Sweet Dreams

28 de abril de 2021. 6:00 am. Suena mi alarma. Me levanto como de costumbre para cumplir con mis obligaciones y veo que solo tengo 30 minutos para arreglarme. Cuando voy hacia el baño, escucho ajetreo en la calle. No entiendo. Retomo mi actividad y mientras me desnudo el espejo cae encima de mí. Un sollozo sale de mi emanando dolor, pero nadie escucha, así que entro a la ducha y dejo que las gotas laman mis heridas. Lloro. Y aunque no sanan, la sangre se detiene. Salgo y mientras me visto, le doy ropaje a mis heridas también, pero parecen tener más cuerpo que yo y las vendas son insuficientes. ¡61!, hay 61 heridas en mi cuerpo.

Preguntas rondas en mi mente, pero la que más pulula es: ¿y mi mamá? ¿por qué no habrá escuchado? Voy a buscarla con las fuerzas que me quedan y lo único que noto es su ausencia. Mientras me peino, recuerdo que tenía que comprar unas cosas para una actividad importantísima ese día, así que cojo mis llaves y salgo de mi casa. Al unísono, cuando cierro la puerta un estrépito tras de mí me trae de regreso a la realidad. Veo la calle y noto que hay un accidente de auto. Como ser cotilla me puede, detengo mi prisa y me quedo a ver lo sucedido. Mientras el chismorreo invade las calles, los dueños de los autos se bajan con armas en la mano; uno con piedras y todo lo que tenía en su auto y otro con un arma de fuego. El hielo se instala en mis músculos y como puedo, giro a hacia un costado y entreveo, al interior de los autos, las familias de los aludidos. Estos propician gritos suplicantes para que no se hagan daño. Pues la culpa no había sido de ninguno de los dos, mientras una luz a lo alto se burla de todos camuflándose entre sus colores.

Camino a la papelería, me siguen las voces alteradas que oí en la mañana y estas llevaban pancartas y gritan canciones que no logro entender. Voces bajas susurran comentarios que con dificultad descifro: “esta gente no deja trabajar” “que lindo que salgan a hacer esto” “esto no sirve de nada” “ellos son un ejemplo” etc. Ignoro lo ocurrido y sigo y vuelvo a estar absorta en mi mundo. Entro a la papelería y pido unas temperas, a lo que la tendera responde: “sólo tenemos cuatro colores” y con curiosidad pregunto cuáles: “blanco, rojo, amarillo y azul”, pero no le recomiendo la blanca, está un poco seca”, responde. Salgo con una bolsa con las otras tres pinturas, pero la bolsa está pensada más de lo normal ¿qué será? De regreso a casa, diviso una cuadra algo inusual, pues en las puertas habían pegadas frases tales como: “471 no lo olviden” ¿pero qué rayos es esto? Llegué a mi casa, me cambié las vendas y me puse a estudiar. Sobre las 6:00 pm la puerta decora la llegada de mi mamá. Corro hacia ella y le digo todo lo que pasó durante el día y ella simplemente me ignora. Le grito y aun así no me escucha ¿Qué más tengo que hacer para que me prestes atención? Algo enfadada, le digo a su inminente marcha “Eres una hipócrita. Tú siempre me dices que te cuente lo que me pasa, pero cuando lo hago ni te importa”. Ella gira, me ve. La veo y en sus ojos hay fuego. Me muestra sus manos que gotean sangre. Me espanto y corro, pero no hay salida y no quiero que me toque. No es la misma. Algo cambió en ella. Recuerdo sus promesas y todo lo que me ha dicho destila mentiras. De repente, siento un golpe en mi cabeza y cuando despierto asustada caigo en la cuenta de que todo fue un sueño. “Uff” – suspiro, mientras me pongo los zapatos, tomo mi bandera y salgo a la lucha.

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