Airell es de sangre mestiza. En otras palabras, es descendiente de una mortal, Inari, quién fue amante del dios de los mares, Poseidón. La historia dice que se conocieron en una fiesta de verano, llevada a cabo en la playa Navagio, una pequeña porción del paraíso ubicada en las Islas Jónicas de Grecia. La fiesta comenzó al atardecer, justo en el momento cuando el sol se conecta con la tierra para crear lienzos anaranjados con nubarrones enfilados en la periferia del cielo. Y fue ahí, en la intersección del alba y el océano, cuando los ojos de Inari se posaron en un muchacho claramente atractivo. Sus cabellos eran cortos y castaños, también era dueño de una sonrisa cautivadora, sin mencionar que el conjunto de bermudas con estampado floreado le obsequiaba una apariencia graciosa y amigable. Eaton era su nombre. Ese fue el primer encuentro de muchos más que pronto originaron un romance efímero.

Inari siempre supo que Airell era especial. Luego de atravesar una complicada infancia gracias a su dislexia y THDA, llegó a una etapa que sería el principio de una aventura fascinante con todos los matices que la vida puede ofrecer. Al cumplir los 17 años, accidentalmente inundó el baño de su casa mientras tomaba una relajante ducha. La causa recayó en alguna falla de la tubería, pero había algo muy extraño en eso, pues Airell juró haber visto un chorro disparado desde la regadera en el momento exacto cuando sintió ira dentro de él.

Esa misma noche, en tanto iba de regreso a casa, escuchó una voz silbante repitiendo su nombre. Era apenas perceptible, mas logró captar un atisbo de misterio en ella. Víctima de la curiosidad, empezó a seguirla, dejando que lo guiara por un camino repleto de grandes pinos y matorrales enredados entre sí; el suelo era de tierra y no había rastro alguno de la civilización a la que pertenecía. Una persona normal hubiera sentido miedo, pero él no era como los demás. De repente, un escalofrío le atravesó la espina dorsal, detuvo sus pasos en seco y la voz dejó de escucharse. Todo quedó sumido en un silencio cerval, hasta que sin previo aviso, una especie de mitad hombre mitad cabra apareció de entre los matorrales, ¡era un sátiro! Sus cabellos plateados y rizados le caían por debajo de los hombros y una barba que cubría gran parte de su rostro le daba un aspecto erudito, parecía ser alguien muy viejo.

—Sígueme.

Dio la vuelta y desapareció sin decir más. Airell estaba que no se lo creía; de un momento a otro, todo lo que conocía estaba en proceso de cambio. Todavía víctima de la sorpresa, hizo las manos en un puño y se dispuso a ir detrás de ese sátiro mientras que una sensación desconocida, pero igual de excitante, lo embargaba al atravesar la densidad de los matorrales. Todo lucía igual, sin embargo, Airell podía asegurar que estaba en otro mundo.

—Qué perspicaz eres, mi pequeño amigo —habló el sátiro, como si hubiera leído sus pensamientos—. Ahora te encuentras en Asteria, el mundo de los semidioses y de cualquier criatura mitológica que alguna vez pudiste imaginar.

—¿Semidioses? ¿A qué se refiere con eso? —Airell preguntó.

Tal vez alguien lo había drogado sin que se hubiera dado cuenta y por eso estaba teniendo alucinaciones. O tal vez aún seguía soñando. Se pellizcó para comprobar su teoría… No, no estaba durmiendo. Antes de que pudiera seguir indagando en las cientos de preguntas que su cabeza formulaba, una pequeña luz de color azul se hizo presente por encima de su cabeza. Un poco asustado, alzó la vista para contemplarla, y el sátiro no tardó en explicarle que aquello significaba solo una cosa: su padre lo estaba reconociendo como hijo propio.

—Parece que eres hijo de Poseidón —continuó, llegando a la cima de una pequeña colina. Más adelante se podían apreciar diminutas luces rojizas que danzaban sobre la espesura del bosque—. Bienvenido al campamento mestizo, tu nuevo hogar. Aquí aprenderás a controlar tus poderes, y sobre todo, te enseñaremos las técnicas básicas de combate.

—Aguarde un momento, ¿cómo que mi padre es Poseidón? —Existían muchas cosas que Airell desconocía, sus días como un simple mortal habían terminado, y de ahora en adelante, sería conocido como un hijo de los tres grandes.

El campamento estaba dividido en cuatro secciones: Las cabañas, donde se alojaban los semidioses según su origen biológico, así como los profesores; el área de entrenamiento y combate; el comedor principal con una gran fogata que se encendía por las noches; y un Partenón que fungía como una clase de escuela donde los aprendices estudiaban historia, geografía de Asteria, criaturas mitológicas, entre otros. También había una hermosa playa, hectáreas interminables de áreas verdes, grandes montañas que delimitaban el campamento, y todavía más allá, un mundo entero sin descubrir.

Ahora Airell sabía la verdad, él tenía sangre mestiza y con ello, habilidades especiales que debía pulir y practicar para tener un dominio total sobre ellas. Inclusive, con el transcurso del tiempo, encontró que el agua poseía cualidades curativas, ¡además de que tenía la capacidad de hablar con animales marinos! Pese a que él mismo llegó a considerarse como un chico introvertido, fue a quién mayoritariamente encomendaron las misiones dictadas por el Oráculo de Delfos, una respuesta dada por una deidad a través de un recipiente humano. Si bien, su vida no volvió a ser la misma de antes, no se arrepentía de nada en lo absoluto.

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