Speechwriter

Personajes como Martin Luther King con su discurso «Tengo un sueño«, John F. Kennedy con su discurso «Soy Berlinés» , Ronald Reagan con su discurso sobre «inmigración» han pronunciado sentencias que los han encumbrado en la historia, aunque en muchas ocasiones no fueron escritas o ideadas por ellos, y no estoy afirmando que carezcan de esas cualidades, seguramente carecen es de tiempo y allí entra la labor de los logógrafos o escritores de discursos. 

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En la Antigüedad los logógrafos eran los historiadores y cronistas, también y de manera especial se les atribuía este nombre a los autores de los discursos jurídicos, entre los más reconocidos esta Demóstenes, Isócrates y Lisias.

Demóstenes fue uno de los oradores más relevantes de la historia y un importante político ateniense. Nació en Atenas, en el año 384 a. C. y falleció en Calauria, en el año 322 a. C. Sus dotes de oratoria constituyen la última expresión significativa de las proezas intelectuales atenienses, y permiten el acceso a los detalles de la política y la cultura de la Antigua Grecia durante el siglo IV a. C. Demóstenes aprendió retórica mediante el estudio de los discursos de oradores anteriores. Pronunció sus primeros discursos judiciales a los veinte años de edad, cuando reclamó a sus tutores que le entregaran la totalidad de su herencia. Durante un tiempo, Demóstenes se ganó la vida como escritor profesional de discursos judiciales y como abogado, redactando textos para su uso en pleitos entre particulares. Se interesó por la política durante esa época, y fue en el 354 a. C. cuando dio sus primeros discursos políticos en público. 

Isócrates nació en el año 436 antes de Cristo, en el demo de Erquía, en el Ática. Asistió en Atenas a los debates y discusiones de Sócrates y los cursos de Terámenes y, también, Gorgias, que estuvo en Atenas en 427 a. C. en calidad de embajador tras un viaje a Tesalia.​ Se transformó en un seguidor en los aspectos formales de Gorgias y en los ideológicos de Sócrates. Platón lo alabó en su diálogo Fedro. Y como perdió la herencia paterna no tuvo más remedio que ponerse a trabajar en la enseñanza. Dirigió una escuela de oratoria en la isla de Quíos, y al volver a Atenas, hacia el año 403 a. C., trabajó como logógrafo escribiendo discursos judiciales y políticos por encargo; no inició una carrera política, ya que era tímido, de complexión menuda y débil y con poca voz. Sin embargo, fundó en el año 392 a. C. una importante escuela de oratoria que se hizo muy famosa, no solo por la eficacia de su instrucción, sino también por el hecho (emanado de su formación socrática y platónica) de incluir en su plan de estudios la educación ética del ciudadano, en lo que se distinguió claramente de sus principales competidores, los sofistas, cuya falta de referentes éticos atacó. 

Lisias se ganó la vida como logógrafo, escribiendo discursos para los litigantes y transformándose en la figura más destacada de la oratoria judicial ática. Su biografía se refleja en la doble vertiente de su obra: por una parte, dedicado a la enseñanza de la retórica y a escribir discursos por encargo; y, por otra, consagrado a la tarea política de la restauración de la democracia en Atenas y a la persecución de los tiranos mediante sus discursos.

Los logógrafos eran escritores que cobraban por componer discursos para que otros oradores los pronunciaran. Debieron existir ya desde muy antiguo, se presume que desde el momento en que Solón (siglos VII‑VI a. C.) estableció la obligación de que todos los acusados se defendieran personalmente ante los jueces.

Los logógrafos, además de buscar la eficacia de la argumentación, se preocupaban por la adecuación estilística: procuraban componer discursos cuyo estilo respondiera a la constitución psicológica y a la situación social del cliente. Cuidaron, especialmente, la «naturalidad» de las expresiones y su conformidad con el carácter del orador que iba a pronunciar el discurso.

En el mundo anglosajón los asesores son reconocidos, identificados y hasta admirados, por ejemplo, es fácil ver a Barack Obama con su escritor de discursos, haciendo correcciones o compartiendo ideas, lo contario ocurre en los países hispanoamericanos, donde los logógrafos permanecen en el anonimato, incluso hasta el punto de negar su existencia.

Pregunta: 


¿De quién es el discurso, de quien lo escribe o el que lo pronuncia?

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