Pulimentando
el aire,
tan
cálido, zona agreste,
donde
caben marineros,
los
trajes impolutos y las manos.
La
nieve, copiosa
mirada,
donde anteceden
los
giros de la luna.
Incendio
los lugares
del
pasado, meto en mi albornoz
secado,
los labios sin besos
del
arroz intermitente.
Veo
tu ponzoña averiguarse
con
sus perros lanudos y grasientos.
Al
espejo le sobran unos kilos,
margen
difuso de los días,
ópera
o martillo de herejes,
subterráneo
donde la ternura
vende
su zapato más sangriento.
Puliendo
el aire, cálido como
una
ventana, exterior dinamitado,
seca
empuñadura férrea corpulencia.
En
el destello de tu anillo nupcial,
todavía
se resuelven los ecos de las aguas.
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