En una era de especialización, donde vemos cada vez más común que una persona saca hasta un par de doctorados y especializaciones en sus estudios académicos, cada vez está más mal visto la filosofía de ser un todólogo o un comodín en los negocios, pero ¿qué tan malo es esto?
Acaso nuestros abuelos no eran todólogos en cuanto a las reparaciones en casa, sabían o aprendían en la marcha tanto de electricidad como de plomería, albañilería, tapicería y hasta de medicina y cocina. No había reto al cual no se le pusieran de frente y lo resolvieran.
A todo esto, esta es la historia de Samira, una niña que nació en una familia de clase media por ahí en la década de los años 60’s. En aquellos tiempos donde existía una discriminación hacia la mujer en muchos sentidos, no digo que no exista en estos tiempos, pero en aquellos años era más marcada y se tomaba como algo normal.
Por esto Samira no estudió más allá de la primaria, lo fundamental como leer, escribir y hacer cuentas. Cosas básicas para poder desarrollarse como una mujer normal de la época. Destinada a servir a sus hermanos y ayudar a su mamá, hasta que pudiera desposar a una pareja y así seguir sirviéndole a ella.
Samira no se sentía mal por esto porque no esperaba nada más de la vida en realidad, hasta que un día el padre de la familia, Don Arturo que era albañil, tuvo un accidente laboral y se fracturo las dos piernas en la construcción donde trabajaba. Lo llevaron al hospital y fue atendido sin ningún problema, pero debía hacer reposo absoluto por un tiempo largo y por esto, no podría trabajar y no habría ingresos para las necesidades de la familia.
Samira, era la primogénita y tenia dos hermanitos más, la madre ya tomaba algunos trabajos ocasionales como eran lavar la ropa de algunos vecinos, por lo que no ganaba demasiado. Entonces Samira supo que era tiempo de encontrar un empleo y apoyar a la familia, no sabría en esos instantes lo que esta decisión le cambiaría la vida.
En una ciudad en pleno crecimiento, era relativamente sencillo encontrar algún empleo, no era como hoy en día que te piden tantos papeles y llenas tantos exámenes para que al final te digan: “Gracias por todo, nosotros le llamaremos”. En aquellos tiempos, las personas se conocían, se podía confiar en la palabra de alguien.
Samira inicio trabajando medio tiempo como encargada de limpieza en una farmacia, llegaba muy de mañana para barrer la acera frente al negocio, luego limpiaba los mostradores y sacudía los estantes donde estaban esos frascos raros llenos de pociones mágicas que curaban a las personas, o por lo menos así lo veía Samira. Pero la paga no era suficiente para todos los gastos que tenían en su casa, por lo que nuestra chica consiguió otro empleo por las tardes en una fábrica de condimentos en donde debía llenar las cajas con los sobres para luego sellarlas, aquí le pagaban por la cantidad de cajas que sellaba a diario, lo que ayudaba a poner el pan en la mesa todos los días en su casa.
Samira se sentía muy cansada por las noches, tanto que a veces ni comía, solo llegaba a dormir. Pero se sentía también orgullosa de poder ayudar a su mamá y a su papá en la situación que estaba pasando la familia. Así Samira empezaba a pensar que quizá eso de solo servir en la casa y atender a una pareja no era todo lo que la vida le tenía preparada para su futuro.
Luego de unas semanas, el padre de Samira, Don Arturo ya estaba mejor. Fue al hospital a su revisión y los médicos dijeron que ya podía trabajar pero que ya no debía subir alturas muy altas ni cargas cosas demasiado pesadas. Esto entristeció a Don Arturo porque la ciudad estaba creciendo, se estaban construyendo muchos edificios y esos eran los empleos mejor pagados en su gremio. Esto le llenaba de tristeza, solo tomaba algunos trabajos pequeños y como le decimos en mi tierra “chapuces” o arreglos menores en casa particulares, cosas que no dejaban demasiado, por lo que Samira debía seguir trabajando para ayudar al sostén del hogar.
Samira ahora estaba trabajando en una fabrica donde ella acomodaba algunas mercaderías para la venta y atendía a los clientes por las tardes, ganaba un poco más y empezó a ver cómo podía ascender.
Le pregunto en una ocasión a su jefe que ¿porque le daba mejor trabajo a unas muchachas que estaban empezando en la fábrica que a ella? A lo que contesto este anciano de aspecto algo agrío, pero justo en su trato: “Es que estas muchachas saben de contabilidad y por eso pueden hacer el trabajo, en cambio tú nomas sabes hacer unas pocas cuentas y nada más.”
Samira entendió que, si quería hacer más y ganar mejor debía superarse, pero en su casa no creían en la educación para la mujer. Estaba enfrente de un problema.
Esa noche, efectivamente Samira habló con sus papas acerca de seguir estudiando para poder optar a mejores trabajos. Eso desencadenó una discusión dentro del hogar, Don Arturo decía que no era necesario, ya él tendría un mejor trabajo y que Samira podría regresar a ayudar a su mamá, Doña Felipa, a cuidar a sus hermanitos. A su vez Doña Felipa veía en los ojos de su hija una chispa que meses antes no la notaba, y dijo: “Voz patoja* lo que pasa es que ya te gusto la calle, verdad.”
Samira solo bajo la cara, se quedó callada y con algunas lágrimas en sus ojos se fue a su habitación, que no era más que el rincón del mismo cuarto grande donde dormían todos.
Al día siguiente Samira hablo nuevamente con Don Benancio, su jefe en la fábrica, le conto lo que ocurrió en su casa la noche anterior y le dijo si podía ayudarla a estudiar algo de contabilidad para tener un mejor trabajo en la fábrica. Don Benancio al verla se conmovió. Le dijo que había dos formas de poder hacer eso y que en ambas podía ayudarla. Samira lo vio con unos ojos muy abiertos, asintió con la cabeza y dijo que haría lo que fuera para lograr lo que era en ese instante su sueño.
Don Benancio le dio una nota a Samira, donde le explicaba a sus padres que la chica tendría que trabajar por las noches para sacar un trabajo atrasado que existía. Dicho trabajo no era real, pero así tendría tiempo la niña de ir a la escuela nocturna por lo menos por un tiempo. La noticia fue recibida a regañadientes por parte de Don Arturo, pero al final debía cumplir con el trabajo porque se necesitaba, Doña Felipa ni siquiera opinó porque ya su esposo había hablado.
Ha escondidas, al día siguiente Samira fue a comprar un cuaderno y un lápiz para ir a sus clases. Estaba muy emocionada y nerviosa a la vez, ese día le pareció eterno en la fábrica. Luego de sonar el silbato de salida de la fábrica, Hablo con Don Benancio llena de nerviosismo, le pregunto que debía hacer a qué hora empezaban las clases y hasta a qué hora tendría que estar en la escuela.
Don Benancio le dio un par de palmadas amables en el hombro y quiso tranquilizar a la chica, pero eso era imposible. Sólo le dijo que por favor no se fuera a entretener con nada al salir de las clases porque él había puesto su nombre en esa mentira con tal que Samira pudiera estudiar y así optar a un mejor trabajo, que no hiciera nada para que él se lamentara de haberle ayudado.
Dijo don Benancio que él se quedaría en la fabrica hasta tarde, por si sus papás se ponían nerviosos y llamaban por teléfono para saber de su hija, algo que sería muy extraño porque en esos tiempos muy pocas personas tenían acceso a un teléfono en sus casas, o si surgiera alguna sorpresa o emergencia.
Nuestra patoja estaba muy contenta y agradecida por todo el apoyo que le estaba dando el viejecito que al principio se veía como bautizado con jugo de limón, una cara de amargado y regañón que solo se le quitaba cuando conocía a alguien con el ángel que tenía Samira.
¡Llego el tiempo! Sonó el silbato y es hora de salida de la fábrica. Samira casi olvida su cuaderno y lápiz por salir corriendo para las clases. ¡Se va volando!
En la escuela nocturna conoce a otras personas que al igual que ella buscan una mejor oportunidad, conoce tantas historias parecidas y diferentes a la de ella; unas llenas de dolor y necesidad más que la de ella, otras con violencia o vicios dentro del hogar, muchas simplemente parecidas a la de Samira, llenas de escasez de recursos y paradigmas familiares que no dejan de lado para avanzar. Pero todas con el común deseo de experimentar algo más de lo que tienen, de llegar más lejos y ascender a una vida mejor.
¡La primera noche ha sido fantástica! Han aprendido muchísimo, el profesor habló de la naturaleza de los números, que unos son los dígitos, otros que son como rocas porque no se pueden dividir, se llaman números primos, y tantas otras cosas más. Al terminar, Samira sin saber que hora era, salió corriendo por las calles ya obscuras de la ciudad para llegar lo antes posible a su casa.
Al ir corriendo a casa Samira sentía que se le salía el corazón por la boca. No por la carrera, porque era una chica acostumbrada al ejercicio, a caminar y correr largas distancias. Era mas bien por el nerviosismo de mantener una mentira en su casa, ella no era de ese tipo de patojas, pero en este caso, era la única forma de poder estudiar y lograr el sueño de un mejor empleo.
Al entrar a su hogar, su padre la estaba esperando con una cara de pocos amigos. Don Arturo molesto le pregunta a Samira que si estas eran las horas de regresar a su hogar, que una niña decente y de buen nombre no esta en la calle de noche. A lo que Samira baja la mirada y solo contesta: Lo siento papá, pero recuerde que hay mucho trabajo en la fábrica y por eso traje la nota de don Benancio avisando que voy a salir tarde varios días…
Don Arturo solo hace una respiración fuerte que parece un perro bravo. Asiente con la cabeza de mal modo y dice: Tienes razón, en el trabajo hay que cumplir, pero no me gusta nada que ande en la calle tan tarde. Tome una taza de café que le dejo su mama ahí en el pollo* caliente.
Todo salió bien, pensó Samira, no se dieron cuenta y ya estoy aquí. Durmió un poco esa noche y al día siguiente se levanto muy temprano, se preparó, lavo los platos que estaban sucios de un día anterior, fue corriendo a la lechería y a la panadería para comprar algo de comida para sus hermanitos y sus papás, preparo un pequeño plato de comida para llevar y se despidió de todos en casa para salir al trabajo. Su mamá, Doña Felipa, aún le reclamo que no había doblado la ropa ayer y que no pensara que ella lo iba a hacer, porque eso era su obligación en la casa. Samira solo le dijo: Cuando venga lo hago mamá, tengo que irme ya…
Así transcurrieron unos tres meses mas o menos, Samira asistía a la escuela nocturna tres veces por semana, para poder descansar un poco y no levantar sospechas en su casa. La parte difícil era en realidad tener tiempo y lugar para hacer sus tareas y ejercicios sin que nadie en su familia se diese cuenta. Don Benancio, cuando podía, le facilitaba un lugar en la bodega del trabajo, pero no podía siempre porque, al fin y al cabo, él era también un empleado y lo que estaban haciendo no era bien visto por los dueños o jefes de la fábrica.
Luego de un tiempo, Samira tubo que pasar al plan B que Don Benancio le había dicho que pasaría con el tiempo. Se volvía cada vez más difícil sostener la mentira del trabajo nocturno, Don Arturo cada vez estaba más molesto con esa situación y pensaba que la fábrica era una explotadora porque Samira trabaja tanto y no le pagaban más. Varias ocasiones amenazó con ir a hablar con sus jefes a la fábrica y quejarse por esa situación, a lo que Samira le rogaba que no lo hiciera porque podían despedirle y necesitaban el dinero del empleo en casa. Entonces su papá se calmaba un poco y sólo se daba la vuelta murmurando, quien sabe que decía entre labios…
El plan B era que don Benancio le consiguió unos libros de matemáticas y contabilidad para que ella estudiar por su cuenta, ya había superado los conocimientos básicos y entendía los libros. La parte difícil era que no obtendría ningún diploma de grado porque no estaba en una escuela, pero eso a Samira no le preocupaba gran cosa, ella pensaba que si ella tiene los conocimientos, puede ganarse la confianza de cualquiera cuando viera su trabajo.
La oportunidad llegó, pero no como Samira se había imaginado. Resultó que la hija de los dueños de la fábrica emigraría a otro país. La Señorita Clara, era madre un bebé precioso, pero tenia que irse del país por los estudios de su esposo, un renombrado médico, que iría a Houston a hacer una especialización.
Pero ¿Que tiene que ver todo esto con Samira? La Señorita Clara conoce a Don Benancio y a Samira de vista, los ha visto muchas veces platicando entre ellos y ve que Samira es una patoja Chispuda* en todo lo que hace. Al hablar un par de veces con Don Benancio, él le dijo que Samira era de una familia con muchas necesidades y que ella soñaba con mejores oportunidades para ayudarlos.
De esa cuenta, La Señorita Clara le dijo a Samira esa tarde que necesitaba hablar con sus padres para una oportunidad de empleo única. Samira, sin imaginarse nada, asintió y cuando salió fue a su casa para hablar con su papá sobre lo que le habían dicho. Ella pensó que quizá querían ofrecerle algún trabajo a su papá, había escuchado días anteriores que la fábrica necesitaba hacer algunos trabajos de construcción para nuevas máquinas.
Al día siguiente, Don Arturo se puso su traje que usa para las fiestas patronales y los domingos de iglesia, para causar una buena impresión y si todo esto era para ofrecerle algún trabajo de albañilería, quizá por la pinta podría cobrar un poco más…
Desayunaron juntos con Samira, pero casi no hablaron. Don Arturo estaba entre nervioso y ansioso por la entrevista, Samira estaba más asustaba y temerosa que no quería que fuera descubierto los meses que fue a la escuela nocturna a escondidas… Salieron caminado a paso ligero porque querían llegar lo antes posible a la fábrica, no importaba si ellos debían esperar a la Señorita clara, decía el papá, esto nos da una ventaja en la negociación del trabajo y verá que somos gente puntual y seria para los negocios.
Llegaron, Samira se fue a su lugar de trabajo y Don Arturo se quedó en una sala de espera en las oficinas en lo que llegaba la Señorita Clara. Al poco rato ella entro al edificio y saludo al varón que estaba esperando sin saber que era el papá de Samira. Al instante que la secretaria le informa quien es la persona que esta en la sala, Clara mandó a llamar a Samira, al sonar el nombre de nuestra chica en el megáfono, Samira se le paró el corazón. Pensó a que estaba en problemas y que todo se había descubierto, quizá su papá había empezado a reclamar los horarios tan extensos que supuestamente ella había trabajado y no había tenido ningún aumento de sueldo. ¡Estaba aterrorizada!
Aunque ella se levanto de su sitio en cuanto escucho su nombre y camino a las oficinas, a Samira le pareció como si caminaba un largo camino, algo así como el que los presos deben caminar a la silla eléctrica a cumplir su sentencia.
Al abrir la oficina de la Señorita Clara, Samira estaba sudorosa y pálida, parecía casi un cadáver o un zombi de esos de las películas. Al entrar, vio a su padre de pie, como ella lo esperaba, pero su cara no era la que ella esperaba, no estaba enojado ni colorado o a punto de reventar, más bien se veía contento y complacido. Samira se acerco con cierto recelo, esperando que todo era una trampa para que ella se acercara y ya podía sentir la bofetada de su padre por haberle mentido.
En cambio, recibió el abrazo de Don Arturo y las felicitaciones, una sonrisa de la Señorita Clara algo picaresca, y seguido una invitación a sentarse para que le explicasen lo que ocurría… “¡Bien hecho m’ija!” decía Don Arturo, La Señorita Clara le explicaba a Samira la idea de llevarla a Houston para que le ayudara con sus bebes durante el tiempo que vivieran allá… Samira no sabía que estaba pasando. ¿Cómo ella se iba a subir a un avión, iba a ir a vivir a otro país? Ella nunca había pasado ni un solo día fuera de su casa. Mucho menos sin su familia.
Don Arturo, estaba extrañamente feliz con la idea. Le decía a Samira: “No se preocupe m’ija, aquí la Seño* Clarita dice que ella se entenderá de todo pa’que pase la frontera y gane buen dinero por’ai.”
Claro que de ese dinero le depositarían más de la mitad a don Arturo aquí y a Samira solo le darían una parte para sus gastos personales allá. Por eso estaba tan contento Don Arturo…
Esa noche Don Arturo mando a traer unas cervezas a la tienda del barrio, compro pollo frito y celebraron en la casa con Doña Felipa, quien aún no creía la noticia. Y voz patoja que vas a hacer hasta allá ni inglés sabes, decía… Samira a todo esto no salía de su asombro, no creía que fuera realidad esto, que pasaría con sus estudios y con el trabajo en la fábrica. Quiso decir que no pero al ver a su papá tan ilusionado no pudo.
Y así fue, después de unas semanas de tramite en la embajada, que eran mucho más sencillos los tramites en aquel entonces que ahora, Samira tenia ya su pasaporte con la visa americana y hasta tramitada su numero de seguridad social… Un día del mes de agosto, partió a Houston, ya la Señorita Clara estaba allá, preparada para recibirla. Samira llena de miedo por dejar su país, a sus hermanitos y a sus papas no paraba de temblar, a lo que las asistentes del vuelo pensaron que era miedo por volar y le proporcionaron algún calmante para que estuviera mejor. El miedo de Samira no era volar, ni siquiera había pensado en ello, era el pánico por no saber que iba a pasar. A dejar todo y de empezar esta aventura. Hasta el viejito de Don Benancio fue al aeropuerto a despedirla, quien diría que ese vejete con cara de amargado aprendió a tenerle ternura a la patoja…
Al cabo de unas horas Samira estaba en Houston, Había llegado a recibirla la Señorita Clara con su esposo, El Doctor Jorge y con ellos un bebe muy bonito, Carlitos.
De inmediato llegaron a la casa donde Samira trabajaría cuidando a Carlitos, tenía una habitación para ella sola, algo que nunca había tenido, Samira entre muy apenada y asustada empezaba a sentirse contenta de haber hecho el viaje. Empezó a cuidar no solo del niño, si no también a ocuparse de la casa casi por completo, muy diligentemente limpiaba, sacaba al bebe al patio para jugar, lo aseaba y alimentaba.
Samira le escribía a diario a sus papas. Al cabo de unas semanas Miss Clara, como le decía allá Samira, le dijo que debería aprovechar a estudiar el lenguaje. Le compro un par de libros y unos cassettes para que aprendiera el inglés. Así podría ayudar más con las compras y otras tareas, por otro lado, al regresar a su país el saber otro idioma podría ayudarle a tener mejores empleos… Muy dedicada, Samira obedeció y de inmediato se puso a aprender.
Samira casi no salía para nada de la casa, aunque cada vez se volvía un poco mas independiente. Pasaron los meses y vivió muchas aventuras, desde el cómo poner a funcionar un aparato que para ella desconocida como era la lavadora de ropa automática, así como perderse en un centro comercial que era gigantesco. Aprendió a usar el transporte público y empezaba a tener alguna que otra amistad para practicar su inglés.
Conoció a Mr. Richard, un anciano que vivía al lado de ellos. Era un viejecito cascarrabias, veterano de guerra que le recordaba un poco a don Benancio. Pero en las tardes, cuando iba al parque con Carlitos lo veía en una banca y charlaba un poco con él para practicar el idioma. Un domingo, decidió Samira a tomar su día libre para ayudar a Mr. Richard con el jardín del frente de su casa. El viejo, al principio con un mal gesto le dijo que dejara así, al fin y al cabo, nadie llegaba a verlo, pero al final le dio una limonada fría para el calor y le agradeció el gesto.
Así hizo Samira un amigo americano, y así pasaron los meses de la especialización del Doctor Jorge. En cuanto esta acabo, Miss Clara le dijo a Samira que regresarían a su país. Samira estaba contenta pero triste a la vez. Ya no quería regresar a trabajar en la fabrica a cerrar cajas, y aquí ella estaba aprendiendo muchas cosas…
Miss Clara, que aprendió a querer a Samira y a conocerla bien, le dijo que al regresar ella la seguiría necesitando con Carlitos por un tiempo. Pero si ella decidía quedarse, que igual la apoyaría con tramitarle la residencia permanente en el país.
Samira abrió sus ojos lo mas que podía, no sabía que podía quedarse, pero sola no era posible, ¿que dirían sus papas? Además, se imaginaba que sus hermanitos ya estarían mucho más grandes y su mamá necesitaría de su ayuda en todo.
Se le llenaron los ojos de lágrimas, aunque Samira era ahora más independiente, nunca había tenido que tomar una decisión así de importante en realidad. Por un lado, extrañaba mucho a su familia, su casa, su barrio. Por otro lado, aquí tenía oportunidad de otra vida, ¿Qué debía hacer? Tenia que decidir porque en unas semanas se irían de regreso.
A la tarde siguiente, en lo que Carlitos jugaba en el jardín del Mr. Richard, que ahora era un mucho más amable vecino, Samira le contaba lo que ocurría y que regresarías a su país pronto. Mr. Richard le dijo a Samira que, si quería quedarse, él necesitaba a una enfermera, ya tenía mucha edad para hacer muchas cosas y estaba enfermo. No tenía familia y no quería irse a vivir a un asilo y abandonar su casa de toda la vida.
Pero Samira pensaba, como le explicaría esto a sus papas… Mr. Ricard llego a casa de Samira a hablar con Miss Clara y el Doctor Jorge esa noche. Miss Clara le dijo a Samira que si decidía quedarse, Mr. Richard le tramitaría sus papeles y le pagaría un curso de enfermería básica para que pueda atenderlo mejor, así como el mismo sueldo que ella ganaba y le mandaría a sus papas siempre la misma cantidad para que ellos estén tranquilos. Que ellos personalmente conocen a Mr. Richard de mucho tiempo y saben que es una buena persona, aunque con el tiempo se había vuelto como un ermitaño, pero que Samira lo había sacado de ese estado.
Miss Clara le dijo a Samira que ella personalmente le hablaría a su papá para que entendiera, pero si era lo que ella quería hacer.
Samira asistió y dijo que, si quería quedarse, por lo menos por un tiempo más. Entonces así sucedió, Samira se quedo con Mr. Richard, empezó a estudiar enfermería y se ocupo de cuidarlo durante varios meses, Mr. Richard aprendió a querer a la patoja que parecía que brincaba de un lugar a otro, entre clases de inglés, clases de enfermería, limpiar la casa, darle de comer a Mr. Richard, hasta prendió a conducir para llevarlo a sus citas al médico.
Pero algo sucedía, cada vez recibía menos cartas de sus papas, ella era la que les enviaba directamente su dinero, pero no sabía mucho de ellos. Los que le escribían más a menudo eran sus hermanitos que ya iban a la escuela. Samira les escribía casi todos los días a Jonás y Luis (Huicho*) y así supo que su papá estaba muy molesto con ella, por eso no le escribía. Su mamá, Doña Felipa, se la pasaba muy triste y llorando porque pensaban que ella estaba viviendo en pecado con un gringo.
Samira se ponía muy triste por esto, pero no le quedaba mucho tiempo para detenerse a pensar en esas cosas, estaba estudiando, era su sueño de toda la vida. Aprendía a hacer cosas nuevas casi todos los días.
En invierno, Mr. Richard se puso muy enfermo, tenia una tos copiosa, le costaba respirar y Samira lo llevo al hospital. Los médicos dijeron que era una enfermedad muy grave, a pesar de los buenos cuidados de su enfermera, Samira, el anciano estaba muy delicado.
Cuando logró hablar Mr. Richard pidió hablar con Samira. El anciano le dijo que ya era el tiempo de que ella debía regresar a su hogar. Samira estaba llorando, ¿cómo podía decir eso? Ella no lo iba a dejar así de enfermo…
El viejo veterano de guerra debía librar su última batalla y sabía que la perdería. Quería estar a solas para ello. Pero le dijo a Samira que tenia ya todo arreglado, que no se preocupara, que su llegada a su vida le dio un respiro extra y disfrutar en verdad de esos últimos días, ser feliz y poderse despedir sin rencor.
Samira no dejaba de llorar y gemir de dolor. Mr. Richard le dio instrucciones claras como las que da un general a su tropa. Le instruyo que fuera a la casa y que buscara unos papeles, que debía contactar a su abogado de inmediato, y le dio el número telefónico de él. Ella, como siempre, muy diligentemente hizo lo encomendado.
Al cabo de un par de días Mr. Richard había perdido la batalla y se fue. Samira y algunos vecinos fueron los únicos al llegar al funeral, luego se acerco el abogado a Samira y le entrego unos papeles, le dijo: “Richard quería darte esto.”
Samira no sabía que era y no tenía ganas de ver nada en esos instantes. Lo que en realidad deseaba era montarse a un avión y ver a sus papas, a sus hermanos, esta experiencia le había dejado claro que la familia y las personas que amas son lo más importante. Les había mandado un telegrama a sus hermanos contándoles la noticia y que regresaría lo antes posible.
En un par de días Ya de regreso a su país, Samira seguía muy triste por la muerte de Mr. Richard. Pero no tenia tiempo de llorar, al pensar sus padres que ella estaba haciendo algo malo allá en Houston, no le permitieron regresar a su casa. Samira, sin donde ir, busco la ayuda de la Señorita Clara, pero ella estaba demasiado ocupada y ya tenia a alguien que le ayudaba con Carlitos. Habló con Don Benancio, le explico todo lo que había pasado y que no era cierto que ella estaba “viviendo” con un gringo viejo, como decían todos. El viejecillo le creyó, aunque no había oportunidad de trabajo en la fabrica en esos instantes, le brindo su apoyo. Permitiendo que se quedase con él hasta que consiguiera donde vivir y un empleo.
Samira pensaba en esos instantes que todo había sido una gran equivocación, que debió regresar con la Señorita clara en cuanto ellos lo hicieron. Pero no había nada que hacer, no podemos retroceder el tiempo para enmendar los errores o cambiar nuestras decisiones.
Después de un par de días, Samira estaba más tranquila, le tenia la casa muy limpia a Don Benancio y le preparaba su cena todos los días, aunque él no le pedía que lo hiciera. Tuvieron que decir a las vecinas entrometidas que ella era una sobrina que venia de pueblo para acallarlas y no decir la verdad que podría ser peor para Samira.
En esos tiempos, Samira aplico a una plaza de enfermería en un hospital privado de la ciudad. Como tenía su curso aprobado en la escuela de enfermería de Houston fue contratada de inmediato, ganando mucho más que antes en la fábrica. Samira estaba contenta, y aunque no le permitían regresar a su casa con Don Arturo y Doña Felipa, sus papas, ella con uno de su hermanitos les enviaba siempre algo para ayudarlos… Una vez por semana, hacia lo imposible por juntare con uno de ellos, una semana con Jonás y la otra con Huicho, para que nadie sospechara y no los siguieran, porque ellos de ahí regresaban con el dinero para darles a sus papás.
En el hospital, Samira tuvo algunas amigas, y como era su naturaleza de hacendosa y un poco entrometida, en unos meses aprendió a usar la maquina de rayos X, a asistir a los doctores en cirugías menores y demás.
Cuando tenía la oportunidad de hacer turno en obstetricia o en Pediatría era más feliz, Samira amaba a los niños. Esto la llevo a ver que después de dar a luz muchas mujeres necesitaban de los servicios de una guardería con servicios técnicos y especializados. Para ese entonces, aún vivía con Don Benancio, pero era ella la que pagaba ahora la renta de ese lugar y así se ayudaban mutuamente con el viejecillo.
En ese entonces, decidió a abrir su primer emprendimiento. Ahorro durante unos seis meses todo lo que pudo, hablo con Don Benancio que, si se atrevía a alquilar con ella una casa grande, para instalar en ella una guardería. El anciano de Don Benancio, aunque con un poco de temor confiaba en Samira y sabia lo dedicada que era la patoja. Así después de otro par de meses abría sus puertas “El hogar de Samira”.
En medio de una zona muy populosa de la ciudad, consiguieron una vieja casona con una renta razonable, Samira atendía a todos los chicos que le encomendaban lo mejor que podía, pero en poco tiempo tuvo que contratar a un par de niñeras más. Con un horario que partía desde las 5 de la mañana para los papas que debían llegar muy temprano a sus empleos, hasta las 8 de la noche por aquellos que hacían doble turno, Samira cuidaba a los chicos, les alimentaba y estaba preparada para atenderles en caso de enfermedad o accidentes.
A las niñeras colaboradoras, Samira les enseñaba los principios básicos de enfermería y primeros auxilios, así como los remedios ancestrales de sus abuelos para curar un mal de ojo o un empacho de los niños…
Después de un par de años de esto, Samira entendió que nada pasa por nada en la vida. Ella podía ayudar a otras personas, apoyaba a sus hermanitos en sus estudios y para ese entonces su papá, aunque no le hablaba, sabia que era ella quien enviaba dinero todas las semanas para los gastos de la casa. Don Arturo no era una mala persona, pero era muy chapado a la antigua, era de esos hombres que no podía cambiar de parecer fácilmente, él ya había juzgado a su hija Samira y no podía dar vuelta atrás, así como si nada. En esos años, el pobre hombre casi no trabajaba, con eso del accidente que había tenido y que en realidad nunca se curaron sus piernas del todo, vivía haciendo puros chapuces* todo el tiempo, pero eso no alcanzaba. Samira pagaba ahora el colegio de Jonás y de Huicho, ya estaban por iniciar una carrera. Doña Felipa, hacia la lucha también, aparte de a mantener un hogar limpio, que no es tarea fácil, hacia comida para vender y seguía lavando ropa ajena, aunque ahora la lavaba en una lavadora automática que le había mandado a instalar su hija.
En esos días, Samira tuvo otra mala noticia en su vida. El pobre viejecillo de Don Benancio enfermo gravemente del estómago. Ella lo atendía en los pocos ratos libres que le quedaban, pero no bastaba. Lo interno al hospital donde ella había trabajado y se lo encargo mucho a uno de los doctores con los que logro entablar una amistad.
Al poco tiempo, don Benancio falleció de un cáncer terminar en el estómago. Eso fue otro golpe duro para Samira. Al ver lo frágil que era la vida estaba determinada a arreglar su relación con sus papás.
Hizo que Don Arturo se reuniera con ella para tomarse un café, dependiendo de lo ocurriera, iría a ver a su mamá. Don Arturo no sabía que se reuniría con ella, solo le dijo Jonás que una señora quería hablarle para un trabajo.
Una tarde algo fría de octubre en un viejo café del centro llego don Arturo, vistiendo unos pantalones raídos y una camisa remendada, pero de corbata y muy limpio para hablar de negocios. Al llegar no reconoció a Samira de primera vista, ella vestida con un vestido nuevo y sombrero de los que estaban de moda en aquellos años. Al sentarse Samira le dijo: “papito” y don Arturo se sorprendió.
Don Arturo hizo el intento de levantarse, pero Samira se abalanzó a él y lo abrazo tan fuerte que el viejo solo pudo quedarse quieto. Samira entre sollozos decía: “perdóneme papito, perdóneme” aunque en realidad ella no había hecho nada malo, necesitaba decirlo porque se había distanciado de sus padres y se sentía culpable aun por haber tomado aquella decisión en Houston.
Don Arturo se sentó y tomo un café negro sin azúcar mientras escuchaba a su hija sin tener ninguna mueca o sentimiento en su rostro. Al final, el viejo dijo: “y para que me quiere usted a mí, me hablaron de un trabajo…” Samira con el corazón partido, sabia que su padre era un hombre recio y que no cambiaba de parecer así nomás.
Entonces Samira saco de su bolso un papel donde tenia una propuesta de abrir una ferretería cerca de la casa de sus papas, dijo ahora Samira, la señora ya de negocio, que le gustaría invertir en un negocio aparte de la guardería y no pensaba en nadie mejor para eso que él, con la experiencia que ha tenido de toda la vida en la construcción, podría fácilmente hacer crecer un negocio de esa naturaleza. El silencio reino por un par de minutos y la tensión en el aire parecía una neblina espesa que no dejaba ver nada…
Al poco tiempo, Don Arturo alzo la mano y pidió otro café, pero esta vez si le echo azúcar, eso era un buen presagio. Le dijo a Samira que si él aceptara la propuesta no quería decir que nada cambiaría entre ellos, que si quería podía llegar a la casa a ver a su mamá que sabía que la viaja estaba muy triste por no verla y agradecida por la lavadora automática que le había comprado, si como ambos estaban agradecidos por la ayuda al pagar el colegio de los patojos.
Para Samira esto era increíble, era el inicio de su regreso a casa.
En pocas semanas se inauguro “ferretería La Piocha” a la vuelta de la esquina de los papas de Samira. Ella estaba muy contenta y su papá, aunque no lo demostraba se sentía satisfecho de poder trabajar y dar una mejor vida a su familia.
Con el pasar del tiempo Samira tenia menos tiempo para la guardería, dejaba a cargo de sus discípulas mucho del trabajo por lo que inauguro también una escuele de enfermería y primeros auxilios enfocada al cuidado pediátrico y geriátrico. En Houston había aprendido que a los ancianos se les debía cuidar tanto o más aún que a los bebes, esa escuela la llamo “Escuela de enfermería Mr. Richard”, aunque nadie supo nunca por qué.
Ahora que Samira estaba más ocupada que nunca, sentía que debía hacer algo diferente. Llegaba de vez en cuando a ver a su madre, a tomar un café con Doña Felipa y preguntarle como estaba. Las primeras veces procuraba llegar a la hora que la ferretería estuviera abierta para tener un poco más de libertad para hablar con su mamá que en presencia de su esposo, simplemente se quedaba callada.
Le pidió perdón a su madre por no estar a la par y ayudarla con sus hermanos durante tanto tiempo, pero doña Felipa la cayó poniéndole su mano en la boca y le dijo: “no m’ija*, usted debe perdonar a esta vieja tonta y cobarde que no pudo defender a su niña.” Ambas derramaron lagrimas esa tarde, pero se sanaron sus corazones.
Después de algunos años, Ya los hermanos de Samira, Jonás y Huicho habían crecido y uno estaba al frente de la ferretería con su papá, don Arturo que ya era un anciano. El otro, Huicho, el menor estaba entrando a la universidad.
Samira ha hecho muchas cosas, mantuvo y abrió un par de sucursales de la guardería “El Hogar de Samira”. Abrió una lavandería para su mamá con varias máquinas automáticas para que las personas llegaran ellas mismas a lavar su ropa, así como ella lo hacía cuando vivió en Houston. Así Doña Felipa solo se sentaba en un mostrador a coordinar y cobrar…
Estudio algo de aranceles aduanales y de importaciones para traer ella misma una línea de herramientas y venderlas en la ferretería de su papá, como ella le decía, pero también para expandir el negocio como una distribuidora a nivel nacional. Terminó la escuela, aunque ya de avanzada edad a comparación de sus compañeros de clase. Y nunca dejo de aprender, leyendo y practicando contantemente, equivocándose y acertando.
Samira supo a lo largo de su vida ser, hija, niñera, empleada de limpieza, empacadora, cocinera, jardinera, enfermera, contadora, cuentacuentos, asistente de cirugía, operadora de rayos X, empresaria, inversionista, agente aduanero, importadora, graduada de bachiller y como ella siempre se decía a si misma: “aprendiz crónico de la vida” …
Hoy hace ya 10 años que Samira no esta con nosotros, yo, el que les cuento esta historia soy Huicho, el hermano menor. Al morir mi hermana nos dejo mucha tristeza y al poner sus papeles en orden, gracias a su apoyo conmigo en la universidad, estudié leyes y me encontré con un viejo y amarillento sobre…
Al abrirlo, encontré el amor que el mundo le había tenido a mi hermana desde hace tanto tiempo, en el sobre había muchas fotografías de ella en su tiempo que estuvo en Houston, junto a Mr. Richard, en su casa. Veía como ella hacia sonreír al viejo veterano. Encontré además una cara, en donde Mr. Richard le confesaba que él antes de conocerla estaba dispuesto a suicidarse, que no sentía que su vida tuviera sentido. Que ese domingo que ella llego a limpiar su jardín él ya tenía su arma lista para quitarse la vida y al escuchar los ruidos en su jardín, lo dejo para después. Trató de alejarla, pero ella nunca ceso de trabajar, entonces él le llevo un vaso de limonada fría…
En el sobre también estaban unos papeles fechados hace ya muchos años atrás, en donde Mr. Richard hacia heredera de todo lo que tenía a Samira. Ella nunca abrió ese sobre, nunca tomo posesión de su herencia. Todo lo que tuvo en su vida lo hizo ella misma, siendo un “comodín” en la vida, ella se reinventó una y otra vez con lo que la vida le ofrecía.
Hoy después de muchos trámites estoy en Houston, en la casa del veterano Mr. Richard, sigo estudiando leyes en la universidad de Houston, mi familia sigue allá, mis padres ya no están, mi hermano se quedó cuidando los negocios y a su familia. Yo, aun no tengo familia, pero conozco a una chica que me recuerda mi hermana, un comodín que esta a mi lado haciendo lo que se deba hacer para conseguir nuestras metas.
Trato de enfocarme en mis estudios claro, pero la vida y mi hermana me enseñaron que siempre es bueno ser moldeable con la vida, he aprendido de carpintería, plomería, algo de albañilería con mi viejo hace años, y no tener vergüenza de hacer nada que sea honesto, porque todo trabajo es digno.
Es curioso, el comodín es la carta que todos desechan de la baraja cuando empiezan a jugar, pero si se toma en cuenta, en realidad es la carta más valiosa de todas.
FIN
GLOSARIO:
*Patoja o Patojo: Forma coloquial que se usa en Guatemala para referirse a personas jóvenes o niños.
*Pollo: Se refiere a un fogón para carbón o leña que se acostumbraba a tener en las cocinas en lugar de estufa o además de ella para mantener alimentos calientes y también como una especie de calefactor de esa habitación.
*Chispuda: Se les dice a las personas que son eficientes, rápidas y que trabajan muy bien.
*Seño:
diminutivo coloquial de la palabra Señorita.
*Huicho: Apodo común para las personas llamadas Luis.
*Chapuces: Remiendo o arreglo mal hecho o apresurado.
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