Por esas tres palabras me he quedado frío y excesivamente solo:
vergüenza, pavor y espanto.
Han caído sobre mí,
y mi corazón se ha hundido media pulgada.
El viento sopla sobre mi sangre, la hace ola y la saca fuera de mí.
¿Quién se atreverá a navegar en un mar rojo?,
¿quién, mientras se desliza la barca,
meterá los dedos en mis yagas?
¿A quién salpicará el rostro, mis olas escarlatas?
¿Y se limpiará después con un pañuelo de gusanos de algodón?
PD: «perdón por este poema, la vergüenza de la tinta y el folio,
caen al suelo para jamás despegar mi frente del polvo que no merece».
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