Réplica a «Escritura(s)»

Réplica a «Escritura(s)»

Irene DC;

17/05/2021

Desde el uso de símbolos que a día de hoy nos pueden parecer enigmáticos el ser humano ha ido ampliando y modificando la forma de expresarse. Actualmente, podemos estar ante un hito histórico en el que se abrazan y se entremezclan la tradición oral y la escrita, incluyendo además elementos novedosos que involucrarían a más sentidos. Ya existen libros con olores o distintas texturas, que tratan de evocarnos recuerdos o sensaciones, estos libros dan también acceso a contenido interactivo en la web, lo que proporciona una inmersión en el contenido del libro. La información se transmite a través de las palabras escritas, los sonidos/vídeos, dibujos e incluso olores/texturas. El uso de las herramientas digitales y su aprendizaje nos permite expresarnos de  maneras novedosas o crear arte con un significado diferente. También se pueden superar barreras de entendimiento o explicitar lo que se quiere decir sin interrumpir el ritmo del propio texto. Contar una historia no tiene que limitarse a reunir las palabras adecuadas, podemos acudir a elementos como sonidos o vídeos para darle otros matices, completarla, ambientarla en la actualidad, permitir que tenga varios sentidos en función de si se acude o no al hipertexto, etc.; se abre un abanico de posibilidades tan amplio como el hambre de experimentación que tengamos.

A pequeña escala, en nuestro día a día, contamos historias a través de las redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea. Para ello, como buenos nativos digitales, esos entornos nos son cotidianos y empleamos aquella tecnología que mejor se adapte al mensaje que queramos enviar. En una ocasión, en una reunión de amigos decidimos hacer sushi casero, tras una tarde mejorando la técnica teníamos una mesa rebosante de bandejas de ese «exótico» alimento y había llegado el momento de compartirlo en las redes sociales. 

La red seleccionada fue Instagram, pero esa no era la única decisión que había que tomar. Las últimas bandejas, que eran las que mejor habían quedado, debían estar en la parte de la mesa más cercana a la cámara para que quedara patente que la elaboración no era ningún adefesio. En la foto aparecería la mesa completa para que se supiera que no habíamos hecho tan solo una o dos bandejas. Por último, la frase que acompañara a la foto tenía que ser breve, ingeniosa y, además, dejar claro que no lo habíamos comprado, sino que era obra nuestra. Esa era la historia que contaba la publicación de Instagram, a través de una sola imagen y un escueto título. Esta combinación estaba destinada a captar la atención del máximo número de personas y generar una interacción posterior que al mismo tiempo podría ampliar el relato. Por muy nativos digitales que fuéramos, a una parte del grupo esta toma de decisiones se nos antojaba eterna, deseábamos franquear la vigilancia de nuestros amigos y disfrutar del alimento prohibido.

 A través de este breve recuerdo, se puede observar como se ha interiorizado en la cultura actual una forma distinta de comunicarse, al igual que en su momento pudieron ser las cartas (lenguaje escrito) o las canciones de los juglares (lenguaje oral). Desde mi punto de vista, este lenguaje varía en función del aspecto que se prime en cada red social/aplicación/tecnología empleada y, por lo tanto, considero que no solo se está desarrollando un nuevo lenguaje popular a gran velocidad, sino que al mismo tiempo se están creando sus dialectos.

Todo lo mencionado constituye sin duda una radical transformación de la(s) escritura(s), tal y como se indica en «Escritura(s)«.

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