera a la luz del día. Una posible guerra civil
se cocina lentamente. José, aunque frustrado por su desempleo y las
condiciones en que se encuentra, sigue reflexionando la situación como un
buen observador, sin mucho criterio, claro está. Desde su graduación como
licenciado se ha alejado de las novelas, los ensayos literarios, la poesía
y otras formas de expresión literaria que enriquecen el entendimiento y
el alma humana y que eran apreciadas por él en un tiempo pasado; ahora
solo lee noticias, artículos científicos y producciones académicas occidentales.
Un día de junio, muy
lluvioso y frio, observando los libros de su biblioteca, centra su
atención en una vieja, pero hermosa edición rusa de una novela de F.
Doostoievsky. Estira su brazo hasta el estante en el que se encuentra ubicado
el libro y lo extrae de su lugar, lo sopla un poco buscando desempolvar su dura
y negra pasta, y lo abre rápido como quien añora desesperadamente
encontrar en las páginas del libro algún consejo que pudiera darle el
autor. Al abrirlo, recordó lo mucho que significaban para él las
novelas en esa época de su vida, recordó cómo se perdía horas enteras
en mundos y universos extraños en los que lo introducían sus lecturas, lo
invadió la nostalgia al pensar en sus tiempos de estudiante, en sus ideales, en
sus emociones, sus amores, sus amigos, su vida, o la vida que ya no
era. Lo primero que se encontró al abrir el libro fue un recorte de un
periódico viejo que tenía como separador y en el cual se encontraba el mapa de
su país y dos flechas de los colores de la bandera que señalaban hacia
mapa. Las flechas eran tenían forma de parábolas y entre ambas flechas se
encontraba un escrito de Bertold Brecht que decía lo siguiente:
Primero se llevaron a los
comunistas
pero a mí no me importo porque yo
no era
enseguida se llevaron a unos
obreros
pero a mí no me importo porque yo
tampoco era
después detuvieron a unos
sindicalistas
pero a mí no me importo porque
yo no soy sindicalista
luego apresaron a unos curas
pero como yo no soy religioso
tampoco me importo
Ahora me llevan a mi
pero ya es tarde.
Reflexiono varios minutos sobre
lo que acababa de leer, lo volvió a invadir la nostalgia sobre su época de
universidad, no obstante, aquel escrito en ese momento de su vida no
significaba nada, más allá de un bonito y emotivo recuerdo de su
etapa de estudiante. Así como le sucedía con Gramsci, José se quedó sin
comprender el sentido profundo de lo que decía Brecht en su escrito, porque su
sesgo y su complejo de académico e intelectual, lo limitaban en sus
observaciones y, por ende, su compresión no era holística, carecía de aquel
conocimiento que solo puede surgir y producirse al contrastar la teoría
con la práctica cotidiana. Dejo a un lado el viejo recorte de periódico
que acababa de leer y que usaba como separador, y procedió a leer el libro
en la página en que lo encontró. Llevaba un par de renglones de lectura cuando
sintió una sensación desagradable, un malestar insoportable lo invadió
repentinamente, una animadversión hacia lo leído le recordó los motivos
por los cuales había dejado de leer novelas, poesía y otras formas de la
literatura. Con algo de molestia tomo el recorte de periódico, sin pensarlo
mucho lo volvió a introducir en medio de las páginas que lo había hallado y
cerro el libro. Con la misma rapidez que lo extrajo de su sitio lo volvió a
depositar en él. Se retiró de su biblioteca con un sin sabor que no comprendía.
Las calles arden con más fuerza,
pero la violencia policial y paramilitar ya no es mediática, el estallido
social sigue existiendo, pero la rutina envolvente de las urbes, las noticias
sobre el pico de contagios que enfrenta la sociedad, los encuentros futbolísticos
de la selección nacional, las políticas económicas y la represión
llevada a cabo por los aparatos del Estado, hacen que la movilización
social se vea menguada y sin fuerza, pero eso no significa que así
sea, pues las calles siguen irradiando dignidad, las personas salen en masa y
siguen resistiendo a los ataques e intentos de asesinato que son constantes por
parte de policías y militares contra manifestantes desarmados que solo piden
ser escuchados. Ahora la represión estatal no mata solo manifestantes, los
ancianos y los recién nacidos también han sido víctimas y han sido asesinados
por los gases lacrimógenos que disparan los policías. Y ahí esta José, en
su casa, indiferente pero seguro, contrario al sistema, pero funcional al
mismo, Con discurso e ideología obrera, pero con vida de burgués.
Finalizando el mes de junio José salió
de su casa para ir a la universidad a solucionar un problema con su diploma y
el acta de grado, papeleo tortuoso para el recién egresado. En el camino se
encontró con una escena ante la cual no se pudo mostrar indiferente: un grupo
de manifestantes que se encontraba bloqueando una vía, estaban a punto de ser
fuertemente atacados por la policía. José, se quedó parado en la orilla de
la carretera y saco el celular del bolsillo de su pantalón, pensó en registrar
lo que pasara por si algo malo les pudiese llegar a ocurrir a los
manifestantes. Los policías y los manifestantes cruzaron algunas palabras, los
policías advertían groseramente que desbloquearan la vía o los encerrarían a
todos, pero los manifestantes decían estar en su derecho y exigían se les fuera
respetado. En menos de dos minutos los policías comenzaron a disparar gases lacrimógenos
y granadas aturdidoras. Los jóvenes manifestantes que ya contaban con
experiencia en este tipo de situaciones asumieron la vanguardia de la
movilización y trataban de contrarrestar estos ataques devolviendo los gases,
lanzando rocas y protegiendo a la multitud marchante, que bloqueaba
el lugar, con escudos improvisados de materiales poco resistentes.
Al cabo de un par de minutos
el enfrentamiento entre policías y manifestantes seguía en pie, y la vía aún
seguía bloqueada, parecía una zona de guerra, puesto que solo humo y gases
cubrían el lugar, no obstante, la movilización no había podido ser
dispersada y por tal motivo los policías se encontraban ofuscados, pues las
rocas en su contra no paraban de llover, era el pueblo que exigía y que les
reclamaba cumpliesen bien su función, pero así como José no comprendía del
todo a Gramsci y a Brecht , los policías no comprendían su rol, no
entendían su deber para con la sociedad a la cual se supone deben
servir y proteger y en vez de eso, golpean, violan y matan al pueblo. La dictadura
se hace explicita. José graba con su celular. Algunos policías ya han notado la
presencia de las personas que graban, pero solo observan atentamente y
tratan de guardar sus rostros. El enfrentamiento se va acalorando poco a poco.
Algunos policías, impotentes al ver la resistencia inquebrantable que presenta
la masa dispuesta a respirar, llorar, toser y vomitar gases con
tal de poder exigir el cumplimiento de sus derechos constitucionales,
sacan armas de fuego diferentes a las cuales se encuentran inventariadas ante
la institución como su dotación, y disparan a quemarropa contra los
manifestantes, hiriendo a varios, logrando por fin, dispersar
la multitud.
Los heridos caen al suelo, la
gente comienza a gritar, mujeres y niños corren intentando huir del rango de
las balas. Un grupo de hombres de civil, llegan armados al lugar y en
complicidad con la fuerza policial, abren fuego contra los manifestantes. El
paramilitarismo opera a la luz del día. José, al ver todo esto, queda atónito,
miles de pensamientos invaden su cabeza, no sabe qué hacer, como reaccionar,
que decir, sin embargo, sigue grabando. Como no hacia parte de la movilización
estaba grabando tranquilo desde una acera un poco alejada a la que se
encontraban los policías y los civiles. De repente sintió una mano que lo
agarraba fuertemente por el cuello y le decía:
– ¡Q` hubo, perro hijuepta!
¿usted que está haciendo?
sorpresivamente, aparece ante sus
ojos una camioneta de la que se baja un hombre que lleva puesta
una camisa blanca y una bermuda color habano. Se para ante José y le
pregunta al hombre que lo sostiene por el cuello desde la parte de atrás:
– ¿y este que estaba haciendo?
– El muy sapo estaba
grabando lo que no le importa – le responde el hombre que José aún no ha visto.
Al escuchar estas palabras el
hombre de camisa blanca que José tiene al frente responde:
– siempre es que hay mucho
guerrillero en la ciudad. Meta a este malparido a la camioneta y vamos a hablar
con el coronel.
El hombre que tiene a José por el
cuello lo aprieta fuertemente mientras intenta arrastrarlo de esa manera hasta
la camioneta que está justo frente a ellos a la orilla de la carretera, José
vocifera gritos de auxilio que nadie escucha, porque estaba ubicado lejos de la
movilización y en una zona no tan concurrida, e intenta resistirse,
trata de luchar con todas sus fuerzas contra el hombre que lo empuja, pero
el que estaba frente a él, también lo toma de un brazo empujando en dirección
a la camioneta. Logran ingresarlo a la camioneta sin que nadie se haya dado
cuenta de la situación. Nadie logro oír o ver mientras introducían a José en
aquel automóvil 4×4. Solo al estar dentro de la camioneta, pudo ver al hombre
que lo tomo por la espalda: Un hombre blanco de unos 35 años de camisa blanca y
bermuda color habano, parecían uniformados los hombres que iban en la
camioneta, que eran 3 en total con el que iba conduciendo.
José no podía dejar de
pensar que ese era el atuendo con el que solían vestirse la mayoría de ricos de
la ciudad los fines de semana. Mientras pensaba en esto la camioneta se
acercaba a la concentración de policías y hombres de civil que minutos
antes estaban disparando contra los manifestantes y los cuales fueron grabados
por José desde una acera lejana. Al llegar al lugar, un hombre uniformado de
policia, que José pensó era el coronel porque era a quien iban buscando, se
acerca a la camioneta y saluda a los hombres
– Q`hubo, muchachos. ¿cómo vamos pues?
y ¿este quién es? -dijo señalando a José sin terminar de saludar ni esperar el
saludo de regreso- ¿un vándalo?
– Que vándalo, este hijueputa es
un guerrillero! -dijo el primer hombre que había abordado a José
– Lo sorprendimos grabando
mientras ustedes y los muchachos se defendían de esos vándalos – agrego el
segundo hombre
– Ah… ¡con que de sapo este
hijueputa!- dijo el policía mientras miraba a su alrededor- y ¿quién los vio
subirlo a la camioneta?
– Ni un alma estaba presente – respondió
el tercer hombre que hasta el momento permanecía en silencio con la mirada fija
en el volante.
– Entonces hagan lo que quieran,
muchachos – respondió el policía y se dio media vuelta de regreso.
Solo en aquel instante José
comenzó a experimentar una cantidad desbordante de sensaciones que lo
inquietaban y que inevitablemente lo llevaban hacia el terror y la desolación,
sabia en que país vivía y que practicas macabras en esta tierra se ejercían…
y se ejercen. La camioneta acelero y rápidamente se alejó del lugar, José
perdía el juicio, la desesperanza invadía su razón y ya predecía su
insospechado final, de repente, vino a su cabeza el escrito que unos días antes
había encontrado en un viejo recorte de periódico y lo comprendió, al fin sintió
comprender aquellas palabras de Bertold Brecht; pero ya era tarde…Una semana
después el cuerpo de José fue hallado flotando en el rio de la ciudad con un disparo
en la cabeza y muchos signos de tortura en su cuerpo.
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